El Huerto de Dios
Gloria en
Lugar de ceniza Parte V
George H.
Warnock
“Por tanto, hermanos, sed pacientes hasta la venida del
Señor. Mirad cómo el labrador espera el fruto precioso de la tierra, siendo
paciente en ello hasta que recibe la lluvia temprana y la tardía. Sed también
vosotros pacientes; fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor
está cerca.” Santiago 5:7-8
Capítulo 1 -- Ven a Mi Huerto
Capítulo 2 -- Invierno... Dormido en
la Nieve
Capítulo 3 -- Primavera... Despertando
a la Nueva Vida
Capítulo 4 -- Verano...Cálido y
Hermoso
Capítulo 5 -- Otoño...Trayendo las
gavillas
Capítulo
6 -- El labrador espera el fruto
Capítulo
7 -- El trigo y la cizaña
Capítulo
8 -- Victoria...Y tragedia
Capítulo
9 -- En busca de una sola cosa
Primera
Impresión: Junio, 1996 (Colombia S.A.)
Gloria
en Lugar de ceniza Parte V – El Huerto de Dios – George H. Warnock
CAPÍTULO 1 – VEN A MI HUERTO
“Venga mi amado a su
huerto, Y coma de su dulce fruta.” (Cantar de Los Cantares 4:16) “Yo vine á mi
huerto, oh hermana, esposa mía” (Cantar de los Cantares 5:1)
“Toda la
tierra está llena de Su gloria”, dijo el profeta, y en esta hora de clamor y
bullicio, cuando miles de voces conflictivas invaden nuestros corazones y
mentes para distraernos o para distorsionar nuestra vista, nos haría bien a
todos apartarnos para escuchar una palabra del libro de la naturaleza... la
creación de Dios. Pero siempre, por supuesto, en el contexto de la Biblia, el
libro de la Nueva Creación. Porque la Biblia nos enseña que el “campo” donde se
planta la semilla de la Nueva Creación es el mundo que ahora está bajo la
maldición. “El campo es el mundo”, dijo Jesús (Mat. 13:38). Qué maravilloso
saber que la vieja creación se ha convertido en el campo de semillas de la Nueva
Creación, y que Dios es el creador de ambas; por supuesto, reconociendo que la
vieja creación se sujetó a futilidad por causa de la caída del hombre. Y así,
aquí mismo en medio de la vieja creación, Dios puede hablarnos desde ese
entorno. Jesús nos dijo: “Observad cómo crecen los lirios del campo” (Mat.
6:28); Y también, “Yo soy la vid,
vosotros los pámpanos...” (Juan 15:5). A través de estas cosas naturales Dios
nos apunta hacia la realidad, a la Nueva Creación...y a través de todo ello nos
revela algo glorioso desde el Espíritu de la Verdad. Sólo después de que el
instrumento natural haya servido para su propósito concreto en la voluntad de
Dios, Dios lo quita. Por eso ha quitado la serpiente de bronce, el arca del
Pacto, y el candelero dorado... y cualquier otra forma de ritual, tipo o sombra
que pertenezca a un orden pasado. Pero la Palabra escrita de Dios permanece con
nosotros; y también el libro de la vieja creación. Así deben de permanecer
hasta que la gloria completa y el propósito para el que fueron dados sea
manifiesto, y la Nueva Creación brille en todo su brillo como la expresión
misma del pensamiento y del corazón de Dios. Algunos hablarían de la Palabra
escrita como si fuera final y completa
en sí misma. Pero no es así. Estoy confiado de que el presente canon de 66
libros es lo que Dios quería. Pero en realidad, la Palabra de Dios va más allá
de las Escrituras; y la Palabra no se cumple en la intención de Dios hasta que
haya sido escrita en los corazones y las mentes del pueblo de Dios. Dios dijo,
“Porque este es el pacto que Yo haré con la casa de Israel después de aquellos
días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos y las escribiré en
sus corazones” (Heb. 8:10). La Palabra de Dios ha sido escrita en la naturaleza
y ha sido escrita sobre papel... pero el cumplimiento final llega cuando es
escrita en la “carne”. Y así, leemos, “Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre
nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de
gracia y de verdad.” (Juan 1:14).
Pero tenemos
que entender que el propósito de Su encarnación en la carne tampoco era final
en sí. Porque después de haber “acabado la obra” que el Padre Le dio que
hiciera en la tierra, ascendió a los cielos para involucrarse en un “ministerio
aún más excelente”, desde el trono de Dios. El ministra el mismo Espíritu de
Verdad en el que Él andaba mientras estaba aquí... pero ahora Él esta
ministrando desde el verdadero Santuario en el Cielo, a los Suyos, que están en
la tierra, como el “Mediador de un mejor pacto” (Heb. 8:6). En consecuencia de
este ministerio desde el trono, Sus redimidos en la tierra han de de
convertirse en Su propia epístola viviente, “conocida y leída por todos los
hombres, siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por nosotros, no
escrita con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo.” (2ª Cor. 3:2,3). Hemos
estado muy ansiosos por conseguir que el mundo lea nuestra Biblia, y esto es
correcto. Creo que Dios quiere que todo el mundo tenga Su Palabra escrita en su
propia lengua. Fue la impresión de la Biblia en la lengua del pueblo que hizo
que la luz del evangelio brillara en el mundo a nuestro alrededor, a lo largo
de la historia de la Iglesia... y especialmente en el tumultuoso período de la
Reforma. Pero el hecho es que nos enfrentamos a una tarea imposible si hemos
llegado a la conclusión de que la distribución de más Biblias y de más
literatura cristiana es la respuesta de Dios a un mundo perdido. El mundo si
lee a la Iglesia...siempre disfrutan leyendo a la Iglesia—y es triste decir que
con frecuencia están grandemente desilusionados con lo que leen y con lo que
ven. Y las naciones no van a ver ni a oír al Cristo de la Biblia hasta que la
Iglesia se haya convertido en la “epístola de Cristo”. Podemos entrenar y
equipar y organizar y financiar a los obreros de Dios, pero sólo el reflejo de
Su gloria en Su pueblo cambiará los corazones de los hombres.
¿Qué está Dios buscando?
Si supiéramos lo que Dios busca y lo
que Él espera, descartaríamos todas esas teorías y fechas sobre la venida del
Señor. Si supiéramos de cierto que el Señor Jesús está en Su trono de gloria,
intercediendo por Su pueblo para llevarlos a plenitud de la intención de
Dios... entonces estaríamos más preocupados de que Su intención se cumpliera
que en especular sobre cuando Él va a regresar. ¿Qué es lo que Él espera? ¿Para
qué regresa? ¿Qué está haciendo al respecto ahora mismo? Está esperando a una
familia de hijos e hijas a Su imagen y semejanza. Está preparando un ejército
que vencerá “por la sangre del Cordero, y por la palabra de su testimonio”
(Apoc. 12:11). Está edificando una morada para Él mismo, un edificio hecho de
“piedras vivas”, un templo “no hecho de manos”. Ha encontrado una “perla de
gran precio”, una perla que está formada a partir de un mero grano de arena,
pero transformado en una gema, por medio de una gracia maravillosa. Porque es
el Espíritu de Dios el que toma las virtudes del Cristo viviente y las
manifiesta en Su Iglesia para producir esa gema preciosa. Él está limpiando
para sí a una Iglesia, “una Iglesia gloriosa, sin
que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante...” ¿Cómo? “Por el lavamiento del
agua por la Palabra” (Efesios 5:26). Busca a una novia santa, y Juan la vio en
visión profética “que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia
ataviada para su esposo.” (Apoc. 21:2, lee 2ª Cor. 11:2). Busca fruto de la
viña que plantó en la tierra, porque Jesús dijo, “Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos, el que permanece en Mí y Yo en él, ese lleva mucho fruto”. (Juan
15:5). Porque Dios no es sólo Arquitecto, Constructor, y Artífice... También es el Esposo y el Labrador. Y así,
nos dice, “Estoy esperando el precioso fruto de la tierra.” Está esperando algo que será el cumplimiento
del deseo de Su corazón, Su Iglesia santa, Su esposa sin mancha, Su perla de
gran precio, Su fruto precioso. Y mientras Él espera eso, Él está preparando
diligentemente a Su pueblo para “alabanza de Su gloria”. Y porque espera eso
pacientemente, nos exhorta... “Sed también vosotros pacientes; fortaleced vuestros
corazones, porque la venida del Señor está cerca” (Santiago
5:8).
Respecto de los Tiempos y las Estaciones
En este
escrito vamos a enfatizar el aspecto del labrador en Su manifestación. A todos
los cristianos evangélicos se les asegura que este es el tiempo de la cosecha.
Y vamos a hablar del Huerto de Dios particularmente como lo vemos en el tiempo
de la cosecha. Él quiere que comprendamos claramente lo que Él persigue cuando
entra en Su huerto en el tiempo de la cosecha. Si visita Su huerto en invierno,
Él no espera ver mucho en el camino de la vida. Sin embargo, Él nos anima a
caminar en fidelidad, a tiempo y fuera de tiempo. Nos animaría a tener
esperanza. Nos recordaría que el invierno es una promesa de la primavera y de
la vida nueva. Cuando viene en primavera, las aguas comienzan a fluir y nos
gozamos con el sentir de Su bendición. Dios se deleita en bendecir a Su pueblo.
¡Es primavera! Los largos y tristes días del invierno han pasado, y la
expectativa de la nueva vida está presente por todas partes. Cuando viene en el
verano, hay calor y sequedad; pero mezclado aquí y allí, da lluvias de
bendición y mucho sol; porque sabe que esto es lo que se necesita para la
madurez. Pero cuando viene en el tiempo de la cosecha, Él busca sólo una cosa, una sola cosa. Busca el “precioso fruto
de la tierra”. Y porque estoy seguro de que éste es el tiempo de la cosecha,
creo que Dios quiere enfatizar lo que Él busca en el tiempo de la cosecha, no
sea que nos desanimemos o quedemos perplejos por causa de nuestra sequedad. Él
sabe todo eso porque es Él quién lo causó.
¡El lo causó!
¿Por qué? Porque quiere producir buen fruto en Su huerto. Y aunque reconocemos
que hay diferentes estaciones que experimentamos en nuestras vidas personales,
creemos que ahora es tiempo de cosecha históricamente
en lo que concierne al cuerpo colectivo de Cristo. Así, al seguir alabándole
por cada estación de refrigerio que Él trae en nuestra andadura con Él, nunca
debemos olvidar la intención de Dios en cada estación concreta. No importa cual
sea la estación en la que estemos ahora, tenemos que recordar que la intención
de Dios es producir una cosecha que satisfaga el deseo de Su propio corazón.
Hay mucha confusión entre el pueblo de Dios en estos días, en cuanto a lo que
Dios puede estar o no haciendo en este tiempo. Escuchamos preguntas de este
tipo: “¿Es esto de Dios? ¿Es esta bendición de Dios?” Familiaricémonos con el
corazón de Dios y descubriremos aquello que Él persigue... Y entonces, si
nuestros corazones y mentes están en sintonía con Su corazón y Su mente, este
tipo de preguntas importarán muy poco o nada. Por supuesto Él está bendiciendo
a Su pueblo; pero estemos tan en sintonía con Él que no importa lo grandemente
que Él nos bendiga; nuestra respuesta a esa bendición es simplemente esta:
“Gracias
Señor por Tus bendiciones; pero que no me quede corto de la gran bendición de
todas, crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, que pueda
convertirme en un “vaso de honra”. Porque sé que si fracaso en convertirme el
oro y la plata que Tú buscas, todas las bendiciones derramadas sobre mí habrán
sido en vano. Guarda mi corazón, no sea que Tus bendiciones cieguen mis ojos a
Tu deseo e intención en mi vida, que Yo pueda surgir a Tu imagen y semejanza.”
Ciertamente
el profeta nos dice, “Serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan.” (Isaías
58:11). Pero si es el tiempo de la cosecha, entonces estemos seguros que el
Labrador busca una cosa en esta gran hora, y es fruto... fruto que no es nada menos que la reproducción de su
propio carácter y naturaleza en los corazones de Su pueblo. Cualquier cosa
menos que esto no puede constituir el deleite del corazón del Labrador, que
plantó semilla incorruptible de la verdad en Su pueblo, y está pacientemente
esperando que esa semilla, a través de Su propio cuidado y cariño, produzca
“según su naturaleza”. Es la ley de la vieja creación, y es la ley de la Nueva
Creación... la semilla tiene que producir “según su naturaleza”. No olvidemos
nunca que la Simiente es Cristo y Dios no puede estar satisfecho con una
cosecha que eventualmente no produzca el carácter, la calidad y naturaleza de
Cristo en Su pueblo.
Las Cosas Invisibles de Dios
“Porque
desde la creación del mundo, sus atributos invisibles, su eterno poder y divinidad,
se han visto con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado.”
(Rom. 1:20).
¡Qué cosa
tremenda es ésta! Que en cada cosa que
Dios hizo tenemos una expresión de algún aspecto particular de la gloria y la
sabiduría de Dios—para que el hombre pueda ver y oír y llegar a conocer a Dios.
Y hasta que los corazones de los hombres se oscurecieran completamente por
medio del pecado voluntario y de la desobediencia; lo que Dios creó se
convirtió en la Palabra de Dios para ellos. Fue la única Biblia que los hombres
tenían en esos principios tempranos. El apóstol nos dice como el hombre perdió
su capacidad para conocer a Dios: “Pues aunque conocían a Dios, no le honraron
como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos
y su necio corazón fue entenebrecido.” (Romanos 1:21). Esto inició al hombre en
su largo camino a la apostasía, del que nunca se ha repuesto. En lugar de
adorar a Dios, comenzaron a adorar a las cosas que Él había creado. En lugar de
darle gracias por las cosas hermosas que Él había dado, comenzaron a adorar a
las cosas hermosas. Hicieron mucho con
los dones que Él había dado, pero deshonraron al Dador. Y esto es tan evidente
en las así llamadas naciones cristianas como lo es entre las paganas. Cuando
cualquier cosa que Dios haya hecho se interpone entre el hombre y su Creador,
es idolatría. El materialismo es idolatría. El Humanismo es idolatría. Adular a
algún don grandioso o a algún ministro con talentos que Dios haya puesto en la
iglesia para edificar el cuerpo de Cristo, es idolatría. Dios ha hecho cosas
buenas para el hombre, y continua dándole dones y bendiciones maravillosas,
para que a través de estas cosas, pueda descubrir a Dios y llegar a conocerle
mejor. “Oídle”, es la voz de la Escritura así como la voz de la naturaleza. Lo
que Él hizo tuvo su origen en el ámbito de lo invisible, pero no ha de ser
venerado como Dios. “Por la fe
entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo
que se ve no fue hecho de cosas visibles.” (Heb. 11:2) Dios no creó el universo
de la nada. Él sacó del ámbito de lo invisible—atributos, calidades, áreas de
sabiduría y conocimiento que son inherentes a Él mismo. Cristo es en realidad
esa Palabra, el Logos... Aquel a través de quién Dios hizo todas las cosas
(Juan 1:3, Heb. 1:2). Es la expresión final del corazón y de la mente de Dios.
Algunos afirman con valor: “La Biblia es la revelación final a los hombres, y
no hay revelación aparte de la Palabra”. Esto es cierto si reconocemos que los
autores de las Escrituras apuntan al Verbo mismo, el Logos, como Aquel que vino
al mundo como la Palabra Final de Dios. Las Escrituras fueron escritas por
inspiración del Espíritu y sólo pueden entenderse con la mente del Espíritu. Y
así, el apóstol Pablo dijo: “De lo cual también hablamos, no con palabras
enseñadas por sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu,
combinando pensamientos espirituales con palabras espirituales.” (1ª Cor. 2:13).
Comprendo que el pensamiento es: “combinando cosas espirituales con lo
espiritual.” Pablo recibió el espíritu de sabiduría y de revelación para poder
alcanzar hasta ámbitos del Espíritu y traer verdades espirituales a los que
habían recibido una mente espiritual por el nuevo nacimiento. Somos extremadamente
dependientes del Espíritu Santo para cualquier cosa que recibamos de Dios, en
cuanto al conocimiento y el entendimiento de la verdad. Y al ser ungidos
nuestros ojos con el colirio del Espíritu, y al abrirse nuestros oídos para oír
Su voz, sólo entonces podremos escuchar la voz de la Verdad. Sólo entonces
comprenderemos los “misterios” de Dios. Vemos toda la tierra llena de Su gloria
(Isaías 6:3); porque todas las cosas fueron creadas para ser alabanza y gloria
al Dios que las creó.
El profeta
Isaías fue atrapado en el Espíritu y dijo, “Santo,
Santo, Santo, es el SEÑOR de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria.” (Isaías 6:3). Y
el Salmista llama a toda la creación a mostrar las excelencias de Su Creador:
Alabe la creación al
SEÑOR
¡Aleluya!
Alabad al SEÑOR desde los cielos;
Alabadle en las alturas.
Alabadle, todos sus ángeles;
Alabadle, todos sus ejércitos.
Alabadle, sol y luna;
Alabadle, todas las estrellas luminosas.
Alabadle, cielos de los cielos,
Y las aguas que están sobre los cielos.
Alaben ellos el nombre del SEÑOR,
Pues El ordenó y fueron creados;
Los estableció eternamente y para siempre,
Les dio ley que no pasará.
Alabad al SEÑOR desde la tierra,
Monstruos marinos y todos los abismos;
Fuego y granizo, nieve y bruma;
Viento tempestuoso que cumple su palabra;
Los montes y todas las colinas;
Árboles frutales y todos los cedros;
Las fieras y todo el ganado;
Reptiles y aves que vuelan;
Reyes de la tierra y todos los
pueblos;
Príncipes y todos los jueces de la tierra;
Jóvenes y también doncellas;
Los ancianos junto con los niños.
Alaben ellos el nombre del SEÑOR,
Porque sólo su nombre es exaltado;
Su gloria es sobre tierra y cielos.
(Salmos 148:1-13)
No tenemos que mirar muy lejos en este
pasaje para ver lo que Dios considera que es la verdadera alabanza. ¿Cómo
pueden las cosas creadas alabarle? ¿Cómo pueden incluso las cosas inanimadas o
impersonales alabarle? Sólo cuando cada criatura en su propio lugar y
llamamiento, dé expresión a ese aspecto de la gloria con que Dios dotó a cada
una en la creación: el sol mediante su brillar, la luna mediante el reflejo de
la gloria del sol; las estrellas al adornar el cielo de la noche y dar
dirección y guía al hombre; el fuego al consumir; el viento al soplar; el árbol
al mover sus hojas, y producir su fruto para el hombre o leña para el hogar;
las aves con su canto; o el juez mediante la ejecución de justicia en la
tierra; los hombres jóvenes y las mujeres, los ancianos y los niños... cada uno
exaltando al Señor en palabra y en hecho, en cánticos de alabanza—y mucho más
que eso—en toda su manera de vida. Si no estamos haciendo eso, no estamos
alabando a Dios. La alabanza en demasiados casos se ha convertido en un ritual
al que el pueblo se somete durante unos momentos en las reuniones de la
iglesia—solo para dejar el lugar de asamblea para seguir con sus propios
intereses egoístas el resto de la semana.
La verdadera alabanza es simplemente
esa forma de vida que uno vive al unísono con su Señor, cuando el cumple el
propósito ordenado de Dios para su vida. No está emulando nada ni deseando el
lugar ocupado por otro—sino simplemente está dando expresión a la vida creada y
al llamamiento que Dios da a cada hombre. Y así se cumple la profecía de
Isaías: “Esto se escribirá para las generaciones
futuras;
para que un pueblo aún por crear alabe al SEÑOR. (Salmos 102:18).
De acuerdo con la naturaleza y el
carácter de la vida de la Nueva Creación que Dios nos ha dado, así vivamos
“para alabanza de la gloria de Su gracia” (Efesios 1:6,12). Algunos intentan de
forma tan vehemente emular los caminos de los demás que fracasan en cumplir el
propósito específico que Dios tenía en mente para ellos. El canto del pajarillo
es tan agradable para el Señor como el graznido del ganso canadiense, porque
está cumpliendo el propósito para el cual Dios lo creó. El petirrojo o la
alondra estarían completamente fuera de su elemento si intentaran ladrar como
un perro, o graznar como el ganso. El humilde es aquel que permanece fiel en su
llamado ante el Señor, y orgulloso es aquel que intenta mostrarse a sí mismo
como algo diferente de aquello para lo que Dios le creó. El pavo real tiene
fama de ser orgulloso, cuando extiende sus plumas para que todos lo admiren. Si
tuviera conocimiento suficiente para saber lo que la gente piensa, se
preguntaría por qué le consideran orgulloso al tener un plumaje tan
maravilloso. No ve nada especial en sí mismo. No hay vanagloria, ni orgullo, ni
deseo de emular al águila o a la grulla, o a la golondrina, ningún intento en
absoluto de ser un poco más bonito, o un poco más espectacular que la forma en
que Dios lo creó. Simplemente extiende sus alas y da gloria al Dios que le
creó. Pero el hombre de corazón orgulloso mira y dice: “¡Mira qué orgulloso es
el pavo real!”
Dios
debe revelarse a Sí mismo
“En el
principio existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Y
el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como
del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad.”(Juan 1:1,14). Porque
Él es Dios, debe darse a conocer, debe revelarse. Él es Vida esencialmente,
Vida inherente, y la Vida tiene que mostrarse viva. Esa Vida es Luz. La Luz
tiene que brillar, porque la Luz se revela a sí misma. El Nombre de Dios habla
de todo lo que Él es en la naturaleza de Su ser; pero la Palabra habla de este
mismo Dios declarado y hablado. Así, leemos “Porque
has engrandecido tu palabra conforme a todo tu nombre.” (Salmos 138:2). ¿Por
qué está la Palabra por encima de Su nombre? Porque Dios es más glorioso en la
expresión de Su ser que en recluirse a Sí mismo de Su creación. ¿Qué es una
palabra, sino la declaración y la revelación de lo que hay en tu mente y
corazón? Las palabras nos fallan muchas veces, por causa de nuestra incapacidad
para decir claramente lo que queremos decir. Pero en Cristo el Logos, la
Palabra, la expresión del corazón y el ser de Dios fue tan completa que el
Verbo era Dios mismo, brillando en el rostro de Jesucristo:
“El SEÑOR me poseyó al principio de su
camino,
Antes de sus obras de tiempos pasados.
Desde la eternidad fui establecida,
Desde el principio, desde los orígenes de la tierra.
Cuando no había abismos fui engendrada,
Cuando no había manantiales abundantes en aguas.
Antes que los montes fueran asentados,
Antes que las colinas, fui engendrada,
Cuando El no había hecho aún la tierra
y los campos,
Ni el polvo primero del mundo.
Cuando estableció los cielos, allí estaba yo;
Cuando trazó un círculo sobre la faz del abismo,
Cuando arriba afirmó los cielos,
Cuando las fuentes del abismo se afianzaron,
Cuando al mar puso sus límites
Para que las aguas no transgredieran su mandato,
Cuando señaló los cimientos de la tierra,
Yo estaba entonces junto a Él, como arquitecto;
Y era su delicia de día en día,
Regocijándome en todo tiempo en su presencia,
Regocijándome en el mundo, en su tierra,
Y teniendo mis delicias con los hijos de los
hombres.”
(Proverbios 8:22-31)
Aquí estaba
el Logos, la Palabra del Dios eterno... anhelando expresarse, manifestarse,
para revelar el corazón del Padre. Estaba ahí en cada fase de la obra creativa
de Dios. “Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin Él nada de lo
que ha sido hecho, fue hecho.”
(Juan 1:3). Era el artífice divino, aparentemente separado de Dios porque Él
procedía de Él para vivir con los hombres... pero Él era la Palabra del Padre
en carne. Y reveló al Padre tan absoluta y completamente que no faltó nada del
carácter y de la naturaleza de Dios en nuestro Señor Jesús mientras anduvo aquí
en la tierra.
La Vieja Creación...Lugar de siembra de la
Nueva
Hemos
enfatizado que Dios debe revelarse a Sí mismo a Su creación completamente, por
causa de quién es Él. Fue con un propósito y un designio específico que Dios no
aniquilara la vieja creación y comenzara a crear la nueva. Necesitaba ambas
creaciones...la que cayó en futilidad, y la que Él levantaría a la vida y a la
gloria. La vieja creación se convertiría en la tierra fértil donde Él dejaría
caer la semilla que produciría la nueva.
Lo viejo había de convertirse en el vientre, del que nacería una Nueva
Creación. Y la vieja creación incluso ahora se encuentra atada a la corrupción
y a la descomposición, con dolores de parto, clamando por la liberación que
vendrá con “la manifestación de los hijos de Dios.” (Lee Romanos 8:19-21).
Podemos estar
inclinados a mirar al fluir del amor de Dios en la Redención meramente como el
remedio divino a la Caída. Cierto, es todo eso, y debemos alabarle por siempre
por Su gloriosa Redención. Pero es mucho más que un remedio. Puesto que el plan
de Redención precedía a la creación del hombre, y a la caída del hombre. Dios
tenía un “propósito eterno” en cuanto a Sus escogidos, incluso “antes de la
fundación del mundo” (Rom. 16:25; Efesios 1:4). Y en el Libro del Apocalipsis
vemos al “Cordero que fue inmolado desde la fundación del Mundo.” (Apocalipsis
13:8). Dios
vio apropiado usar la vieja creación y al hombre caído en particular, como el
vaso por medio del cual Él revelaría la plenitud y la conclusión de Su gloria.
¿Cómo conoceremos la plenitud de la luz, si no hemos conocido la oscuridad?
¿Cómo conoceremos la plenitud de la paciencia y longanimidad de Dios a menos
que Él se limite a Sí mismo, soportando dolorosamente todo el tiempo que dure
el reinado del mal? ¿Cómo conoceremos las profundidades infinitas de Su amor, a
no ser por la revelación de la Cruz, donde Dios colmó de Su misericordia y de
Su compasión a rebeldes como tú y yo? Dios necesitaba Su plan infinito de
Redención para una completa manifestación de Sus inescrutables atributos.
Sin embargo, lo mejor es no tratar de
figurarnos estas cosas desde nuestra mente natural. Por la fe entendemos los
misterios de Dios... no porque Él dé la sabiduría para razonarlo todo, sino
porque sabemos que hay un reposo en Dios cuando creemos lo que Él hablado. Y
así, el apóstol nos dice, “Por la fe entendemos que
el universo fue preparado por la palabra de Dios...” (Heb. 11:3). Sigue
diciéndonos que las cosas que vemos fueron hechas del ámbito de lo invisible, y
lo deja ahí. Con esta clase de “entendimiento por la fe”, si podemos llamarlo
así, “entendemos” lo que nuestros más grandes científicos no pueden entender.
Están gastando miles de millones de dólares con la esperanza de hacer este
descubrimiento: ¿Cómo se formó este universo? Sabemos cómo. Porque Dios nos ha
dado una facultad que está muchos allá de la que poseen cualquiera de los
intelectuales de la tierra—la facultad de la fe. Donde nuestras mentes no
pueden llegar, paramos ahí mismo—y la fe se convierte en la razón por la que
entendemos. “Y dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz” (Gén. 1:3). Bienaventurados
somos si podemos aprender a parar justo aquí, especialmente cuando nos damos
cuenta de que estamos tratando con cosas eternas—y encontramos reposo verdadero
y gozo en creer lo que Dios ha hablado.
Sabemos que
Dios permitió a la vieja creación hundirse en futilidad, con la expectativa de
la redención (lee Rom. 8:19-21). Él hace que la luz brille de la oscuridad. De
las profundidades del pecado y de la depravación, la justicia y la santidad de
Dios brillaron en asombrosa gracia. En
un mundo de odio y rebelión contra Dios, Él muestra misericordia, compasión y
amor más allá de los confines del pecado y de la oscuridad. En la larguísima
rebelión duradera y persistente del hombre contra su Creador, Dios está
mostrando las profundidades de Su paciencia y longanimidad de una forma que
nunca habría podido demostrar antes de la caída del hombre (Rom. 9:22,23).
Pero seamos cautelosos, no sea que
reconociendo estos principios, caigamos en la trampa de llamar malo a lo bueno
y bueno a lo malo. No sea que digamos que Dios no puede juzgar el mal, porque
es Su designio que el hombre cayera para que Él pudiera redimirlo. Y no sea que
digamos que Dios hizo a Satanás tal y como él es ahora mismo, para poder mostrar
su propia gloria. Tales suposiciones no sólo son vanas, sino que calumnian a
Dios; y el apóstol nos dice que los que dicen tales cosas caen bajo los justos
juicios de Dios. (Lee Romanos 3:5-8). (Nota: Hemos dicho más sobre el Origen
del Mal en el estudio, ¿Quién Eres Tú?).
Redención,
La obra maestra de Dios
En el corazón del artista o del músico
o artífice—alguien con unos talentos creativos especiales—siempre hay ese deseo
inherente de sacar adelante su obra maestra. Lo intenta una y otra vez, pero queda
insatisfecho. Siempre hay ese persistente sentido de fracaso...”Todavía no lo
he conseguido.... No estoy satisfecho. No puedo descansar hasta haber hecho lo
mejor... ¡Y definitivamente no es esto!” Y aún así, no importa cuántas veces lo
intente, generalmente termina con el sentimiento, “Podría haber sido mejor...
Debo intentarlo de nuevo.”
Ahora bien, Dios es el Artista
infinito, el Constructor y el Arquitecto de todas las cosas. A diferencia de
los “jefes” de la tierra, Él no lo intenta una y otra y otra vez; pero con
frecuencia parece que es así. Y al evolucionista le gustaría que nosotros
imagináramos que es así como es. Podríamos tener la impresión de que Dios
intentaba hacer a un hombre perfecto cuando Él hizo a Adán... y que después
fracasó. Que intentara tener a una nación santa en Israel.... y que hubiera
fracasado. Que intentara establecer un poderoso reino en David o Salomón,... y
que hubiera fracasado. Pero no es así. En lugar de esto, Él estaba demostrando
una y otra vez la futilidad del hombre, y la incapacidad del hombre de mantener
el orden y la belleza en una creación caída. Pero debajo de todo esto se
hallaba el hilo escarlata de la Redención, mientras esperaba con gran paciencia
y longanimidad el día en que Él mismo intervendría y produciría la Obra maestra
final de Sus manos creativas.
Así, tenemos la historia de la
Redención. Es ahí donde Dios derramó todo lo que Él tenía en la obra creativa
de Sus manos, y encontró descanso y deleite en un pueblo que Él creó para Su
gloria, puesto que el apóstol Pablo nos dice que “Somos hechura Suya” (Efe.
2:10). Para producir nuestra Redención, Dios derramó todo lo que Él tenía, todo
lo que Él es... para la redención de Su pueblo. Así que en realidad, “¡Somos Su
Obra Maestra!” Le costó a Dios todo lo que Él tenía... hasta Su Hijo unigénito.
Y nunca apreciaremos completamente la gloria de la Redención hasta que
entendamos que ¡Fue el Dios Altísimo quién se revistió de carne, y se sometió
al odio y a la mofa de Sus criaturas rebeldes para la redención y
transformación de ellas! Y que fue en esta gran obra creativa que Él halló
satisfacción completa, y pudo levantarse y decir, “Consumado es”. Él hizo esta
declaración, primero desde la Cruz, y aún la ha de declarar de nuevo desde Su
trono exaltado en los cielos (Juan 17:4, 19:30; Apoc. 10:7). Porque lo que
consiguió en la Cruz ha de ser aún consumado en un pueblo hecho entero en
Cristo, y conformado a Su imagen. La vieja creación podía manifestar sólo los
rayos limitados de Su gloria. Se necesitaba la Nueva Creación para que Dios
manifestara el completo esplendor de la Luz de Su gloria. Los redimidos de la
raza de Adán han de ser aún revelados a las más supremas de sus criaturas
celestiales, como Su obra de arte final y perfecta. ¡No es sorprendente que nos
digan que los ángeles desean mirar a las cosas que pertenecen a nuestra
salvación! (1ª Ped. 1:2).
De esta forma, en la redención:....
Vemos a Dios en Su profundidad
infinita; así como a Dios en su altura infinita.
Le vemos rebajándose a los más bajos ámbitos
de las tinieblas, para levantar a un pueblo a los ámbitos más altos de luz.
Vemos la gloria de Su condescendencia,
así como la gloria de Su ascensión.
Vemos la gloria de Su debilidad, así
como la gloria de Su poder.
Vemos la gloria de Su despojo, así
como la gloria de su plenitud.
Vemos la gloria de Su humildad, así
como la gloria de Su exaltación.
Le vemos parándose para escuchar el
clamor de un ciego, Bartimeo.
Y Le vemos montando majestuosamente en
los cielos, como Aquel que conquistó a
todas las fuerzas del mal.
Le vemos montando en Jerusalén, sobre
un pollino de asno.
Y le vemos ascendiendo en las nubes,
con poder y gran gloria.
Le vemos como un Cordero sangriento,
matado para nuestra redención.
Y vemos al mismo Cordero, alto y
exaltado sobre el trono de la Gloria, con los ángeles y los querubines que caen
delante de Él, y a los redimidos de la tierra clamando...
“Cantaban un
cántico nuevo, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos,
porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda
tribu, lengua, pueblo y nación.” (Apocalipsis 5:9).
Y es en y a través de esta extraña
combinación de la debilidad del hombre y de la majestad del Dios Altísimo, que
Él es visto como el Artista de la Nueva Creación. De una forma que ningún
artista o músico jamás ha podido hacer, Dios ha invertido todo lo que Él tiene, todo lo que Él es, en el pueblo a quién Él
redimió para su gloria. No puede hacer más por nosotros—aparte de abrir
nuestros ojos, oídos y corazones para recibir y percibir la plenitud de Su
salvación. De hecho, esto es una gran obra; y por esto mismo clamamos,
esperamos y tenemos nuestra esperanza. Entonces Él será satisfecho. Entonces “Se gozará en ti con alegría, en su amor guardará silencio, se regocijará por ti con
cantos de júbilo.” (Sofonías 3:17).
Pero no pensemos ni por un momento,
que habiendo llegado a la plenitud de gloria, hemos llegado al final. En esta
vida, cuando llegamos al fin de un asunto o al final de la vida... nos
enfrentamos al deterioro y a la descomposición. Pero en la vida de la Nueva
Creación, ¿Cómo podríamos agotar las riquezas de Aquel que es eterno e
infinito? Incluso ahora, como participantes de la Vida Eterna, ha de haber una
expresión de Su gloria dentro de nosotros, y esto debe seguir a través de
tiempos eternos. Aquí, en este corto período de tiempo en nuestras vidas que
nosotros llamamos “tiempo”, solo podemos pausar por un momento, y discernir
débilmente una nueva galaxia de verdad y de revelación mucho más allá de los
límites de nuestra presente constelación espiritual. Pero tan cierto como que
nos encontramos atrapados para Dios y en Su propósito eterno, los reinos de la
eternidad se harán cada vez más y más reales para nosotros. Así, tenemos que
seguir permaneciendo en Él, ahora y todos nuestros días, mientras esperamos la
gloria que aún ha de ser revelada. Porque, ¿Cómo podemos saber, a excepción de
la forma mas fragmentada e incompleta... lo que Dios quiere decir cuando nos
declara que va a “mostrar en los siglos venideros las sobreabundantes
riquezas de su gracia por su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”?
(Efesios 2:7). Tampoco decimos estas cosas para fomentar una mayor
investigación de estas áreas, porque es
cierto que permanecerán oscuras para nosotros hasta que seamos uno con Él en Su
amor. En lugar de esto, nuestra esperanza es que Él nos lleve a una humildad y
a una adoración mayor, porque el conocimiento puede cegarnos la vista
fácilmente para dejar de ver el camino aún más excelente, además de nutrir el
orgullo en nuestros corazones.
“Señor, haznos conocerte más y más, y
verte tal y como eres... al prolongarnos en este breve reino del tiempo, aunque
sólo sea un momento. Si, queremos saber más sobre estos reinos de gloria
eternos... pero ayúdanos a comprender que sólo conseguiremos nuestro objetivo
al llegar a conocerte a Ti mejor. Purga nuestros corazones de pensamientos de
grandeza y haznos aprender paciencia y
humildad y a caminar en amor en un mundo de odio y malicia. Porque el
conocimiento envanece, pero el amor edifica. Concédenos que con toda paciencia
y longanimidad podamos llegar a un lugar de madurez en esta vida, en lugar de
tratar de forzar que se abran las flores de la gracia que Tú prometiste para
los tiempos por venir. Porque ciertamente al hacer eso....oleremos de hecho un
poco de su perfume, pero nunca veremos la gloria de la flor abierta en su plena
madurez.”
Capítulo 2 –
Invierno....Dormido en la Nieve
Gloria en Lugar de Ceniza Parte V – El Huerto de Dios – George H.
Warnock
“Mientras la tierra permanezca, la siembra y
la siega, el frío y el calor,
el verano y el invierno, el día y la noche, nunca cesarán.” (Génesis 8:22)
Este fue el
pacto de Dios con Noé cuando él y su familia salieron del arca. Dios había
ordenado nuestras estaciones. En los siguientes capítulos quiero hablar sobre
cada una de las estaciones por turno... siendo nuestro énfasis el tiempo de la
cosecha, y lo que busca nuestro Labrador en el día de la cosecha. Y aunque hay
muchos lugares en la tierra donde sólo se reconocen dos estaciones (algunos
lugares quizás sólo una)... aquí, en el extremo norte dónde vivimos, siempre
esperamos cuatro estaciones. Oficialmente nuestros inviernos se supone que
empiezan sobre la tercera semana de Diciembre, y la primavera se supone que
sigue después de la tercera semana de Marzo. Pero el invierno es un visitante
que aparecerá antes de la fecha programada de Diciembre, un visitante que
parece prolongar su estancia mucho más que la fecha programada de Marzo. Puede
marcharse durante un tiempo corto cuando se le recuerda que ha llegado la
“primavera”. Pero generalmente volverá a visitarnos varias veces durante los
dos meses siguientes antes de marcharse del país... solo para decir “¡Hola... y
Adiós!”. Pero sabemos que Dios ha ordenado las estaciones dondequiera que
vivamos en este planeta; y Él nos ha hecho lo suficientemente duros para
sobrevivir a los peores inviernos. No negando, por supuesto, que muchos de
nuestros vecinos migrarán al profundo sur al acercarse Diciembre. “Pájaros
invernales” es cómo les llaman los que viven en esos climas cálidos. Pero llega
la primavera y nuestros “pájaros invernales” regresan para disfrutar de
nuestros hermosos veranos aquí en el extremo norte. Así, consideraremos las
estaciones como cuatro,... invierno, primavera, verano y otoño... y en ese
orden porque Jesús dijo, “La cosecha es el fin del mundo.”
Entra en mi
huerto, donde la nieve está amontonada, y debajo todo está helado y sin vida.
Lo único que puedes ver es un cuadro de muerte y de frialdad. No hay signo de
vida y nada deleita al ojo. Todo yace en silencio y desnudo debajo de un manto
de nieve. Si algo creciera aquí, nadie lo detectaría ahora. Parece tan trágico.
¿Qué podría haber sucedido?
Por supuesto,
estamos muy familiarizados con las estaciones y sabemos que simplemente no es
el tiempo del crecimiento; y estamos contentos de dejar que la naturaleza tome
su curso. Pero no así en el reino espiritual. Nunca debemos tolerar ningunos
pensamientos negativos de frialdad y de esterilidad. A pesar de la temperatura
o de la nieve, o de la estación—insistimos en sembrar alguna semilla o en
recoger una cosecha, o en buscar al
Señor para recibir lluvias de bendición. Sé que tenemos que estar “siempre listos”
para hacer la voluntad de Dios. Pero Jesús dijo, “Mi tiempo aún no ha llegado,
pero vuestro tiempo es siempre oportuno.” (Juan 7:6). Los hijos disciplinados
no están “siempre listos” para hacer lo que piensan que hay que hacer. Pero
estan siempre listos para obedecer la voz de Su Señor y Maestro en todo tiempo.
Se mueven con el Espíritu de Dios... no con el suyo propio.
En el propósito de Dios hay estaciones
y tiempos para cosas opuestas. Y Dios querría que supiéramos que las cosas que
son contrarias a nosotros, incluso estas cosas se hacen parte del plan de Dios,
que sabe como “obrar todas las cosas para bien a los que aman a Dios.” Pablo
experimentó estas operaciones y por tanto, podía testificar “que las circunstancias en que me he visto, han redundado en
el mayor progreso del evangelio.”(Fil. 1:12). Se encontró a sí mismo “aprobado”
como ministro de Dios, “en la palabra de verdad, en el poder de Dios; por armas
de justicia para la derecha y para la izquierda; en honra y en deshonra, en
mala fama y en buena fama; como impostores, pero veraces; como desconocidos,
pero bien conocidos; como moribundos, y he aquí, vivimos; como castigados, pero
no condenados a muerte; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres,
pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo.”
(2ª Cor. 6:7-10). Sabía que había estaciones opuestas en la vida y que al ser
fiel “a tiempo y fuera de tiempo”... Dios sería glorificado en su vida y
ministerio.
No culpemos
al diablo por cada situación incómoda. Es Dios quien envía el invierno...
porque Él estableció todas las estaciones. ¿O es Dios quién envía el austro, y
Satanás quién envía el viento del norte? No, ¡Es Dios! “Despierta,
viento del norte,
y ven, viento del sur; haced que mi huerto exhale fragancia...” (Cantar de los
Cantares 4:16). ¡No, es Dios!
“Envía sus órdenes a la tierra;
Su palabra corre velozmente.
Manda la nieve como lana;
Esparce la escarcha cual ceniza
Arroja su hielo como migas de pan;
¿Quién puede resistir ante su frío?”
(Salmos 147:15-17)
Es Dios quién lo “envía” y quiere que
sepamos que es parte del ciclo que Él estableció para el bien del hombre.
Quiere que nosotros sepamos que bajo el abrigo de la nieve y el hielo, hay una
promesa de esperanza. ¡Esperanza de primavera para la próxima estación! No puede haber una
primavera real si no hay un invierno real. Sólo disfrutan la primavera real los
que han vivido a través de los largos y tristes días y noches de nuestros
inviernos norteños. Los que viven en climas cálidos todo el año, saben poco o
nada de la nieve y del hielo y de las heladas y las tormentas de nieve del
norte invernal.
No puedes fabricar el verdadero gozo
del Señor. El gozo del Señor nace de la pena, de la esterilidad y del
sufrimiento. No llamas a las aves cuando el invierno ha terminado; simplemente
aparecen cuando llega la estación correcta. Disfrutamos oyendo el piar del
petirrojo cuando la nieve todavía está en el suelo y los días son fríos.
Sabemos que la primavera no está lejos.
“El gozo del Señor” es lo que viene
con cada medida de la Cruz que Él coloca sobre nuestros hombros. No es nuestro
gozo, sino el Suyo... y el nuestro cuando nos identificamos con Él en sus
sufrimientos... creyendo dónde no podemos ver y esperando con resistencia el
cumplimiento de la promesa cuando todo parece opuesto a ello. Es el gozo que
sigue a la vida sacrificada derramada ante Sus pies, y su perfume llenando toda
la casa donde Él está sentado. A ese sacrificio del espíritu contrito y
humillado, Él mismo añade el aceite puro de la unción que contiene todo el
perfume de la mirra, de la canela y del cálamo y la casia, y lo derrama sobre
Su pueblo. Pero este aceite santo también contenía ingredientes de amargura
(Éxodo 30:23-33). Porque Él es el Sumo
Sacerdote, que ha sido “ungido con óleo de alegría más que Sus compañeros” y
quien comparte esa unción con ellos, al unirse a Él. Es su gozo y Su alegría...
y nuestros cuando permanecemos en ÉL y participamos de sus padecimientos.
Gozo...
Incluso en el invierno
“Alabad al
SEÑOR desde la tierra... fuego y granizo,
nieve y bruma;
Viento
tempestuoso que cumple su palabra.”
(Salmos
148:7-8).
Las hermanas llorosas dijeron, “Señor,
Si hubieras estado aquí mi hermano no habría muerto.” Pero Jesús ya había dicho
a Sus discípulos que era para la gloria de Dios que Él no hubiera estado allí.
¡El viento tempestuoso cumple Su
Palabra!
“¿Qué discusiones son estas que tenéis entre vosotros
mientras vais andando?” Y ellos se detuvieron, con semblante triste. ”¿Eres tú el único visitante en Jerusalén que no sabe las
cosas que en ella han acontecido en estos días?” ”¿Qué cosas?” Y ellos le dijeron: “Las referentes a Jesús
el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obra y en palabra delante de Dios y
de todo el pueblo. Estábamos seguros de que Él era el Mesías, pero Le
crucificaron hace tres días. Hay rumores de que ha resucitado, ¡Pero es difícil
creerlo!” ¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su Palabra!
María Magdalena se quedó llorando junto al sepulcro y sus ojos se llenaron de
tantas lágrimas que no podía discernir el rostro de Aquel a quien ella amaba, a
su lado. ¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su Palabra!
Escucha el triste lamento de Jacob: “José no parece y Simeón tampoco; y a Benjamín le llevaréis; ¡contra mí son todas estas cosas!” Si sólo supiera... Todas estas cosas estaban obrando para bien y para la gloria de Dios, que había sacado a José de la prisión y lo había sentado sobre príncipes. ¡Vientos tempestuosos cumpliendo Su palabra!”
“No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara”, dijo Noemí a sus amigos y familiares en Israel
cuando regresaba de la tierra de Moab. “Porque el Todopoderoso me ha afligido”.
¡Qué poco podía ella imaginar que Dios estaba obrando en su vida el secreto de
Su propia voluntad, y preparando el camino para el nacimiento de David, y del
Hijo de David y el Señor en los siglos por venir! ¡Vientos tempestuosos
cumpliendo Su palabra!
Capítulo 3
–Primavera ... Despertando a la Nueva Vida
Gloria
en Lugar de Ceniza Parte V – El Huerto
de Dios – George H. Warnock
CAPÍTULO 3 – PRIMAVERA... DESPERTANDO
A LA NUEVA VIDA
“Envía
su palabra y los derrite; hace soplar su viento y el agua corre.” (Salmos 147:18)
El invierno no es una tragedia... Es
una promesa de la venida de la primavera. Las tristezas de Sus amados se
transforman por Su amor y por Su gracia en gozos de triunfo. Es el propósito de
Dios y nuestro reconocimiento del mismo lo que convierte a la tragedia en una
promesa, al oscuro nubarrón en un rayo de esperaza. Dije “nuestro
reconocimiento de lo mismo”, y no nuestro entendimiento de ello. Porque la fe
está ahí para cada hora de necesidad,
para sobrepasar a nuestro entendimiento y así, impartir el gozo y la
seguridad que nunca podría traer el conocimiento absoluto y completo de la
situación. “Sabemos que Dios dispone todas las cosas
para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su
propósito.” (Rom. 8:28). Fíjate de nuevo que es “de acuerdo con Su propósito”.
Y el propósito del invierno es preparar la tierra para la primavera. La nieve y
el hielo se apilan sobre los montes y colinas para que cuando llegue la
primavera, pueda haber una poderosa corriente de agua que bendiga la tierra.
Hay “tesoros de la nieve” (Job 38:22). Y la tierra descubrirá en el tiempo de
la primavera... como se derrite la nieve y los ríos se llenan de agua, y fluyen
por toda la tierra.
¿Pero qué es
lo que marca la diferencia entre el invierno y la primavera? ¿Qué marca la
diferencia entre en viento del norte y el austro? Sólo el ciclo del propósito
de Dios. El sol es tan brillante en invierno como en verano. Es la estación que
responde a cada clima diferente. Sentimos el frío del viento del norte; pero
cuando completa el ciclo, se convierte en el viento del sur, el austro. Cuando
viene del norte, es malo y helado, pero además invalida y es devastador. Los
campos verdes se congelan para desolación... los ríos y los arroyos detienen su
curso... la naturaleza parece entrar en una completa paralización. Dale tiempo,
y cuando el viento del norte haya cumplido su propósito, Dios enviará el
austro. Romperá el hielo que cubría la tierra y las aguas, y derretirá la nieve
que había traído previamente. Viene la primavera y “envía su palabra y los
derrite;
hace soplar su viento y el agua corre.” (Salmos
147:18).
Podemos inclinarnos a envidiar a los
que parecen tener un caminar positivo, sin estorbos y consistente con el
Señor—los que parecen haber experimentado muy poco de devastación y de
frustración. Pero con frecuencia falta algo. Puede que no sientas ese fluir de
amabilidad, misericordia, paciencia y longanimidad. Los que han conocido
luchas, perplejidades, esterilidad, derrota y estaciones invernales son los que
descubrirán un gozo peculiar y abundante cuando los vientos comiencen a soplar
del sur. Estos son los que encuentran fácil derretirse en Su presencia en la
maravillosa hora de la primavera, y fluir juntos en el poderoso río de Dios. La
Iglesia puede parecer muy poderosa e impresionante, pero fría y sin vida. La
nieve y el hielo amontonados en las montañas presentan un hermoso cuadro
escénico, pero cada pico cubierto de nieve sigue manteniendo su propio status
denominacional y cada pequeño copo de nieve su propia identidad egoísta. Dios a
va causar un derretimiento y un fluir juntos... hasta que cada pequeño copo de
nieve y cada pequeño cristal de hielo pierda su identidad en el poderoso Río de
Dios. Entonces estará “lleno de agua”, como dijo el salmista... para bendecir
la tierra por la que fluye. No puede haber una unidad real aparte de una unión
vital con Cristo por el Espíritu Santo... al hacer Dios que Su pueblo se
derrita bajo la mirada del Sol de Justicia, pierda su identidad como miembros
de esta iglesia o de esa.... y fluyan juntos en el Río de Dios. No estamos
hablando de “todas las iglesias” fluyendo juntas bajo alguna clase de unión
ecuménica, organizada y controlada por los hombres que edifican algo para su
propia gloria. Al contrario, hablamos de esos miembros del cuerpo de Cristo,
que son lavados en Su sangre y son nacidos de Su Espíritu.
La
explosión de la Primavera
Ven a mi Jardín cuando irrumpa la
primavera sobre nosotros. Ya no hay más lamentación por el frío sufrido. Ya no
hay más condenación sobre otros por haber causado un invierno tan duro y tan
frío. Ni siquiera seguimos sintiéndonos mal por nosotros mismos... sólo por
haber entendido mal a Dios por las horas de la crudeza invernal. Ahora podemos
afirmar con el apóstol, “la tribulación produce paciencia, y la paciencia,
prueba y la prueba, esperanza, y la esperanza no avergüenza, porque el amor de
Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue
dado.” (Rom. 5:3-5). Ahora podemos decir con el corazón contrito de José, “no os entristezcáis ni os pese por haberme vendido aquí;
pues para preservar vidas me envió Dios delante de vosotros.” (Gén. 45:5).
Ahora podemos decir con Job, “He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora
mis ojos te ven. Por eso me retracto y me arrepiento en polvo y ceniza.” (Job
42:5-6). Antes de su prueba tenía cierto conocimiento de Dios... un concepto
teológico de Dios, pero todo esto pasa en la manifestación de Su presencia. No
era fácil ver el sol al estar bajo la nieve, helado y frío, inmóvil e
indiferente. Pero estaba en todo eso,
brillando tan brillantemente como siempre y tan caliente como siempre también.
La misma palabra de Dios que trajo el invierno, igualmente trajo la hora de la
primavera. La misma palabra que vino a José en sueños y revelaciones,
igualmente le llevó a Egipto, y le probó con barras de bronce... y más tarde le
liberó para traer vida y bendición a Egipto y a Canaán y a otras naciones que
habían experimentado el hambre. “Hasta que su palabra (predicción) se cumplió; la palabra del SEÑOR lo puso a prueba.”(Salmos
105:19). Dios no nos ama menos cuando yacemos helados bajo el suelo, ni más
cuando comenzamos a germinar y a brotar ante el calor de la primavera. Lo único
es que sentimos más Su amor en el tiempo de la primavera. Pero ambas
condiciones son necesarias para la operación de Sus propósitos especiales
propios. La prueba del verdadero amor no es lo bien que se aprecia. Más
bien--¿Estamos andando en obediencia al Señor? “El que tiene mis mandamientos y
los guarda, ése es el que ama.” (Juan 14:21). Este es el termómetro que prueba
nuestro amor... ¿estamos haciendo lo que Él quiere que hagamos? ¿Estamos
guardando Sus palabras... palabras que proceden del corazón del Padre? (Juan
14:23,24).
El
hogar del hombre es un huerto
El primer hombre Adán fue puesto en un
jardín. Todo lo que había en ese jardín procedía de la Palabra, el Logos. Todo
era “muy bueno”, y Adán tenía que cuidarlo y mantenerlo. (Gén.2:15). De forma
que en la Nueva Creación, Dios planta a Su pueblo en un Huerto. El Río de Vida
fluye en medio de él, desde el Trono de Dios. Junto a la orilla del río crece
el Libro de la Vida, que da toda clase de fruto, “dando
su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para sanidad de las naciones.”
(Apocalipsis 22:2). Es un reino celestial el que miramos... pero es un reino
celestial aquí en la tierra. ¿No vamos a vivir en el Cielo? ¡Por supuesto! Pero
los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra están muy juntos... y la luz de la gloria
del Cielo radiará por toda la tierra. Tendremos acceso libre a ambos reinos.
Puede que podamos distinguir escasamente uno del otro... estando uno tan
inmerso en el otro. Y experimentaremos “días del cielo sobre la tierra” mucho
más allá de lo que Moisés contempló cuando habló de la tierra de Canaán (Deut.
11:21). “No habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor.”
(Apocalipsis 21:4). Es porque hay un Árbol de Vida en el Huerto... y los
hombres ya no tendrán prohibido comer de su fruto. No habrá más tristeza, ni
llanto ni dolor... porque las hojas del Árbol son para “sanidad de las
naciones”. En el principio, el primer hombre escogió comer del “árbol de
conocimiento del bien y del mal”... y se le prohibió comer del Árbol de la
Vida. Ahora el hombre come del Árbol de la Vida, para tener salud y vida. Y
aunque sólo vemos en estas cosas “como por espejo, oscuramente”, entendamos que
Dios está obrando en los herederos del Reino de los Cielos ahora, esas
cualidades de vida y de gracia que le harán sentirse “en casa” en el Huerto de
Dios. Las riquezas de la gracia en Cristo Jesús y la bendición de Su Espíritu
están disponibles para nosotros ahora... al participar de “los poderes del
mundo por venir” (Heb. 6:5). No temamos de abusar de la gracia de Dios cuando
Él nos introduzca a estos reinos del Espíritu que pertenecen la próxima era.
Ciertamente es un pequeño fragmento lo que llegaremos a conocer y experimentar
en esta vida. Por tanto, estemos agradecidos por cada don perfecto y bueno que
Él nos conceda ahora... desde esos reinos de vida eterna. Y sigamos orando,
“Venga Tu Reino, Hágase Tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.”
David vio el Río y la Ciudad en una
visión profética y cantó: “Hay un río cuyas
corrientes alegran la ciudad de Dios, las moradas santas del Altísimo.” (Salmos
46:4). Jesús puede haber estado refiriéndose a esto o a lo que dijo Joel sobre
una “fuente” que fluye de la Casa de Dios... cuando se puso en pie el último
día de la fiesta “y exclamó en alta voz, diciendo: Si alguno tiene sed, que
venga a mí y beba.
El que cree en mí, como ha dicho la Escritura:
"De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva." (Juan
7:37,38, lee Joel 3:18).
La verdad es
ese Río de la Vida. Nunca cojamos la noción de que la verdad es algún sistema
de credo y dogma rancio y malgastado que los teólogos han arrancado de la
Biblia y sobre el que ha discutido a lo largo de los siglos. O algo a ser
evitado por la gente espiritual no sea que traiga conflicto, confusión y
contienda. La verdad hace justo lo contrario. Oh, si, provocará contienda entre
los contenciosos y los desobedientes. Pero la verdad viva de Dios unirá y
edificará a los santos, fortaleciendo a quienes la abracen. Será el Urim y el
Tumim en nuestra coraza de justicia, iluminando nuestro camino por dondequiera
que vayamos, guiándonos recto en medio de senderos de oscuridad, e indicando
claramente la voluntad de Dios para nosotros en cada momento de duda y en cada
salida de los caminos.
“La misericordia y la verdad nunca se
aparten de ti;
Átalas a tu cuello,
Escríbelas en la tabla de tu corazón.
Así hallarás favor y buena estimación
Ante los ojos de Dios y de los hombres...
Por el camino de la sabiduría te he conducido,
Por sendas de rectitud te he guiado.
Cuando andes, tus pasos no serán obstruidos,
Y si corres, no tropezarás.
Aférrate a la instrucción, no la sueltes;
Guárdala, porque ella es tu vida.”
(Proverbios 3:3,4 ; 4:11-13)
La verdad te embellecerá... con la
belleza del Señor, con la hermosura de la santidad. Es extraño cuánto nos gusta
lo artificial, cuando Dios en realidad quiere revestirnos de realidad. Sé que
lo artificial puede parecer muy hermoso, por las manos ingeniosas del hombre.
Pero es totalmente falso... está totalmente muerto. (Hace sólo unos días era mi responsabilidad regar las plantas,
puesto que mi esposa estaba de viaje. Incluso regué varias plantas artificiales
que estaban junto con las reales. No noté la diferencia, hasta un par de días
después. ¡Parecían tan reales!). Muchas personas del pueblo de Dios no aprecian
la diferencia. Se enfrascan en la tarea de una alabanza artificial, una
adoración artificial, y siguen con programas artificiales y música artificial
en la casa de Dios. ¡Generalmente es tan bonito! Pero que la verdad viviente
sea una guirnalda de gracia alrededor de nuestro cuello, y un ornamento hermoso
sobre nuestra cabeza. Que la Verdad sea nuestra comida y alimento; porque es
dulce como la miel del panal... como agua de la roca. Pan al hambriento,
sanidad a los enfermos... si salud a los que la abrazan. Impartirá fortaleza en
lugar de debilidad, sustituirá la locura con la sabiduría, y dará entendimiento
y buena discreción en lugar de perplejidad y confusión. Pero debes abrazarla... debes anhelarla más
que a ningún tesoro terrenal. Debes reconocerla más allá de cualquier concepto
de lo bueno y de lo malo que haya preparado tu propio corazón. “Aférrate a la instrucción, no la sueltes;
guárdala, porque ella es tu vida.”(Prov. 4:13). Tú
no te conviertes en el juez de la verdad, solo porque hayas llegado a conocer
la Biblia, o por haber experimentado algunas bendiciones maravillosas de Dios.
En su lugar, debes acercarte a la verdad...
No
a juzgar, sino a ser juzgado;
No
a confirmar tú camino de vida, sino a cambiarlo;
No
a exonerar tus acciones
Sino
a ponerlas completamente desnudas delante del Juez de toda la tierra.
Entonces la verdad fluirá y fluirá y
fluirá... y se revelará, y se revelará, y se revelará; y tú oirás la voz de la
verdad por donde quiera que vayas, sea lo que sea que estés haciendo. Al
limpiarte y purificarte la verdad, así la gloria del Señor se hará cada vez más
brillante. Tus ojos serán iluminados para ver y para observar cosas
maravillosas del reino de lo invisible. Los limpios de corazón verán a Dios.
Tus oídos se aficionarán a escuchar
sonidos y voces de la verdad que tú nunca supiste que estaban ahí. Le verás en
cada amanecer, en las estrellas de la noche, en el arco iris en las nubes. Le
escucharás en cada cántico de ave.
Pero mucho más allá que todo esto—Le
verás en tu hermano y hermana de una manera que jamás consideraste posible, al
caminar junto con ellos en comunión del Espíritu y a la luz que Él derrame en
tu camino.
Sabemos que ninguno de nosotros hemos
alcanzado este alto ideal... pero que sea nuestra constante oración y deseo.
Porque es el deseo del Señor que nos redimió. Él no descansará hasta que Él
haya encontrado para Él mismo un lugar en Su pueblo. No será satisfecho hasta
que Él entre en Su Huerto y participe del precioso fruto.
Preparación
de la tierra
Cuando llegamos a conocer al Señor un
poco más, miramos atrás y nos asombramos de la forma en que Él nos ha guiado y
preparado nuestro camino, incluso antes de que Le conociéramos o Le buscáramos.
Mirando más adelante en la vida, nos damos cuenta que ha habido tantas cosas
incidentales o accidentales que nos han sucedido y que el Señor estableció como
una preparación necesaria para la gracia que Él revelaría en días por venir.
Con frecuencia, muchas cosas que simplemente sucedieron, han probado ser
totalmente providenciales. Cuando nuestros corazones se vuelven hacia Él, sólo
Dios en Su gracia y en Su misericordia
sabe como tomar nuestras faltas y correrías del pasado y hacer que se conviertan
en los escalones hacia la gloria. Debe haber sufrimiento por cada acto de
desobediencia y de rebelión; pero cuando Él vuelve nuestros corazones
completamente hacia Él, descubrimos que él ha estado preparando y disciplinando
a Sus hijos para que Él pueda tener un Huerto fructífero para su propio
deleite.
Remover los terrones puede ser una
clase de trabajo inútil y sin objetivo aparente. Pero el Labrador debe hacerlo
si la tierra ha de recibir la semilla y la lluvia que la haga germinar. ¿Por
qué tenía que pasarme esto a mí? No lo sé, pero sí sé que la tierra del corazón
debe estar rota. Sólo el corazón contrito y humillado puede recibir la semilla
de verdad que germinará y echará raíz y
florecerá. ¡Oh, si! Yo podría recibir la verdad con un gozo fugaz cuando llegue
a mi corazón intacto. ¡Pero Jesús nos advierte que la tierra pedregosa recibe
de hecho la palabra con gozo! Pero sólo por un tiempo. Cuando las pruebas de la
vida llegan, esa clase de gozo se seca rápidamente... dejando con frecuencia al
corazón seco y estéril. Tenemos todas las razones para cuestionar cuánto
realmente bueno se cumple con muchos de nuestros programas de iglesia hoy día.
Puede haber muchas “bendiciones”, y mucho “gozo” artificial, pero no estamos
hablando de eso. ¿Está Dios penetrando en los corazones de Su pueblo? ¿Estamos
satisfechos con el placer de sentirnos bien, y todo el tiempo preocupándonos
menos de que el Señor quite la amargura, los sentimientos de endurecimiento
contra Dios y nuestro hermano, y todas esas operaciones de la mente carnal?
Venid, rompamos nuestra tierra en
barbecho; “Porque es tiempo de buscar al SEÑOR
hasta que venga a enseñaros justicia.”
(Oseas 10:12). Venid, rompamos el jarrón de alabastro a los pies de Jesús.
Sometámonos bajo Su mano poderosa, porque Él es el gran Labrador que anhela
plantar una semilla dentro de nosotros que reproduzca Su propia imagen,
naturaleza y carácter. Queremos ser como Jesús. Pero somos sólo la tierra, solo
la suciedad de la vieja creación. ¿Cómo podríamos ser como Él? Sólo recibiendo
la Semilla de vida dentro de nuestra pequeña tierra, y dejando que Él se
reproduzca a Sí mismo en toda Su gloriosa semejanza. Y entonces, de la tierra
que somos brota nueva vida desde Su mano creativa. Pablo dijo “que aunque
nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se
renueva de día en día.” (2ª Corintios 4:16).
La Primavera... Sale el Sembrador
“He aquí, el
sembrador salió a sembrar...” (Mat. 13:3)
La herencia de Dios es Huerto y
Edificio, y hay mucho escrito en la Palabra respecto de ambos aspectos de la
obra de Dios en Su pueblo. “Porque nosotros somos
colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.” (1ª
Cor. 3:9). Dios esta edificando un Templo para Su gloria; y parece que el
ministerio ha enfatizado de forma generalizada el “programa de construcción” de
Dios en lugar de la “siembra” de la buena semilla y el fruto que procede de
ello. Tenemos que ver ambas caras del cuadro. Si lo que hacemos no es por la
unción y la dirección de Su Espíritu, trabajamos en vano. “Porque nosotros
somos colaboradores de (junto con)
Dios”, no
“para Dios” (v. 9). No hemos de perder de vista el hecho de que sólo mediante
una unión permanente con Cristo vamos a producir el “buen fruto” que Él está buscando.
Cualquier tipo de edificio que construyamos, si no es de acuerdo con la Ley del
Espíritu de Vida en Cristo Jesús... se convertirá en humo en el Día del Juicio,
como “madera, heno, hojarasca” (v. 13). En todo lo que hagamos, debemos saber
que ningún hombre es nada excepto lo que Dios le hace ser por su gracia
soberana. Todavía nos inclinamos a preferir una planta del Huerto de Dios por
encima de otra, un ministerio por encima de otro, y esto es totalmente carnal.
Dios no ve a ningún hombre ante de Él... a excepción de lo que Él le hace ser
por su propia gracia redentora y misericordia.
“Yo planté,
Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino
Dios que da el crecimiento.” (1ª Cor. 3:6-7).
De esta forma
sale el “sembrador” con su cesto de semillas, llorando al caminar. La tierra no
tiene tan buen aspecto... pero sabe que la Simiente es buena, y espera y confía
que la mayor parte de ella caerá en buena tierra y brotará para vida eterna. El
tiene la confianza de que si Dios le dio
la semilla para sembrar, entonces el Labrador se asegurará de preparar la
tierra. Claro que sabe que alguna semilla puede perderse si el corazón “se ha
desviado del camino”. Está demasiado cerca del camino y las aves pronto la encontrarán y la
devorarán. Y en el campo habrá también áreas pedregosas... que permitirán una
germinación rápida y crecimiento; pero al no tener profundidad la tierra,
pronto se secará. Y otras partes de la misma tendrán “espinos”, que esperamos y
oramos que el Labrador quite, al tratar con aquellos han sido engañados por las
riquezas y se han enfrascado con los afanes de la vida. Pero Él ha prometido
que habrá buena tierra para la buena semilla y que habrá una “buena”
cosecha:”Éste sí da fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta y otro a
treinta.” (Mateo 13:23).
Con esta
confianza, somos sostenidos al avanzar con nuestro cesto de semillas, sabiendo
que “El que con
lágrimas anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de alegría, trayendo sus
gavillas.” (Salmos 126:6).
La Semilla es dispersada
La semilla no
es plantada completamente en un montón, es dispersada. Sé que la buena semilla
es la Palabra de Dios; pero la buena semilla también es llamada “los hijos del
reino” (Mateo 13:38). No temamos dispersar a “los hijos del reino”. Claro que
por un tiempo el grano se almacena en un granero. Y por supuesto, nos gusta
esta clase de unidad: cuando las multitudes del pueblo de Dios están juntas en
un lugar. Pero sólo por un tiempo. El propósito de Dios es que la semilla sea
dispersada para que poder producir según su naturaleza en la tierra. Por
supuesto, nuestro Labrador tiene un maravilloso designio y un propósito en todo
esto... no importa cuanto nos guste esta “unidad”. Sus plantas son “plantío del
SEÑOR, para que El sea glorificado”. (Isaías
61:3). Su huerto es hermoso conforme a Su propio designio. No está buscando una
jungla, sino un Huerto fértil... cada árbol, planta y arbusto en su lugar; pero
con espacio suficiente entre ellos para que Él pueda tratar con dada planta
conforme al designio de Su corazón.
Pero está muy
lejos de los conceptos modernos de crecimiento de Iglesia. Tenemos que intentar
reunir al pueblo, en un solo edificio si es posible, en nombre de la unidad.
Plantad la semilla en montes... y cuantas más podáis plantar, mejor. Pero yo
mismo, como labrador aficionado e inexperto, he descubierto que lo mejor es
dejar espacio entre la semilla de forma que cada planta tenga espacio para
crecer. Cierto, yo quiero la unidad... pero quiero dejar espacio para el
crecimiento individual. Algunas veces, inconscientemente he dejado caer
demasiadas semillas de zanahoria en un
mismo lugar. Podría dejarlo así y permitir que crezcan donde está. Y cuando
broten por encima de la tierra, puede que tenga que decirme a mí mismo, ¡Que
unidad maravillosa! Pero cuando intenten crecer, sólo obtendré un desastre de
zanahorias enfermas, en ristra, deformadas, retorcidas y dobladas.
“La unidad
del Espíritu” no tiene nada que ver con apiñar al pueblo de Dios. Hay un
propósito en nuestras asambleas en Su Nombre; Y no hemos de descuidar esto. En
ocasiones Dios mismo puede preparar grandes reuniones con propósitos
especiales. Pero el deseo de Dios para Su pueblo es que puedan tener comunión unos
con otros. ¿Y qué comunión puedes tener sentándote en una congregación de
cientos de personas, mirando las espaldas de los que se sientan delante?
Bueno, es
cierto que durante un minuto o dos, os dais las manos y os deseáis lo
mejor en el Señor. Pero entonces... cada
uno se supone que ha de establecerse en la rutina general de una reunión bien
programada.
La iglesia
primitiva con frecuencia se reunía por las casas de los creyentes. Se reunían
con sus afanes y problemas... para recibir ayuda, o para ayudarse mutuamente.
Hoy día, el concepto de “iglesia hogareña” se considera radical y nuevo. ¿Y qué
si el hogar se llena de gente? Hay otros hogares dispuestos... y la Iglesia
crece unida y fuerte, y se multiplica hasta que la ciudad al completo se sature
con el Evangelio de Cristo, y la Iglesia sea edificada. Sé que esto suena muy
idealista. Y sé que no funciona... es sólo un concepto que estamos intentando
de conseguir que se cumpla. La gente tiene que estar abierta, con hambre, y
dispuesta a mostrar mucha gracia, paciencia y amor. Creo que Dios quiere
llevarnos a eso. Y si no estamos dispuestos a llegar a eso, entonces que los
hombres sigan construyendo sus propios reinos. Eso si funciona muy bien...
desde un punto de vista humano. Pero sólo Dios juzgará en el Día de la Cosecha,
cuánto “buen fruto” es producido.
Nuestro
propósito en reunir no es ajustarnos unos a otros. Es que podamos ser
“conformados a la Imagen del Hijo”. Por lo que en lo que Dios llama “la unidad
del Espíritu” hay un alto grado de discrepancia en el designio de Dios para
cada uno de nosotros “como miembros en particular” en el cuerpo de Cristo. Cada
miembro del cuerpo, cada planta del Huerto de Dios... debe hallar sus propias
raíces en Cristo, y descubrir para sí misma su llamado y posición particular en
Dios.
No fue nada
trágico lo que sucedió cuando Dios “dispersó” a los santos de la iglesia
primitiva por medio de la persecución. Dios estaba detrás de todo eso. Habían
aprendido los caminos del Señor. No hay duda que tenían muchos problemas, en
conexión con la vida comunitaria, miles de ellos amontonados en los hogares de
los creyentes. Pero se amaban unos a otros y deben haber tenido una comunión
tremenda al andar en el temor de Dios y reunirse en los pequeños hogares
repartidos por toda la ciudad. Pero fue sólo durante un tiempo. Habían madurado
hasta ser “buena semilla”, y Jesús había dicho, “El que siembra la buena
semilla es el Hijo del Hombre. Y
el campo es el mundo; y la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña
son los hijos del maligno” (Mateo 13:37-38). El Sembrador quería que esta
semilla preciosa se reprodujera en la tierra; y así, las repartió por todos
sitios. “Así que los que habían sido esparcidos iban predicando la palabra.”
(Hechos 8:4).
Recuerdo
haber leído sobre la Iglesia en China, cuando fue sometida bajo el comunismo.
Las personas eran sacadas de sus casas y obligadas a vivir en comunas que eran
organizadas por el gobierno. Pero Dios, en todos los designios del hombre, sabe
come arreglar todo para Su propia gloria. Por Su designio propio, se propuso
tener “buena semilla” en estas comunas. No pasó mucho tiempo cuando había otras
“buenas semillas” nacidas al Reino en estas comunas controladas por el
gobierno. Pero cuando muchas personas se convertían a Cristo y si muchas
personas se convertían a Cristo, las autoridades ordenaban que fueran
“esparcidas” a lo largo y ancho por otras comunas, para poder extinguir su fe,
o al menos, evitar que siguieran propagándola. Pero esto es exactamente lo que
el Sembrador quería hacer. Eran “buena semilla” y Dios quería sembrar a esta
“buena semilla “ en otras partes de ese país. ¡Dios quiere llenar al mundo
entero con la “buena semilla” para cumplir Sus propósitos!
Dios puede
congregar a Su pueblo en masas durante un tiempo, y con un propósito concreto.
Pero estemos seguros de esto. Si hay “buena semilla” formándose en Su pueblo, a
su debido tiempo habrá dispersión.
La Semilla comienza a germinar
“El sembrador
siembra la palabra” (Marcos 4:14).
“No dice: y a
las descendencias, como refiriéndose a muchas, sino más bien a una: y a tu
descendencia, es decir, Cristo.” (Gálatas 3:16)
La vida
cristiana no es una imitación de Cristo, sino es Cristo reproduciéndose en los
corazones de los hombres. Debe haber nuevo nacimiento y una revelación
constante de la vida de la nueva creación: “No de una simiente corruptible,
sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que
vive y permanece.” (1ª
Ped. 1:23). Como humanos tenemos la tendencia a poner el sello de la finalidad
sobre cualquier cosa que Dios haga, sin darnos cuenta que Dios es vida, y lo
que proceda de Él, debe ser revelado y constante en su operación. Es cierto que
hay experiencias instantáneas en nuestro caminar con el Señor y nos gozamos en
ellas. Pero Dios desea un continuo revelar en nuestras vidas de “gloria en
gloria”. Para que en todas las experiencias subsecuentes que broten de la nueva
vida en Cristo, haya un fortalecimiento y una profundización en nuestra
relación con Él. Cualquier experiencia que no produzca esta profundización en
nuestra relación con Él, falla a la intención de Dios. Ha habido mucha
controversia en cuanto a doctrinas de la primera bendición, la segunda
bendición y la tercera bendición. Pero la doctrina de avanzar con Dios a nuevos
ámbitos de gracia y gloria día a día y año tras año, no se entiende
generalmente como el plan de Dios para Su pueblo. De este modo tenemos a ese
tipo de cristiano que “gana” y que “pierde”... siempre ganado y siempre
perdiendo la bendición, en lugar de reconocer que ya han sido y que ya
están “bendecidos con toda bendición
espiritual en los lugares celestiales en Cristo.” (Efes. 1:3). Por otro lado,
muchos que saben que ésta es su herencia, se contentan con detenerse aquí y
quedarse con ese conocimiento. Pero las provisiones de gracia de Dios pretenden
llevarnos a dimensiones mayores y mayores del conocimiento del Señor. No es
suficiente simplemente convertirse en esa buena semilla, el buen grano, el buen
bulbo—no importa cuán santos pensemos que somos. Debe haber un corte completo,
una entrada completa a la nueva vida. Porque Él nos hizo la clase de semilla
que somos para que cuando fuésemos plantados en Su Huerto, pudiéramos brotar en
nueva vida, conforme a Su buena intención y designio. Nos hizo como somos, no
para que permaneciésemos como estamos, sino para que pudiéramos convertirnos en
lo que Dios quiere que lleguemos a ser. “Si el grano de trigo no cae en tierra
y muere, queda él solo; pero si muere, produce mucho fruto.”
(Juan 12:24). Dios está buscando el
crecimiento y la revelación de la nueva vida que hay ahí. Plantada en buena
tierra para que la buena semilla comience a romperse y a salir. Y cuando esto
suceda nos asombramos con un sentimiento de debilidad y frustración. Estabas
programándolo todo, ¿Y qué es lo que sucede ahora? Dios quiere que descubramos
un nuevo centro y fuente de existencia... en Él. Quiere que la vieja cáscara
caiga para dar lugar a la nueva vida en la que nacimos. Seguimos insistiendo en
que Dios quite la vieja naturaleza. “Sácala de mi, Señor—quita la vieja
naturaleza, esos viejos deseos.” Pero Su deseo es que crecer tanto en nosotros,
hacerse tan grande en nosotros, que simplemente nos partimos y la vieja vida
cae porque no puede habitar con la nueva. Y entonces, esos mandamientos tan
difíciles del Nuevo Pacto, de repente se convierten en la operación del
Espíritu Santo dentro de nosotros. Luchamos por “despojarnos del viejo hombre”
y por “revestirnos del nuevo”. Pero el “viejo hombre” fue crucificado con Jesús
en la Cruz, y tenemos que tomar nuestra cruz y seguirle si vamos a experimentar
nueva vida. La vieja vida fue crucificada en el calvario y Dios quiere que la
nueva vida crezca y crezca hasta que no quede lugar para la vieja. Lo viejo
debe simplemente desintegrarse y caer.
“¿Has podido
salir finalmente?”, “, oh, si”, dice el pequeño brote mientras empuja su
cabecita por encima del suelo.” “Todo el tiempo estuve orando”. Creo que hay
una tremenda necesidad de oración persistente. Pero estemos seguros de que cada
experiencia nueva en Dios es el comienzo de un tiempo nuevo del trato de Dios
con nosotros. Y esto debe continuar hasta que nos conformemos a la imagen de Su
imagen. La nueva vida es visible cuando brota la semilla, pero queda un largo
camino por delante. Cuando el Labrador entra en Su Huerto, se alegra de ver
nuevo crecimiento. Pero busca algo más... y esperará hasta tenerlo.
Luz solar y Lluvia
“Aquel día se dirá: Una viña de vino;
de ella cantad. Yo, el SEÑOR, soy su guardador; a cada momento la riego.
Para que nadie la dañe, la guardo noche y día.” (Isaías 27:2,3).
Yo no me
desanimo en absoluto si no veo ningún fruto creciendo de mis árboles o arbustos
durante la primavera. Pero tengo que darles un cuidado apropiado. Los regaré
porque lo necesitan, no porque pueda discernir algún fruto en la vid. Dios está
bendiciendo a Su pueblo abundantemente por toda la tierra. Dios ama bendecir a
Su pueblo. Pero todo el tiempo Él está bendiciendo, deseando y anhelando “el
fruto de mayor calidad (Miq. 7:1). Dios quiere que entendamos que no nos
bendice porque seamos muy espirituales. Su esperanza es que al regarnos de
cosas buenas, podrá llevarnos al arrepentimiento (Rom.2:4). El Labrador sabe
cuanto pueden aguantar esas débiles plantas... así que si hace mucho calor, las
bendecirá más de lo normal. No porque sean muy espirituales... sino porque son
tiernas y débiles y lo necesitan. El se alegra de hacerlo porque quiere un
Huerto fuerte y sano. Quizás, en ciertas ocasiones algunas se sientan
superiores a otras porque reciben más lluvia que otras. Quizás sus oraciones
son contestadas más rápidamente... saben como recibir cosas de Dios. Tienen
mucha fe. A veces me preocupa oír a algunos jactándose de cómo Dios siempre oye
y contestas sus oraciones. Si realmente aman a Dios y si Dios tiene un amor
especial por ellos, sé que llegará el tiempo en que sus oraciones no sean
respondidas tan rápidamente... al menos no al pedirlas, o de forma que
esperaban. Dios no va a permitir que ninguna de las plantas de Su huerto se
jacte sobre lo fuertes que son sus oraciones o lo fuerte que es su fe. Él sabe
como humillarlas a Su vista, no sea que al bendecirlas demasiado comiencen a
asumir que son más espirituales que otras plantas que crecen junto a ellas.
Algunas plantas están enraizadas más profundamente que otras, y por causa de
esto, no aparentan necesitar una bendición a diario. Sus raíces profundizan
para obtener la humedad muy por debajo de la superficie. Algunas plantas saben
que son bendecidas “con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en
Cristo.” Otras no parecen saber esto, así que les gusta sentir la lluvia
cayendo sobre su cabeza cada día. Pero en cualquier caso, ambas dependen
completamente del Señor para su fuente constante de provisión.
El Labrador
sabe exactamente lo que necesitan y provee en consecuencia. Como Boaz, dejará
“manojos a propósito” para los que están necesitados. Todas estas muestras de
Su amor son muy preciosas para todos nosotros. Pero el propósito de Dios es que
un día Boaz se case con la sierva que mendigaba, y que la haga co-heredera con
él en todo lo que él tiene. Si, Él “Levanta del polvo al pobre, del muladar levanta al necesitado para hacerlos sentar con
los príncipes” (1ª Samuel 2:8). “Bienaventurados los pobres de espíritu porque
de ellos es el Reino de los cielos.” (Mateo. 5:3). Yo entiendo que la palabra
“pobre” en este lugar, y en muchos otros, significa “paupérrimo, mendigo”...
alguien que depende totalmente de lo que otros puedan repartirle. Jesús fue ese
camino. Porque anduvo en completa dependencia del Padre en toda su forma de
vida y ministerio. Tomó esa posición cuando vino a la tierra para redimirnos y
para mostrarnos el Camino de la Vida. Es por nuestra causa que “Él se hizo
pobre para pudiéramos ser hechos ricos.” (2ª Cor. 8:9), “Ricos en fe y
herederos del Reino.” (Santiago 2:5). Dios nos hace ser “pobres
espirituales”... totalmente a merced de nuestro Padre Celestial. ¡Porque Sus
misericordias son grandiosas!
El Labrador
bendice Su Huerto con un propósito en la mente. Da una “medida” a cada hombre
conforme Él lo considera adecuado (Rom. 12:3, 1ª Cor. 12:11). La medida no
conforme al deseo del que recibe, sino conforme al plan y al propósito del que
da. Y ese plan es consistente con Su elección y predestinación, para que al final
podamos surgir como “robles de justicia, plantío del SEÑOR, para que
El sea glorificado.”
(Isaías 61:3). Qué debería importarme a mí si me da un don o nueve dones:
porque lo que Él dé no es mío para que me lo quede, sino mío para darlo a los
demás. Y si Él da más, Él va a demandar
más también. Seremos juzgados en ese día—no de acuerdo con el don que Él dio...
si era poco o mucho... sino para nuestra fidelidad en ministrar el mismo a los
demás, como “buenos administradores de la multiforme gracia de Dios” (1ª Ped.
4:10). En cualquier don o ministerio que Él dé, el propósito de Dios es que lo
derramemos a favor de los demás, según Él dirija y guíe por Su unción. Mi parte
no es consumirme en mí mismo, sino a favor de la hermosura del Huerto entero.
Así pues, ¿Cuál es la diferencia? ¿De qué va toda esta lucha por recibir dones
y bendiciones? Indica una completa ignorancia del propósito de Dios en Su
pueblo. Él da su bendición a quien Él escoja, como y cuando quiera, para sus
bendiciones puedan fluir en Su Huerto, haciéndolo crecer hasta la madurez, “a
la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo” (Efesios 4:13). “Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al
abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de
nuestro Señor Jesucristo.” (2ª Ped. 1:8).
“ Tú
esparciste lluvia abundante, oh Dios, tú fortaleciste tu heredad cuando
estaba extenuada.” (Salmos 68:9). Su Huerto necesita la lluvia por causa de la
sequía y el calor del sol. No para proteger meramente a la planta del sol, sino
para capacitar a la planta para recibir la vida y las virtudes del sol. ¡Sus
plantas se mueren de hambre y piden la lluvia! Pero el labrador tiene Sus
propios motivos. Busca “el precioso fruto” que nazca en su debido tiempo. Y es
en esta esperanza que Él envía la lluvia temprana y la lluvia tardía sobre Su
pueblo: la Lluvia Temprana para hacer que brote la semilla y crezca... y la
Lluvia Tardía, justo antes de la Cosecha, para producir el fruto que el
Labrador ha estado esperando. Dios será fiel en enviar la Lluvia... porque ha
de tener un campo fértil. Ha de tener “precioso fruto” para Su propio deleite.
Floreciendo en tiempos de Hambre
Pero hay
otros, igual de necesitados, que habitan en lugares secos... y sin embargo,
parece que florecen y dan fruto incluso en tiempo de hambre. ¿Por qué? ¿Y por
qué no están viajando por el mundo para encontrar a Dios? Porque han hallado
sus raíces profundamente en Él... y caminan con Él, y Le conocen y se gozan en Su descanso y en Su
amor... incluso en tiempos de sequía y de hambre.
“Sino que en la ley del SEÑOR está su
deleite,
y en su ley medita de día y de noche!
Será como árbol firmemente plantado junto a
corrientes de agua,
que da su fruto a su tiempo,
y su hoja no se marchita;
en todo lo que hace, prospera.”
(Salmos 1:2-3)
¡Cavemos muy
hondo, amados! ¡Porque viene una hambruna a la tierra! Y creo que ya ha
empezado. “No hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír las palabras del SEÑOR.” (Amos 8:11). Pero en ese día Dios
tendrá una “rama fértil” en Egipto ( el mundo, pero no de él)... y este pueblo
como José tendrá pan que compartir con un mundo necesitado y con el famélico
pueblo de Dios:
“Rama fecunda
es José, rama fecunda junto a un manantial; sus
vástagos se extienden sobre el muro. Los arqueros lo atacaron con
furor, lo asaetearon y lo hostigaron; pero su arco permaneció firme y
sus brazos fueron ágiles por las manos del Poderoso de Jacob” (Gén.
49:22-24).
Un verdadero
discípulo del Señor Jesús no es un superviviente. La agenda de Dios para un
discípulo no es que sobreviva, sino que ponga su vida. Quiere bendecirnos
simple y exclusivamente para hacernos una bendición. Y esto requiere que nos
convirtamos en “prisioneros del Señor” para que otras puedan ir libres... para
que podamos ser rotos como pan... y derramados como vino, para que otros puedan
beber y ser bendecidos. Porque el amor de Dios tiene que ver con esto
precisamente; y es éste “derramamiento” lo que nutre el verdadero “gozo del
Señor”... el gozo de ver a muchos hijos llevados a la gloria.
El proceso de Escardado
“Porque como
descienden de los cielos la lluvia y la nieve y no vuelven allá sino que
riegan la tierra, haciéndola producir y germinar...así será mi palabra que
sale de mi boca” (Isaías 55:10,11). Dios nunca pretendió que la lluvia que Él
enviara sobre Su Huerto fuera consumida por malas hierbas, abrojos y espinos.
Su deseo es que Sus plantas absorban la lluvia en lo más profundo de su ser..
.haciéndolas crecer en gracia, producir hojas y flores, y finalmente
produciendo fruto para Su gloria.
El fruto de
nuestras vidas es la prueba final de la sanidad de nuestra doctrina. Debemos
tener buena doctrina. Pero lo final de la buena doctrina es el fruto del
Espíritu que se produce en las vidas de su pueblo. La sana doctrina no es una
balsa estancada de reglas o conceptos teológicos. La sana doctrina está preñada
de vida y produce vida. No hay lugar en el crecimiento cristiano para el
estancamiento, cuando uno finalmente siente “¡Lo he conseguido!...” Primero es
la siembra de la buena semilla, después el brote, después un capullo, después
una flor... y finalmente el fruto. Y sólo Dios puede decidir en el tiempo de la
cosecha, si has producido buen fruto. A lo largo del camino, hay un proceso
creciente, y mucha bendición sobre la planta, pero si no llega a la intención completa del Labrador, toda esa
bendición ha sido en vano.
“Porque
la tierra que bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella y produce
vegetación útil a aquellos a causa de los cuales es cultivada, recibe bendición
de Dios;
pero si produce espinos y abrojos no vale nada, está
próxima a ser maldecida, y termina por ser quemada.” (Heb. 6:7,8).
La misma
lluvia que fortalece y nutre la planta y la hace florecer, fortalecerá y
nutrirá los abrojos y espinos y los hará florecer. Dios sabe esto, y Él no
advierte sobre las malas hierbas. Si estamos bebiendo la lluvia de Dios,
asegurémonos de estar buscándole para saber como erradicar los espinos y los
abrojos; porque crecerán junto a tu maíz y tomates si los dejas. Y florecerán
con la misma lluvia que riega el maíz. Cuando yo construí nuestra casa, era un
proyecto a tiempo parcial, puesto que yo estaba trabajando en mi empleo a
tiempo completo. No tenía tiempo para arrancar los cardos que empezaban a
florecer en mi patio de atrás. No pasó mucho tiempo cuando mis cardos
canadienses comenzaron a crecer hasta una altura de seis pies; y cuando
comencé un jardín años más tarde, me
llevó otros dos años poder controlar las malas hierbas. ¿Cuál fue la causa de
esto? Buenos, esas semillas ya estaban allí. La tierra había sido trabajada
durante la construcción y esto añadió más problemas. Pero fue la preciosa
lluvia del cielo lo que les hizo florecer. Jesús nos advirtió sobre el peligro
de los “espinos” en nuestro huerto, que Él describe como “el afán de este
mundo” y “el engaño de las riquezas, que ahogaron la palabra y se quedó sin
fruto.” (Mat. 13:22).
Entendamos lo
que Dios está mostrándonos. Incluso Su buena lluvia hará que los espinos y
abrojos crezcan en tu corazón, si no son erradicados. La bendición de Dios
sobre nuestras vidas nutrirá el orgullo, la amargura, la contienda, el engaño,
la altivez, la envidia.... y toda clase de deseos heridos, si no somos
cautelosos. No dije que la bendición de Dios lo haría.. Dije que Su bendición
lo alimentaría. Y todo el tiempo puede que te encuentres gozándote en las cosas
grandes que Dios está haciendo en tu vida y ministerio. Lo mejor es que tú y yo
entendamos que con cada bendición que Él dé, el Labrador esta queriendo revelar
“los pensamientos y las intenciones del corazón.” Pablo nos amonesta a que
miremos, no sea que alguien “deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna
raíz de amargura, brotando, cause dificultades y por ella muchos sean
contaminados.” (Heb. 12:15).
“Señor,
ayúdanos a entender que cuánto más avancemos contigo, mayor será nuestra
responsabilidad...
Que cuánto
más recibamos de Ti, más espera Tú recibir de nosotros,
Que cuánto
mayor sea nuestra capacidad de verdad y revelación, mayor será igualmente
nuestra capacidad para el orgullo y el engaño.
Que cuando el
espíritu inmundo sale, y el propietario barre su casa, y la limpia y la
hermosea—el espíritu malo puede regresar con siete peores que él. Si no pedimos
al Señor en serio que venga y habite en nuestra casa—el Enemigo intentará
regresar, y la casa será siete veces peor que antes. (lee Mateo 12:43-45).
Que a menos
que Tú te conviertas en nuestra morada, nuestro centro y la fuente de nuestra
vida, más seremos llenos de nuestros
propios caminos, y consecuentemente, mayor será nuestro engaño.
Pero que
siempre podamos hallar gracia para perder nuestras vidas, sacrificar nuestros
dones, nuestras bendiciones, nuestro todo—para que podamos hallar verdadera
bendición y gozo en la cabeza, en la fuente de Verdad, sólo en Ti.”
Arraigados y Cimentados en Él
Nuestro
Labrador desea que nuestras raíces se cimienten firmemente en Él, lo que
significa que hemos de llegar a depender totalmente de Él. Sólo llevaremos buen
fruto, mucho fruto, más fruto---al hundir nuestras raíces profundamente en la
tierra de Su amor y verdad. “Y el remanente de la casa de Judá que
se salve, echará de nuevo raíces por
debajo y dará fruto por arriba.”
(Isaías 37:31). Esto corresponde con lo que el apóstol Pablo dijo,”que
arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de comprender con todos los
santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de
conocer el amor de Cristo que sobrepasa el conocimiento.” (Efes.3:17-19). Con
frecuencia tengo el sentir de que el pueblo de Dios oye y lee estas cosas
tremendas de la Palabra de Dios—y de alguna manera las pasan de largo
encogiéndose de hombros: “Si, es maravilloso, ¿verdad?” Pero siguen adelante
con sus programas religiosos y engrandeciendo las bendiciones en medio de ello,
como si éstas fueran el objetivo final de la vida. Creo que en nuestro día es
cierto, como también se dijo de Efraín por parte del profeta, “Le escribí diez mil
preceptos de mi ley, pero son considerados como cosa extraña. En cuanto a mis
ofrendas de sacrificio, sacrifican la carne y se la comen... pero el SEÑOR no
se ha complacido en ellas” Después dice, “Pues Israel se ha olvidado de su
Hacedor y ha edificado palacios.” (Oseas 8:12-14). Eran muy diligentes en su
ritual religioso, que Dios ni siquiera quería, y al hacer esas cosas, ¡Se
olvidaron de Su Creador y edificaron templos (palacios)!
Estas grandes
y preciosas verdades respecto a un pueblo que entra en las inagotables riquezas
de Cristo se consideraban cosas extrañas y lejanas. Y van por su
camino ofreciendo sacrificios y edificando templos “para la gloria de Dios”. Y
aún así, en medio y a través de todo esto, Dios está buscando, anhelando... los
sacrificios del “corazón contrito y humillado”. Anhela una morada en los
corazones de Su pueblo. No debemos despreciar las bendiciones, pero Él quiere
que todo esto dé lugar a un ámbito de “permanencia” en Cristo. Mientras
nosotros cumplimos nuestra parte al andar en obediencia, todo el tiempo Él hace
la suya fielmente... escardando, arrancando, trasplantando, cultivado, y
removiendo la tierra. Él está exponiendo fielmente a nuestros enemigos
potenciales a los rayos del Sol de Justicia, para que puedan secarse en Su
presencia. Muchas malas hierbas, muchos abrojos y espinos han sido quitados
completamente de tu vida y de la mía, sin que ni siquiera nos diéramos cuenta,
por causa de Su fidelidad. Pero que no
haya confianza en nosotros mismos en ninguno de nosotros, “porque en nuestra
carne no mora el bien”. Que no haya jactancia de logros espirituales—en dones,
en ministerios, en poderosas operaciones de Dios... porque una jactancia tal ha
nutrido raíces de orgullo y arrogancia en muchos, y los ha asfixiado con hojas
de justicia propia.
La herencia de Dios en Su Pueblo
“Tú los
traerás y los plantarás en el monte de tu heredad.” (Éxodo 15:17).
No es ninguna
experiencia agradable ser arrancado desde las raíces, y plantado en un entorno
completamente nuevo. Puede parecer un poco cruel por parte del Labrador, pero
lo hará con mucho cuidado. Cuando esto suceda, podemos languidecer fácilmente.
Pero como alguien ha dicho, Dios dejará un poco de la tierra vieja en las
raíces, hasta que la planta pueda echar raíces en la tierra nueva. Puede que
nos hayamos sentido muy cómodos en nuestra iglesita, iglesia hogar, en nuestra
denominación o en nuestro mundo de actividad religiosa. Y no pienso que podamos
despreciar la “leche no adulterada de la palabra” con la que Dios nos alimentó
en otros días... ni asumir que somos más maduros de lo que realmente somos.
Porque la Biblia nos dice: “No desprecies a tu madre cuando envejezca.” (Prov. 23:22). Pero
tampoco hemos de estar atados al mandil de nuestra querida madre el resto de
nuestras vidas. Dios planeó desde el principio sembrarnos en el “monte de Su
heredad”. Nunca fue Su intención que echáramos raíces firmes, floreciéramos y
muriéramos en Egipto... ni en el desierto, ni siquiera en Elim, refrescante
durante un tiempo,“donde había doce fuentes de aguas y setenta palmeras” (Éxodo
15:27). Es extraño que el pueblo de Dios, que generalmente se encuentra listo
para expandir sus horizontes por ganancia temporal en los negocios o en la
educación, con tanta frecuencia parezca no tener visión de progreso y de
ampliación más allá del círculo de su actividad religiosa, y parezca no tener
deseo de explorar “las cosas profundas de Dios”. Se considera algo lejano...
una de esas cosas extrañas. Dios
nunca nos trajo donde estamos ahora, para dejarnos aquí el resto de nuestros
días, atravesando la rutina de los servicios religiosos. Su propósito es
sembrarnos en el Monte de Su heredad “el lugar que has hecho para tu
morada, oh SEÑOR, el santuario, oh Señor, que tus manos han
establecido.”(Éxodo 15:17). ¿Quieres decir que Él quiere sembrarnos en Su
propio hogar, en Su propia heredad, en Su propio Huerto? Exactamente. ¿Un
Huerto para embellecer Su propia heredad? ¿Un Huerto que dé fruto para
satisfacer Su propia hambre? Si, Él anhela eso. Pero no tiene hambre de
sacrificio y de ofrenda, ni para las bestias del campo, como Israel pensó. No
de la ceremonia y del ritual. No de los templos que los hombres construyen para
Su gloria. No de nuestros recursos naturales y riquezas. El no tiene deleite en
nada de esto. Entonces, ¿Qué es lo que Él anhela? Quiere entrar, sentarse en
nuestra mesa y comer con nosotros.
En la Puerta de Laodicea
Veo a nuestro Señor quieto, en pie, fuera de
la puerta de la Iglesia de Laodicea, llamando y esperando que alguien Le deje
entrar. Ahí en el interior, hay mucho gozo, buena música y gran cantidad de
acción. Hay programas para todo el mundo, ministraciones para toda buena causa,
pero no mucho para Él. Hay buenas predicaciones, hermosos cánticos corales,
orquestas maravillosas y el golpear de las baterías y de los címbalos para
dejar que cada uno esté con el humor apropiado. Hay una adoración hermosa con
todos los adornos de lazos y banderas. Mucho colorido... oro y escarlata y
plata. Hay júbilo entre la juventud... y una pasiva tolerancia con lo viejo.
Incluso hay manifestaciones proféticas de vez en cuando, generalmente
recordándoles cuánto les ama el Señor y como Dios los está usando para Su
gloria. Pero en general, nadie escucha mucho porque ya lo han oído todo antes.
Pero mientras
todo esto sucede, el Santo de Israel está fuera, a la puerta, llamando y pidiendo
poder entrar. Está fuera porque le expulsaron... con muchas cosas extrañas que
entristecieron Su corazón. O puede que simplemente se haya salido fuera al
darse cuenta de que nadie quería oír lo que Él tenía que decir. No tenía
derecho de dictar ninguna orden de adoración, y ministerio, o de dirigir a la
gente a las aguas tranquilas, o los
verdes pastos... porque el orden de la reunión ya ha sido preparado de
antemano. Vino para ser Señor en sus corazones, y Señor en sus reuniones... y
no serviría en el altar mientras que el anticristo se siente en el trono de sus
corazones. Será Señor en medio de ellos, o en silencio, se marchará fuera de la
puerta.
Pero seguirá
llamando. Seguirá llamando a los que tienen hambre y sed, pidiendo poder
entrar. Durante demasiado tiempo ha sido el gran Benefactor, el Papa Noel de
cada corazón egoísta clamando por más bendiciones, y sanidades y prosperidad.
Ciertamente, quieren todo lo que Dios tiene para ellos. Quieren sanidad y
bendición y prosperidad. Quieren Su sabiduría que capacita para sacar adelante
negocios con gran éxito. Necesitan su ayuda para aumentar la asistencia a su
iglesia, para agrandar los números de sus escuelas dominicales, financiar la
edificación de sus templos, agrandar los programas misioneros, o sus programas
de TV. Quieren que Él ponga Su sello de aprobación sobre todos sus proyectos
maravillosos.
Pero Él
quiere ser el Señor en medio de ellos, como ciertamente es Señor en el Cielo...
y no sólo el oyente silencioso de cada conversación. Así, le vemos fuera de la
puerta porque Él fue echado, y le oímos llamando:
“He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.” (Apoc. 3:20).
“Quiero cenar
contigo”, dice. Pensamos que nosotros somos los necesitados, no Él. ¿Qué podría
darle yo a Él, para que Él desee cenar conmigo en mi casa? Primero que nada,
tenemos que saber qué es lo que Él quiere comer. Jesús dijo que había
encontrado algo que comer cuando los discípulos fueron a la ciudad a comprar
alimentos. ¿Le dio alguien comida mientras estaban fuera? ”Si”, dijo Él, “Tengo
una comida que comer que vosotros no conocéis... Mi comida es hacer la voluntad
del que me envió y que acabe su obra”. (Juan 4:32,32). ¿Pero de donde sacó Él esta
comida? De una mujer pobre y devastada de Samaria que vino a sacar agua del
pozo de Jacob. Y al darle Él el agua y el pan de vida, Él mismo era alimentado
por ella. Jesús no estaba ahí fuera metido en alguna clase de actividad
religiosa para promover su ministerio mesiánico en la tierra. Su agenda era muy
simple. “Vengo para hacer Tu voluntad, Oh Dios...” Y esto se convirtió en Su
pan diario. Por tanto, Su hambre era satisfecha cuando otros participaban del
pan que Él les daba. Su sed era saciada cuando Él derramaba las aguas vivas en
sus vidas.
¿Pero como
puede ser esto? Sólo entenderemos esto cuando aprendamos la verdad de lo que Él
enseñaba. “Es más bienaventurado dar que recibir” (Hechos 20:35). Dios es amor.
Esa es su misma naturaleza, amar... y consecuentemente,
dar. Dio a Su Hijo en el Calvario porque Él es amor. Dios fue grandemente
“bendecido” al dar a Su Hijo, porque el “Amor” sólo es satisfecho cuando otros
son ayudados y bendecidos. ¡Cómo nos gozamos en un Dios que ama tanto, que da!
Pero se da a
Sí mismo de nuevo por Su Espíritu, para poder habitarnos una y otra vez... y
para que podamos encontrar nuestra habitación en Él. Y nosotros nos echamos
atrás. Rechazamos su dadivosidad y lo llamamos herejía. ¿Oh si!, queremos
recibir Su gran salvación.. Su sanidad, Sus dones y bendiciones. Queremos ver
sus poderosas obras en la tierra. Pero Él quiere un pueblo que le reciba en sus
vidas como Señor. Quiere poseernos, y llenar cada área de nuestro ser. Y
nosotros nos echamos atrás. Pensamos que estamos siendo íntegros y abiertos
delante de Señor cuando oramos, “Si, Señor, quiero todo lo que me tengas para
mí.” Pero Dios dice, “Hijo Mío, Quiero todo lo que tú tienes para Mí. Quiero
darme a ti... no solamente cosas que puedas disfrutar. Y sólo puedo darte todo
de Mí cuando Tú me des todo de ti.”
“Dios es
amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.” (1ª
Juan 4:16). Dios es deshonrado grandemente cuando deseamos todo lo que Él tiene
para nosotros, pero dudamos darle todo lo que tenemos para Él. Él quiere que
nos presentemos ante Su altar, como “un sacrificio vivo, santo, aceptable a
Dios” (Rom. 12:1).
Jesús dijo,
“Permaneced en Mí y Yo en vosotros.” Me temo que sólo he pasado por lo
superficial de esto. Nunca he podido entender las profundidades de esta hermosa
declaración. Tan simple... tan llana... tan clara. Pero sin medida... tan
ilimitada... tan inagotable. ¿Quieres decir que Él quiere hacer Su hogar en mí?
¿Y que Él quiere que yo haga mi hogar en Dios? Es tan simple como eso. Y sin
embargo tan lejos de nuestra comprensión. Permanecer en Él en el lugar de la heredad de Dios. ¿Dónde
está Su heredad? En los corazones de los que Le aman, y desean obedecerle y
andar con Él. Porque ésta es la verdadera medida de nuestro amor: “El que me
ama, Mi palabra guardará; Y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada con él.” (Juan 14:23). Él
quiere trasplantarnos, fuera de y lejos de los terrenos baldíos de nuestro
desierto, para introducirnos en el Huerto de Su propia heredad.
El Proceso de la Poda
“Todo
pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo
limpiará para que lleve más fruto.” (Juan 15:2).
Cuando Dios
toma su cuchillo de poda en Su mano y comienza a quitar las ramitas y las ramas
de Sus escogidos, el resultado de ello aparenta ser una completa devastación.
Siempre nos alegramos, por supuesto, cuando Él quita algo que sabemos que hace
daño a nuestro bienestar... algún hábito carnal o un deseo mundano que sabemos
que estorba al gozo de nuestra vida Cristiana. O incluso alguna empresa
religiosa que pensábamos que era para Su gloria... pero que se reveló como algo
vacío, hueco e insatisfactorio. Pero generalmente, nuestro Labrador cortará
mucho más profundo de lo que esperábamos. No soy el juez que juzga, para
empezar, cuánto de tu obra para Dios ha sido una obra carnal. Pero Dios con
frecuencia va a disolver ciertas actividades religiosas incluso si fueron
buenas durante un tiempo. Y la razón por la que nos inquietamos es porque no
comprendemos lo que Dios considera vital para dar buen fruto. Hemos de llegar a
una mente renovada y a amarle más, antes de poder comprender lo que es
realmente agradable a Su vista. Con la mente carnal estamos prestos a asumir
que si la iglesia está floreciendo y las muchedumbres están forzando las
instalaciones... Dios quiere que nos expandamos para poder crecer al mismo
ritmo. Puede que Él te permita hacer eso pero Su deseo puede ser que te separes
en grupos pequeños... para que Él pueda descubrir más y mejor fruta en el
tiempo de la cosecha. El manzano, el peral y el melocotonero... son mucho más
hermosos antes de la poda que después. Pero el agricultor sólo busca el fruto,
y el árbol hermoso a sus ojos es el árbol
que ha sido recortado de forma que pueda producir más y mejor fruto en
la cosecha.
¿Nos da miedo
pedir al Señor que nos pode hasta la forma y tamaño que Él tiene en mente?¿O
seguiremos yendo por nuestro propio camino, con la esperanza de que Él pueda
evitar el cuchillo de la poda por causa de nuestros logros, o por causa de
nuestra ambición por tener éxito en la obra del Maestro? Una vez que captemos
el “camino aún más excelente”, Le pediremos sinceramente que nos quite toda
ramita y rama, cada deseo carnal, cada pedazo de altivez y ambición egoísta...
para que Él pueda venir y hacer Su morada en Su heredad que Él ha redimido para
Su propio deleite. Necesitamos mucha poda en nuestras vidas, para llevarnos al
lugar en el que sinceramente y desde corazones de amor y de gratitud, tengamos
deseo de una sola cosa... que sólo Dios pueda ser glorificado en todo lo que
estamos haciendo.
Capítulo 4 –
Verano... Cálido y Hermoso
Gloria
en Lugar de Ceniza Parte V – El Huerto de Dios – George H. Warnock
CAPÍTULO 4 – VERANO... CÁLIDO Y
HERMOSO
“La higuera
ofrece ya sus primeros frutos, y las viñas en ciernes esparcen su fragancia.
¡Levántate, amada mía! ¡Ven conmigo, mujer hermosa!” (Cantar de Los Cantares
2:13 NVI)
Este es el
tiempo más bonito de todo el año. Apenas podrías desear nada mejor. Cada
planta, cada flor, cada arbusto florece en su lugar, extendiendo sus hojas y
ramas, los capullos floreciendo y mostrando una formación de belleza y una
explosión de color que los de corazón limpio pueden decir solamente, “¡Oh,
Señor, qué grande eres!” Jesús dijo, “Observad cómo crecen los lirios del
campo”. (Mat. 6:28). Pero era en el contexto de decir que Dios deseaba un
pueblo que simplemente permaneciera en Él y que dejara que el Padre Celestial
fuera su vida, y produjera la hermosura que Él tenía en mente. Salomón edificó
un templo glorioso y produjo obras maravillosas por medio de la sabiduría y el
entendimiento que Dios le había dado. Pero en este pasaje el Señor nos está
recordando con el lenguaje secreto de la parábola, que Dios es más glorificado
con la vida que Él pone dentro de nosotros, que por las obras que hacemos por
su poder, sabiduría y capacitación. Me asombra como el pueblo de Dios ahorra
dinero para proyectos en la iglesia que embellezcan el coro o la orquesta, o el
equipo de teatro... con lazos, estandartes y otra clase de oropeles... y piensa
que se relaciona de alguna manera con lo que Dios llama “la hermosura de la
Santidad”.
Nuevas Vestiduras a cambio de las antiguas
Ciertamente podemos ver en el lirio lo
que Dios quiere decir con la hermosura que sobrepasa la gloria de Salomón.
¿Cómo obtuvo un vestido tan maravilloso? ¿Qué hizo para tejer unos ropajes tan
exquisitos para sí mismo? Realmente no era su obra en absoluto, sino la obra
del Padre Celestial. Sembró la semilla en la tierra y la regó cuando necesitaba
agua. Después envió la luz del sol para calentar la tierra y hacer que brotara
y floreciera. A lo largo de todo el proceso, era su obra exclusivamente. Y era
por la ley de la vida natural. ¡Cuánto más hermoso entonces, es la Vida que está
escondida con Cristo en Dios y que brota de la tierra de nuestros corazones y
se halla en el Huerto de Dios, vestida con vestiduras de gracia y de hermosura!
¿Cómo podemos atrevernos a insultar a Dios trayendo basura a Su santo Templo,
intentando imitar la adoración de Su templo y llamándola “adorando a Dios en la
hermosura de la santidad?” Pero Él, con “ojos de llama de fuego”, nos mira para
ver si hay un corazón humilde. Escucha cuando uno de Sus amados sacerdotes,
conociendo su indignidad, clama a Dios—“Señor, quita estas vestiduras inmundas
y revísteme con nuevas vestiduras. Señor, quita de mi cabeza la mente carnal y
pon una mitra limpia sobre mi frente, para poder pensar como Tú piensas, y
saber cómo caminar por el camino aún más excelente. Unge mis ojos para ver y
mis oídos para oír cosas hermosas que
procedan de tu corazón y tu mente. Hermosea a Tú siervo con las vestiduras del
nuevo hombre, y renueva mi mente conforme a la imagen de Aquel que me creó,
hasta que pueda salir a Tú imagen y semejanza. Reviste mi hombre interior con
entrañables misericordias, gentileza, humildad de mente, mansedumbre,
longanimidad Y sobre todas estas cosas, muéstrame como revestirme de amor, que
es el vínculo perfecto.” (lee Zacarías 3:3-5, Col. 3:10-14).
¿Qué ha hecho el lirio, o la rosa, o
el narciso, o miles de otras flores impresionantes que crecen en tu jardín. ..
qué han hecho para producir unas vestiduras tan maravillosas? Realmente nada...
sólo se han sometido al espíritu de vida en el interior. Es la vida de Dios
impartida lo que hace que la semilla o el bulbo se abran, echen raíces hacia
abajo, y comiencen a crecer hacia arriba. Es simplemente por la operación de la
vida que se revela en la atmósfera y obtiene humedad de la tierra en la que
está arraigada, y las virtudes del sol que brilla sobre la misma. Después,
repentinamente, estalla convirtiéndose en una vestidura de gloria inefable.
La vida es lo que hace que esto
suceda. Es un estallido de vida nueva desde la cáscara vieja. De hecho, es esta
vida nueva lo que sacude la cáscara de la atadura antigua, porque lo viejo no
puede contener lo nuevo. Las vestiduras viejas han cumplido su propósito y
ahora han de dar lugar a las nuevas, las vestiduras de la vida de la Nueva
Creación, que está siendo secretamente tejida por las habilidosas manos del
Tejedor. Todavía no es visto por los ojos de los hombres porque somos tejidos
en los telares secretos de Dios. David meditaba en esto cuando dijo: “No estaba oculto de ti mi cuerpo, cuando en secreto
fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra.” (Salmos
139:15). La palabra “en secreto” en este pasaje es la misma que se usa para la
intrincada obra de costura del bordador, cuando los hombres y las mujeres de
Israel, llenos con la sabiduría de Dios, preparaban las hermosas vestiduras del
sacerdocio... vestiduras que Dios dijo que eran “para gloria y hermosura”:
(Éxodo 28:39, 35:25-35).
No temamos
cuando veamos las viejas vestiduras del mundo... o los viejos patrones y odres
de la vida de Iglesia, comenzando a caer y a desintegrarse. En lugar de eso,
pidamos al Señor que quite las escamas de nuestros ojos para que podamos ver la
hermosura de la Vida de Jesús estallando en Sus redimidos. Todas las naciones
todavía deben ver la gloria del Cordero y la hermosura de su obra de artesanía,
revelada en los hijos del Reino. “Las naciones verán tu justicia, y todos los
reyes tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el SEÑOR mismo te dará.”
(Isaías 62:2).
Una nueva ley de Vida
Damos la vuelta al orden de Dios tan
fácilmente. Decimos que tenemos que comer para vivir. Pero Jesús nos dice: la
vida es más importante que el alimento: La vida viene primero; entonces, por
causa de la vida, podemos reunir el alimento que sostiene a la vida. “¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más
que la ropa? Fíjense en las aves del cielo: no siembran ni cosechan ni
almacenan en graneros; sin embargo, el Padre celestial las alimenta.” (Mat.
6:26). Jesús no está promoviendo la holgazanería pero está promoviendo la
confianza y la seguridad en el Padre Celestial. No hay nada de holgazanería en
los pájaros que visitan mi jardín. Donde vivimos, podemos llegar a tener hasta
18 horas de luz solar durante nuestros cortos veranos, y los pájaros dan
vueltas por la mañana antes que yo me levante, y con frecuencia sigo oyendo sus
cantos después de acostarme. ¿Cómo
pueden hacer algo así? Por causa de esa tremenda ley del Espíritu de vida que
Dios puso en ellos cuando los creó. ¿No es la “ley del Espíritu de vida en
Cristo Jesús” mucho mayor, mucho más alta, mucho más poderosa que el espíritu
de vida en una planta o animal? ¿Especialmente si consideramos que la ley de la
vida natural se halla bajo un proceso de descomposición y muerte? Nosotros, al
igual que otras criaturas inferiores, estamos sujetos a la ley de la muerte
desde el mismo instante de nuestro nacimiento. La Ley del Espíritu de Vida en
Cristo Jesús es la Ley de la Nueva Creación, que nos libera de la vieja ley del
pecado y de la muerte. Hemos de buscarle muy en serio con el fin de que Él
pueda volver a poner en marcha una vez más en Su Iglesia, el funcionamiento
glorioso de la Ley del Espíritu de Vida en Cristo Jesús.
La Lucha por emerger en Vida Nueva
Hablamos
mucho del reposo que queda para el pueblo de Dios. Y esto es correcto. Pero
exactamente en el mismo contexto, leemos estas palabras: “Por tanto,
esforcémonos por entrar en ese reposo, no sea que alguno caiga siguiendo el
mismo ejemplo de desobediencia.” (Heb. 4:11). ¿De qué va todo esto? Esforzarse para poder hallar reposo? Pero creo que el contexto lo
deja muy claro: Si fracasamos en nuestra búsqueda del verdadero reposo, es por
causa de desobediencia. Y la referencia (“siguiendo el mismo ejemplo”) nos
devuelve a Israel en el desierto, y a lo que sucedió allí. Brevemente, ésta es
la historia: habían alcanzado finalmente la tierra de la promesa y la palabra
de Dios para ellos era: “Entrad y poseed la tierra”. La reacción de ellos
fue... “No podemos.” La elección estaba muy clara. Caleb y Josué, que tenían un
espíritu distinto, un espíritu de fe, dijeron: “Si Dios se deleita en nosotros,
Él nos introducirá”. Su capacidad para entrar dependía enteramente de hacer lo
que Dios había dicho: “Entrad, y expulsaré al enemigo.” No es la fe que
tratemos de generar, sino la fe que brota de la obediencia a la palabra de
Dios, cuando Él específicamente nos muestre lo que hay que hacer. Pablo nos
dice que no pudieron entrar por causa de incredulidad, asunto sobre el cual, él
se extiende diciendo que no mezclaron la palabra con fe... no obedecieron a
Dios cuando había una palabra de su boca, que se pusieran en marcha. No estaban
listos para ir por el camino de Dios.
Consejo para los heridos y los golpeados
Sé que hay
muchas ataduras en el pueblo de Dios hoy, pero mucho de ello está ahí porque no
se les muestra el camino de Dios. Y si se les muestra, quizás estén buscando un
camino más fácil. Y al final esto siempre se vuelve más difícil que el camino
de Dios, sin producir el buen fruto que Dios pretendía. Un buen consejero
mostrará a la persona preocupada el camino de Dios conforme a Su Palabra: el
camino aún más excelente del amor y del perdón hacia aquellos que les han
herido. Pero es triste tener que decir que el consejero (incluso el consejero
cristiano) con mucha frecuencia echará la culpa a una tía o a un tío, a un
padre o a una madre o hermano o hermana, o abuelo... No negamos que en ciertos
casos esto pueda ser cierto; pero volver a estos sentimientos viejos de
resentimiento y odio no va a sanar a nadie. Lo único que puede conseguir es
alimentar y magnificar el problema aún más. Dios tratará con todo eso conforme
a Sus propios juicios justos. Mientras
tanto, las personas heridas deben conocer el camino de Dios a la sanidad: deben
aprender a extender la misericordia y el perdón a quienes los han herido. Deben
de aprender a devolver bien por mal, amor por odio, misericordia por crueldad,
amabilidad por dureza, perdón por heridas. Este es el camino de Dios y
funciona. Es el Camino de Cristo... el Camino de la Cruz. Sana y restaura y quita
las raíces de amargura que pueden haber estado ahí desde la temprana infancia,
latentes en sus corazones, pero muy vivas. Si pudiéramos atar juntos todos los
hilos de las heridas que nos han llegado por medio de familiares del pasado,
nos encontraríamos enlazados con nuestros primeros padres en el huerto, quienes
introdujeron “la ley del pecado y de la muerte” en la familia humana.
Y así,
habiendo llegado a la raíz del problema, volvamos ahora a las escrituras para
hacer este maravilloso descubrimiento: “... Dios lo hizo : enviando a su propio
Hijo en semejanza de carne de pecado y como ofrenda por el pecado, condenó al
pecado en la carne, para que el requisito de la ley se cumpliera en nosotros,
que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Rom. 8:3,4). Sólo la
nueva Ley de Vida puede librarnos de la vieja ley del pecado y la muerte.
Así que hay
una lucha por entrar a este reposo, pero la lucha es una lucha del Espíritu
contra la carne, y de la carne contra el Espíritu; y al entregarnos al
Espíritu, salimos en victoria. Dios nos ha mostrado como dar un golpe de muerte
a nuestra mente carnal si caminamos en obediencia y si buscamos la gracia para
mostrar amor y paciencia, misericordia y amabilidad, paciencia y perdón.
Nuestras vidas, por nacimiento y por naturaleza
son un aterrador desierto. Y Dios nos muestra la salida. Si nos
aferramos a la vieja ley del odio y de la enemistad, del resentimiento y de la
falta de perdón, no dejaremos espacio para que fluya la nueva ley de Vida,
Libertad y Amor. No hay nada más poderoso en este mundo de odio y malicia, que
la ley del Espíritu de Vida que es nuestra en Cristo Jesús.
Creciendo en la Gracia y en el Conocimiento
“Antes bien,
creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”
(2ª Ped. 3:18).
La fe que es
entregada una vez y para siempre a todos los santos, no nos es dada para que
nos estanquemos de una vez y para siempre en el fango del credo y del dogma. La
verdadera doctrina del Señor nos levantará cada vez más hacia ámbitos de
gracia, verdad y revelación. Porque la doctrina del Señor nos traerá palabras
de Espíritu, de Vida y de Sanidad.
No me
decepciono si mis flores y mis plantas no absorben todo el agua con la que
riego mi jardín, como tampoco absorben toda la lluvia que cae del cielo. No
esperaba que la absorbieran. Pero una planta saludable absorberá lo que
necesite para ese día. Y la humedad junto con los minerales de la tierra, la
luz del cielo, todo ello se transformará para formar parte de la misma vida de
la planta. No entiendo como funciona todo esto; pero sé que si estos procesos
misteriosos de la naturaleza no llegan a la planta, la planta morirá.
Mencioné que
muchos de nuestros problemas permanecen como un peso pesado sobre nosotros,
porque con mucha frecuencia no estamos preparados para ir por el camino de
Dios. Queremos una salida fácil. Dios quiere alimentarnos con Su Palabra
viviente, y que andemos en obediencia delante de Él. Dios recordó a Ezequiel
que Su pueblo disfrutaba escuchando las expresiones proféticas, pero no tenían
ninguna intención de hacer lo que Él decía. “he aquí, tú eres para ellos como
la canción de amor de uno que tiene una voz hermosa y toca bien un instrumento;
oyen tus palabras, pero no las ponen en práctica.” (Ezeq.
33:32). Dios quiere nutrirnos con Su Palabra viviente. Por supuesto, nos gustan
los conciertos musicales y los cantos hermosos... y disfrutamos escuchando
cintas de cassette. Viajaríamos cientos de millas para obtener esta clase de
bendición. ¿Pero hay algún deseo real de hacer lo que Dios quiere que hagamos?
Dios pretende que Su amor “nos constriña”. Él pretende que Su Palabra del Cielo
“obre en vosotros, los que creéis”. Él quiere que estemos continuamente
persiguiéndole. Quiere que Le conozcamos en una plenitud mayor. Quiere que
experimentemos “el poder de Su resurrección y la participación de Sus
padecimientos...” Quiere añadir a nuestra fe: “virtud, conocimiento, templanza
(control sobre nuestros espíritus), paciencia, piedad, amabilidad fraternal,
amor (2ª Ped. 1:5-7). Yendo cada vez más y más alto, sí. Pero con cada medida
de crecimiento hacia lo alto, debe haber una medida correspondiente de
crecimiento hacia abajo. Cuánto más alto subamos en la escuela de la sabiduría,
del conocimiento y de la revelación, más profundo hemos de descender a los
ámbitos escondidos de los sufrimientos de la Cruz. La sabiduría y el
conocimiento sin la operación de la gracia en nuestras vidas pueden
pervertirse, como dijo el profeta:
“Tu sabiduría
y tu conocimiento te han engañado, y dijiste en tu corazón: Yo, y nadie
más." (Isaías 47:10).
No hay
posibilidad de hallar la luz andando a tientas en la oscuridad. Tenemos que
andar en el Espíritu si hemos de caminar a la luz del conocimiento del Señor.
El Fruto tiene semilla en sí
“Y dijo Dios:
Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semilla, y árboles frutales que
den fruto sobre la tierra según su género, con su semilla en él. Y fue así.”
(Gén.1:11).
En Cristo hay
una participación igual de Su vida, un lugar igual en el designio de Su
voluntad... pero hay un llamado específico para cada uno de nosotros. Y por
esta razón, aunque somos “miembros de un cuerpo”, Dios es muy particular en Su
trato con nosotros como individuos. Quiere un pueblo para Su alabanza... para
la exaltación de Sus propias excelencias y grandeza. “...Pueblo adquirido para
posesión de Dios , a fin de que anunciéis las virtudes (las virtudes y
excelencias) de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (1ª Ped. 2:9). En el
pueblo que Él creó para Su alabanza y para Su gloria, no hay una mutua
imitación unos a otros, porque Él tiene un designio específico para cada uno.
No encontrarás al canario intentando alabar a Dios como la alondra, ni a la
vaca tratando de imitar al cuervo. La rosa o el clavel no sienten vergüenza de
no poder cantar como el gorrión. Cada uno es hermoso por derecho propio... por
derecho propio de creación...”conforme a su naturaleza”. No comparo a un
manzano con un naranjo... porque tu no comparas a uno con otro si Dios ha propuesto
un designio particular para cada uno. Y si tratamos de cambiar el orden de
Dios, habrá atadura y confusión en lugar de la libertad que Dios pretendía. No
hay libertad verdadera aparte de la ley. Y sólo el que conoce la verdadera
libertad, es el que sabe que hay que someterse a la Ley del Espíritu de Vida en
Cristo Jesús. Si “la libertad del Espíritu” que profesamos tener no nos guía a
una vida más confinada y más separada en unión con Cristo, y hacia una andadura
de verdadera santidad... lo mejor es que le cambiemos el nombre por la
“libertad de la carne”. No hay dos áreas
por las que debamos andar... el área de la Palabra y el área del Espíritu.
Jesús dijo: “Las Palabras que Yo os hablo son espíritu y son vida.” (Juan
6:63). Y las palabras del Nuevo Pacto que Dios escribiría en nuestros
corazones, están escritas no con tinta, sino con el Espíritu del Dios
viviente.” (2ª Cor. 3:3).
El Primer Hombre... “Un Labrador”
Dios puso al
primer hombre en el primer huerto, “para que lo cuidara y mantuviera.” ¿No era
“muy bueno” cuando Dios lo creó? Si,
pero puso a un hombre ahí, hecho a Su imagen, para “mantener” el huerto en
buena condición. Y a través de esto nos muestra que aunque hemos participado de
la vida de Cristo y pretendemos ser guiados por el Espíritu, siempre
necesitamos que el Último Adán “cuide” y “mantenga” Su Huerto. Dios nunca hizo
a ninguna criatura que pudiera vivir completamente independiente y para sí. Y
hemos de reconocer este principio de gran importancia... que no importa lo
grande que haya sido la cantidad de conocimiento, sabiduría y gracia que nos
haya sido concedida, seguimos dependiendo completamente del Hombre del Huerto
para que nos dé su dirección, guía y cuidado. Porque de otro modo, la vida que
Él ha impartido se vuelve salvaje e indómita. Necesitamos el cuchillo de podar
para quitar los brotes de las ramas. Pero puede que digas, la rama está
creciendo ahí por causa de la vida que Dios puso en la viña. Lo sé. Pero
incluso en Edén, cuando la maldición no había aún caído... Dios puso a un
hombre ahí para asegurar que la vida que Él había impartido, funcionara
conforme a Su designio y propósito. Recuerdo una enseñanza que decía: Adán,
como señor del planeta, podía cambiar lo que quisiera, si no le parecía bien.
No creo que esto sea correcto. Estaba ahí para mantener el orden, el plan y el
diseño que Dios puso ahí cuando habló el Logos, y la Creación de Dios fue dada
a luz: mantenerla operativa en la ley de la vida que Él había establecido. De
este modo, en el Huerto de Dios de la Nueva Creación, Él saca nuestras
raíces... quita las ramas desordenadas que Él sabe que son un impedimento para
el desarrollo y la producción de la fruta. Puede que incluso corte
drásticamente si al hacerlo así, puede producir mejor y más fruto. Entrenará a
la viña para crecer donde Él quiera que crezca, cambiando suavemente su
dirección conforme a Su voluntad. No alterará la ley de la vida que Él ha
puesto ahí cuando la creó, pero Él es el autor de la Ley de la vida, y quiere
que la Ley funcione como pretendía. Quiere que Su huerto sea hermoso, con Su
hermosura, y rico con “fruto precioso”. El hombre o la mujer que desean andar
en el Espíritu y ser guiados por el Espíritu (no importa lo grande que sea su
don o ministerio) pronto perderá dirección, propósito y designio si la vida no
está sujeta constantemente a la Palabra de Dios.
El Huerto de Dios—Hermoso pero Diverso
“Tus renuevos
son paraíso de granados, con frutas escogidas, alheña y nardos,
nardo y azafrán, cálamo aromático y
canela, con todos los árboles de incienso, mirra y áloes,
con todos los mejores bálsamos...” (Cantar de los Cantares 4:13-14).
Babilonia y
todos los que caminan por esa ciudad, están buscando conformarse. Tienen
ladrillo en lugar de piedra y asfalto en lugar de mezcla. Es fácil de hacer y
aún más fácil de encajar... más fácil de
controlar. Ahora bien, Dios esta obrando hacia la “unidad”: Pero cuando los
hombres intervienen en el cuadro, incluso hombres cristianos, existe una
tendencia a hacer que cada uno se conforme a un cierto diseño y patrón en
nombre de la “unidad”. Pero la intención de Dios es que “el árbol frutal
produzca fruto según su clase”. De este modo, la naturaleza de tu vida y de la
mía está inherente en la misma semilla de la vida de la Nueva Creación, por
medio de la cual nacemos al Reino de Dios. Sí, Cristo es la Simiente... pero cuando llegamos a entenderle en la mayor
dimensión de Su exaltación y en la formación de Su Cuerpo, comenzamos a
reconocer que El resplandece en muchas facetas en Su ascensión a la gloria; y
que es por medio de la Iglesia compuesta de muchos miembros, que Dios dará a
conocer estos aspectos con muchas facetas distintas de Su gloria. De esta forma
el apóstol dijo: “A fin de que la infinita sabiduría de Dios sea ahora dada a
conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares
celestiales.” (Efesios 3.10). Esto está más allá de nuestra comprensión... e
incluso cuando Dios nos lo revela por Su Espíritu, confesamos que solo vemos
“en parte”... una parte fragmentada y muy pequeña.
Y así, ya que
como la vieja creación se convirtió en el vientre de la Nueva Creación, y de la
misma manera que el Último Adán de la raza Adámica sujeta a descomposición se
ha convertido en el primer Hombre la nueva raza Adámica... incluso desde el
nacimiento natural Dios nos ha concedido a cada uno de nosotros, ciertas
características que llamamos personalidad, y que nos hacen distintos unos de
otros. Esto conforme a Su propio diseño, que tiene por objeto, “la alabanza de
Su gloria”. El nuevo nacimiento no elimina la personalidad de nadie ni ése era
su objetivo. En su lugar, transforma a la personalidad a la semejanza de lo
espiritual... lejos del ámbito de lo natural, y fuera de ese mismo ámbito.
Entonces, con mentes y corazones renovados, nos vinculamos a Aquel conforme al
“propósito eterno de Dios”, para que comencemos a reflejar a Aquel que es Luz
pura... en Sus rayos de gloria de muchos colores. El reflejo y la radiación de Su gloria en la
Iglesia no es sólo delante del mundo, aquí abajo, sino ante los ángeles y
principados y potestades del reino celestial: “a fin de dar a conocer a los
principados y potestades en los lugares celestiales, por medio de la iglesia,
la multiforme sabiduría de Dios”.
¿Pero por qué
escoge Dios revelar Su sabiduría y Su gloria aquí? Porque es en ese reino donde
Dios revelará su obra de arte de Redención a los seres celestiales, que aunque
son santos y puros, no conocen nada de la gloria de la Cruz a excepción de
cuando la ven brillando en los que han sido redimidos. Y deben conocer de la
gloria de nuestra redención porque Su iglesia es la obra de coronación de todo
lo que Dios ha hecho o hará... Su propia obra maestra. Es también en ese reino
celestial donde Satanás y sus “principados y potestades” malignos han tomado
posición para hacer guerra contra la Iglesia. Y para esta guerra celestial,
Dios nos ha vestido con “toda la armadura de Dios” para hacer guerra contra
ellos. Y al hacerlo, las huestes justas en los Cielos están preparadas para
responder con recursos del cielo a favor de los elegidos de Dios (Heb. 1:14,
Dan. 10:13; 12:1; Apoc. 12:7).
La gloria y
la sabiduría que es dada a conocer ahí arriba por medio de la Iglesia es el
esplendor de la Sabiduría de Dios que fue revelada en la Cruz (1ª Cor. 1:24). Y
no puede haber una creación mayor que la Iglesia, porque las excelencias de la
sangre del Cordero nunca pueden ser sobrepasadas en este mundo ni en el mundo
venidero. Colgado de esa Cruz, nuestro Señor Jesús no sólo nos redimió sino que
conquistó a todos Sus enemigos: “Y habiendo despojado a los poderes y
autoridades, hizo de ellos un espectáculo público, triunfando sobre ellos por
medio de El.” (Col.2:15).
Ahora está en
el trono de la gloria como el Cordero que fue inmolado... visto todavía como el
Cordero, porque Su glorioso sacrificio debe ocupar para siempre el centro del
trono de Dios. El Cordero, “como inmolado”, debe siempre ser visto “en medio
del Trono”, totalmente inmerso en Dios. El Cordero siempre será la Lámpara en
medio de la Nueva Jerusalén, desde donde la Luz de Dios radiará por la Ciudad y por las naciones. Y la Esposa
del Cordero siempre estará ahí junto a Él, una con Él... de ninguna manera
robando la gloria que es preeminentemente Suya, sino haciendo que la Gloria del
Cordero sea aún más brillante, porque ella se verá como la gloria coronada de
Su Amor creativo. (Apoc. 5:6, 21:2, 22,23).
Variedad y Color
Nuestro
labrador tiene un gran diseño muy hermoso para Su Huerto. Habrá una gran
variedad, grandes distinciones... y sin embargo será un solo Huerto hermoso.
Babilonia nos conformará a la semejanza de uno: “ladrillo por piedra”, cada
ladrillo echado dentro del mismo molde. Pero Dios escoge toscas piedras
labradas para la Ciudad de Dios, y prepara cada una conforme a Su propio
diseño, distinguiéndose unas de las otras. El Huerto de Dios esta lleno de
variedad y de color—y sin embargo en completa armonía como el hermoso Paraíso
de Dios. Al caminar por la hierba, descubrimos un deleite mutuo en todo lo que
Él ha hecho. Bajo nuestros pies hay miles y miles de pequeñas briznas de
hierba... todas ellas iguales. Pero no es así realmente; porque ciertamente no
hay dos briznas de hierba... idénticas. Y sin embargo, cada brizna pierde
completamente su identidad en esta compuesta alfombra completa. Podemos parar
para admirar las flores con su exuberancia de colores... la rosa, el lirio, la
amapola, el narciso... Algunas flores son muy pequeñas comparadas con otras,
pero cada una es igualmente necesaria en su lugar. Quizá tengamos que
agacharnos para poder ver la belleza en algunas de ellas, formadas en hermosas
vestiduras, que ni Salomón con toda su gloria y majestad, conoció en absoluto.
Puede que no admiremos tanto a los árboles, porque “las partes del cuerpo que
estimamos menos honrosas, a éstas las vestimos con más honra; de manera que las
partes que consideramos más íntimas, reciben un trato más honroso”.(1ª Cor.
12;22,23). Ese poderoso y dinámico profeta o maestro puede no ser rico en
gracia y misericordia o incluso en humildad. Así que no quiero comparar la
hermosura de la vida sacrificada y del amor que veo en Madame Guyon con las
dinámicas de Martín Lutero, Juan Calvino o George Fox. Uno puede ser una bella
rosa. Otro, un árbol como una torre.
Disfruto
leyendo sobre las vidas de algunos de estos notables en la historia de la
Iglesia, pero tengo que guardarme de la condenación, cuando me doy cuenta de
que no puedo medirme con aquellos que caminaron con Dios en una generación
anterior. Porque el mundo está lleno de imitadores de una clase o de otra, sea
en el mundo de la música, o en el ministerio de la Palabra. ¿Por qué es esto?
Creo que en gran medida por causa de la forma en que hemos sido alimentados
para honrar a los que hacen grandes cosas para Dios, y para ignorar a los que
consideramos que han hecho muy poco... quiero decir, “habiendo hecho poco” sólo
a los ojos de los hombres. Hay aspectos de la “gloria de Su gracia” en cada
planta en el Huerto de Dios, con los que ninguna otra planta del Señor puede
estar a su misma altura... ni tratar de estarlo. Cada uno de nosotros, como
“miembros en particular”, estamos diseñados para manifestar en la tierra y en
los cielos, un aspecto de la sabiduría y de la gloria de Dios que ni José, ni
Daniel, ni Pablo, ni Pedro, ni María de Betania, ni Lutero, ni Wesley... han
podido manifestar. Somos bienaventurados si andamos en Su voluntad y hallamos
gracia para convertirnos esa planta de Su Huerto que Él quiso que fuésemos para
Su propia gloria. “Un árbol de justicia, plantío del Señor para que Él pueda
ser glorificado.” O una “rosa” que florece en “el desierto y en el lugar
solitario”. O un “pámpano” en la viña, que habiendo sido podado y cuidado por
el Labrador, Él pueda venir a Su huerto un día y deleitarse en el fruto que ha
encontrado. Desde la infancia, he salido a los campos en la primavera para ver
si podía encontrar un croco. Si encontraba uno, aunque fuera un capullo, lo
desenterraba y me lo llevaba a mi casa, y lo ponía en una jarra con agua. Nunca
traté de hacer lo mismo con un abeto o con un chopo. ¡Un croco! ¡Es la promesa
de la primavera y del verano! Está diciéndome; “¡El invierno ha terminado!” O
quizás me paro y huelo la rosa. Sé que tiende a ser espinosa e intocable, pero
es hermosa y llena de fragancia, incienso dulce para el Labrador. El sabe porque
esos espinos están ahí... puesto que Él mismo es quien maldijo la tierra por
causa del hombre después de la Caída, y lo que provocó que crecieran los
espinos. Un día, en el paraíso de Dios, los espinos no estarán más ahí, en el
tallo de la rosa, porque “¡Ya no habrá más maldición!” (Apocalipsis 22:3).
O quizás
venga al Huerto solo temprano por la mañana, y encuentre la Gloria de la Mañana
floreciendo, y se pare para admirarla. Por alguna razón, no aguanta mucho el
sol, por lo que en unas pocas horas, cerrará sus pétalos y dormirá a lo largo
del día, mientras que las otras flores se levanten ante el brillo de ese mismo
sol. No pretendo cambiar eso, porque yo debo tener toda clase de plantas en mi
huerto... y Dios debe tener toda clase de plantas en el Suyo. Si otros no
aprecian la hermosura de la gloria de la mañana, no es por culpa del Labrador;
porque si se levantasen temprano con Él y anduviesen con Él en el frescor de la
mañana, entonces ellos también verían la hermosura que Él ve... y entonces
comprenderían. Dios quiere un pueblo que esté presto para hacer Su voluntad,
pero lo suficientemente humilde para estar en silencio y encerrado cuando Dios
quiere que esté quietos y que no diga nada. Otros podrán criticarlos, pero si
Dios me hizo de esa forma, ¡Qué otra cosa puedo hacer aparte de esperar aún una
nueva mañana!
O quizás sólo
quiere que tenga el perfume fragante del galán de noche...no estoy seguro de su
nombre oficial. Pero sí recuerdo su perfume por la tarde, cuando anochece.
Puede que no tenga una belleza particular, y a todas las apariencias, muy
insignificante—es decir, ¡hasta la tarde! Y cuando las otras flores recogen sus
pétalos para dormir, o se extinguen en la oscuridad de la noche, el Labrador
viene a Su Huerto y hay un dulce aroma que llena toda la atmósfera. Otros que
vienen con Él pueden oler este dulce aroma, pero ni siquiera saben de donde
procede. Ni tampoco necesitan saberlo porque Dios diseñó que fueran conocidas por sus aromas, y no por
su elocuencia o hermosura. Las preparó “para alabanza de Su gloria”... no para
la alabanza de los hombres.
Quizás sólo
soy el lirio, puro y blanco. ¡Qué designio tan bienaventurado para cumplirse en
Sus humildes! Puro y blanco, sin un gran crecimiento, quizás nunca produciendo
un gran aroma. ¡Pero más asombroso que Salomón con toda su gloria! ”¡Considerad
los lirios del campo, como crecen!” dijo Jesús. Porque nuestro Labrador quiere
declarar Su propia pureza y santidad en el Huerto que está plantando en el
nuevo Paraíso de Dios. Puede que yo me seque pronto y muera; pero Su Huerto
seguirá produciendo por mucho tiempo después de mi partida. Y que pueda ser un
poco más hermoso porque tú y yo fuimos fieles en permanecer en Su Huerto,
arraigados y cimentados en Él, “el plantío del SEÑOR, para que Él pueda ser
glorificado.”
Capítulo 5 –
Otoño... Trayendo las gavillas
Gloria
en Lugar de Ceniza Parte V – El Huerto de Dios – George H. Warnock
CAPÍTULO 5 – EL OTOÑO... TRAYENDO LAS
GAVILLAS
“El que con lágrimas
anda, llevando la semilla de la siembra, en verdad volverá con gritos de
alegría, trayendo sus gavillas.” (Salmos 126:6).
“Mete tu hoz y siega, porque la hora de segar
ha llegado, pues la mies de la tierra está madura. Y el que estaba sentado en
la nube blandió su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada.”(Apocalipsis
14:15,16)
Este
es el “precioso fruto de la tierra” por el que Dios ha estado esperando. Pero
hay otra cosecha que también está “completamente madura”... y esta cosecha
consiste en la “viña de la tierra” que es arrojada dentro del “gran lagar de la
ira de Dios.” (Apoc.14:18,19).
Hay dos clases de cosecha y ambas
deben llegar a la plenitud de la madurez. Hay el “misterio de la iniquidad” y
hay el “misterio de Cristo”. Generalmente la Iglesia no tiene problema en creer
que la operación del mal en los hijos de desobediencia llegará a su plenitud;
porque lo vemos sucediendo delante de nuestros propios ojos. Vemos al Diablo
formando a su pueblo a su propia semejanza. Pero de alguna manera, la mayor
parte del pueblo de Dios parece creer que “el misterio de Cristo” no pueda
llegar a su plenitud hasta que lleguemos al Cielo. Estoy seguro de que si el
diablo puede hacer que madure completamente la semilla del mal, hasta
convertirse en una cosecha madura de pecado e iniquidad... ciertamente nuestro
Señor Jesús, que murió para redimirnos, y que venció a Satanás por la muerte en
la Cruz, ciertamente puede llevar a Su pueblo a la madurez, “a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo.” ¿O piensas quizás, que el diablo tiene una
autoridad y un poder mayor sobre su pueblo que nuestro Señor Jesús sobre el
Suyo?
La cosecha es precisamente todo esto:
la simiente que es sembrada debe llegar a su desarrollo completo... y a la
madurez. Se dice que la cosecha de Dios está “madura”, y la palabra significa
“seco”, “marchito”, “apergaminado”. No nos gusta la idea. Parece que estamos
muertos... y con frecuencia así es como nos sentimos. Pero así ha de ser en el
tiempo de la cosecha. El “verdor” de otros tiempos se vuelto marrón. Muchos se
han desanimado al sentirse tan secos. No estoy diciendo que el Huerto de Dios
haya recibido la medida completa de la Lluvia Temprana y de la Lluvia Tardía de
las que habló Joel. Porque incluso ahora, en el tiempo de la cosecha, sabemos
que hay una generación del pueblo de Dios que debe experimentar la “lluvia
temprana y la tardía” en su tiempo. Pero hemos de estar muy cerca de la cosecha
de la que habló Jesús cuando dijo: “la cosecha es el fin del mundo”. Y durante
el tiempo de cosecha, el Labrador llevará sus campos a sequedad, para que el
grano pueda ser trillado y separado de la paja. El tiempo de la cosecha es
tiempo de separación. Dios separa el trigo de la paja. Dios dice, “Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para
quemarla, pero el trigo recogedlo en mi granero.” (Mateo 13:30).
En esta hora
de consumación, el Labrador viene en medio de nosotros en busca de una sola
cosa, fruto...el precioso fruto de
la tierra. No reconocer la estación en la que vivimos, ni “la esperanza de Su
llamamiento” en nuestras vidas, puede llevarnos a una gran frustración y
perplejidad en esta hora en que nada parece moverse en la dirección que
esperábamos o planeábamos, o tratábamos de conseguir. Porque ciertamente, si
Dios te ha capturado, vas a descubrir que Él está estallando cada intento tuyo
de restaurar algo de los buenos días del pasado. Quizás el Señor esté
recortándote tan bajo, que estés comenzando a preguntarte si has vivido toda tu
vida en vano. Después de todo, ¿Cómo es posible que la voluntad de Dios pueda
ser que primero fluyas en un servicio de gran éxito para el Señor en años
pasados, para hallarte a ti mismo al final de camino, casi solo, y con una
comunión muy poco significativa en el
Cuerpo de Cristo? ¿O quizás ministrando a uno o dos? ¿O no ministrando en
absoluto? Y sin embargo, ¿Son estas cosas evidencia alguna del desagrado de
Dios? En absoluto, si es que conocemos un poquito sobre los caminos de Dios. El
deleite de Dios en Su pueblo lo determina la calidad de nuestro amor por Él, y
no los dones que Él nos ha concedido o el servicio que le ofrecemos. ¿No dice
Él “si tuviera el don de profecía, y entendiera todos los misterios y todo
conocimiento, y si tuviera toda la fe como para trasladar montañas, pero no
tengo amor, nada soy?” (1ª Cor. 13:2)? Todos nosotros conocemos muy bien esa
palabra, pero me temo que la mayoría de nosotros no podemos llevarnos a
nosotros mismos a ese lugar donde podemos apreciar que el amor de Dios obrando
en nosotros sea Su más grande deseo. Fracasamos en reconocer que “el que
permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.” (1ª Juan 4:16). Y
que cuando venimos al Amor, no hay nada que añadir a excepción de más de la
calidad y el atributo del AMOR. La
iglesia abunda en grandes y exitosos ministerios cuya máxima preocupación es
“hacer el trabajo” en lugar de perseguir a este supremo y santo llamamiento,
morando en Dios y Dios morando en nosotros. Dios está pacientemente esperando
que el precioso fruto de la tierra se produzca en Su pueblo. Y somos
bienaventurados si nosotros también esperamos eso mismo. Que podamos entender
lo que esto significa: que Dios está “esperando” mientras cuida tiernamente de
Su Huerto; y que nosotros estamos “esperando” mientras respondemos a Sus
bendiciones, y dejando que Su palabra penetre en nuestros corazones y nos
cambie.
Nuestro Señor
Jesús fue fiel como la Simiente, para introducirse en la tierra y morir. Y por
tanto, el Padre será fiel en asegurar que este “precioso fruto” se produzca
aquí mismo en la tierra, donde la Simiente fue sembrada. Sabemos que la
“brizna” y la “mazorca” se están formando aquí en la tierra. Entonces ¿debería
ser extraño que el “grano completo en la espiga” se forme también la tierra? Es
aquí donde Dios desea manifestar la medida completa del AMOR... aquí mismo en
este mundo de pecado, odio y malicia, donde se necesita Su amor... ¡mucho más
de lo que se necesita ahí arriba, en el cielo! Es en Egipto donde Dios preparó
a un José... preparó una hora de hambre... para alimentar no sólo a los
egipcios, sino al pueblo de Dios en la tierra de Canaán.
El Color de los campos está cambiando
Mi Huerto
cobra un aspecto y un color totalmente nuevos al acercarse el tiempo de la
cosecha. Las hermosas flores se secan y mueren. Las hojas cambian, pierden el
color y se caen. Los tallos de grano se
tornan amarillos y pierden toda su vitalidad natural. El color cambia de verde
a marrón o amarillo.
Esto es lo
que nos confunde y frustra a la mayoría de nosotros cuando se acerca el tiempo
de la cosecha. Y a menos que comprendamos el designio del Labrador en todo
ello, tendremos tendencia a condenarnos a nosotros mismos o a otros, por el
estado moribundo en el que estamos. Quizás vayamos en busca de que algo nos
avive de nuevo... que algo nos restaure el gozo que sentíamos que tenía que
estar ahí. Y si descubrimos el gozo, quizás nos quedemos satisfechos durante un
corto período de tiempo. Que Dios nos ayude a saber que el verdadero “gozo del
SEÑOR” es el de los signos del tiempo de la cosecha... y que no es como el
“gozo” del mundo a nuestro alrededor. Es el “gozo del Señor”...
El
gozo que viene cuando sabemos que Dios ha estado obrando a lo largo de todos
nuestros días, incluso cuando pensábamos que Él nos había dejado.
El
gozo que descubrimos en la cosecha, cuando todo el tiempo pensábamos que Él nos
había despojado hasta dejarnos a cero por causa de nuestro fracaso, en lugar de
por causa de Su designio.
El
gozo que conocemos cuando Él nos muestra que Él usó el cuchillo de la poda, no
para destruirnos, sino para que pudiéramos producir más y mejor fruta.
El
gozo de saber que el alfarero ha roto el vaso que estaba preparando en Sus
manos, no para rechazarlo, sino para hacer un vaso nuevo que fuera “aprobado” a
Sus ojos.
El gozo que viene después de muchas
noches de fracaso y decepción, cuando descubrimos que el propósito de Dios todo
el tiempo era llevarnos a las cenizas, hacer que las hojas cayeran, hacer que
las flores se secaran y ser pisoteados en el barro... porque Él estaba buscando
el fruto.
El gozo que experimentamos cuando Él
viene para “consolar a todos los que
lloran, para conceder que a los que lloran en Sión se les dé diadema
en vez de ceniza, aceite de alegría en vez de luto, manto de alabanza
en vez de espíritu abatido; para que sean llamados robles de justicia, plantío
del SEÑOR, para que El sea glorificado.” (Is. 61:2,3).
¡Piensa en ello! Que Dios pueda llevar
a un pueblo a ese punto en el gozo y el deleite supremo de ellos no consista en
recibir todo lo que Dios tiene para ellos, sino en entregarse a sí mismos
completamente a Él, “para que Él pueda ser glorificado”.
“Aquel tiempo
era el tiempo de las primeras uvas maduras.” (Núm. 13:20).
“No hay
racimo de uvas que comer, ni higo temprano que tanto deseo.” (Miqueas 7:1)
“Estos han
sido rescatados de entre los hombres como primicias para Dios y para el
Cordero.” (Apoc.14:4).
Los profetas de Dios hablaron al
moverse en el Espíritu... por lo que creo que es Dios que dice, “Mi alma desea
los primeros frutos”.
Dios ama a toda Su familia. Ama al
mundo entero. Pero hay una cierta recompensa de Su amor que Su pueblo saca de
Su corazón cuando hace las cosas que le agradan a Él. Dios dice que Él se
deleita de forma muy especial en aquellos que “temen al Señor” y “hablan con
frecuencia el uno al otro” y “piensan en Su nombre”. La Biblia dice que Él es
atraído por eso, y que Él escucha, y manda que se escriba un libro al respecto.
Son tan especial para Él que Él dice: Y ellos serán
míos--dice el SEÑOR de los ejércitos--el día en que yo prepare mi tesoro
especial.”
(Mal. 3;16,17).
Pero tened por
cierto esto, los especiales de Dios no son conscientes de que sean nada
“especial”. “Temen al SEÑOR” tanto que si un pensamiento como éste llega a su
mente, piden al Señor que purifique sus corazones de toda corrupción. Porque
quieren andar cerca de Él, junto a Su lado. ¡Saben que Su Dios no caminará con
el soberbio o el desdeñoso! Saben que a menos que tomen su lugar como siervos
de todos, y como los más inferiores, entonces no serán verdaderos discípulos.
Saben que sólo los que sufren con Él en Su rechazo y cruz... reinarán con Él en
gloria. Sólo el Labrador decidirá qué frutos recogerá como “primicias para
Dios”: Nuestro Señor Jesucristo se ha convertido de forma preeminente en “las primicias de los que durmieron”.
(1ª Cor. 15:20). Pero está uniendo a un pueblo para Él, haciendo que sean
miembros del mismo cuerpo con Él, como “una clase de primicias de sus
criaturas.” (Santiago 1:18).
Nuestra
comunión con Dios y unos con otros se basa en “caminar en la luz” (1ª Juan
1:7). Estaría mal basar nuestra comunión en la clase de “mensaje” que tenemos:
Mensaje del Reino, Mensaje de los Últimos tiempos y todos los títulos
diferentes que escuchamos en estos días por parte de algunos que han dejado la
iglesia tradicional. Sólo tenemos verdadera comunión cuando “andamos en la
Luz”, y no simplemente en el conocimiento sobre la Luz. Tenemos que andar en
comunión permanente con el Rey, en lugar de simplemente aprender del Mensaje
del Reino. ¿Estamos siguiendo los pasos de Aquel que es pobre de espíritu? ¿De
Aquel que llora por Su pueblo? ¿Del que es manso y humilde de corazón? Hemos de
responder a Su llamado: “Quiero que te entregues completamente a Mí... que te
apartes enteramente para Mí, para que Yo pueda hacer contigo como Yo quiera.”
¿Qué es la paja?
“Y el hacha ya
está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen
fruto es cortado y echado al fuego. Yo a la verdad os bautizo con agua para
arrepentimiento, pero el que viene detrás de mí es más poderoso que yo, a quien
no soy digno de quitarle las sandalias; El os bautizará con el Espíritu Santo y
con fuego.
El bieldo está en su mano y limpiará completamente
su era; y recogerá su trigo en el granero, pero quemará la paja en fuego
inextinguible.” (Mateo 3:10-12).
Este mensaje
es claro. En el tiempo de la cosecha el hacha está puesta a la raíz del árbol
corrupto. Y la paja de los campos de grano ha de ser consumida por el fuego, o
soplada con Sus vientos. Ahora bien, la paja fue una vez parte del tallo de
grano, creciendo en el campo. Era un tallo verde, lleno de vida, y un canal de
vida para transmitir los nutrientes de la tierra a la cabeza que se estaba
formando en el tallo. Pero en el tiempo de la cosecha, se pone amarillo y
marrón y finalmente muere.
No sé que
clase de canal Dios puede haber utilizado en tu vida para producir el fruto.
Pero no hemos de continuar dando apoyo de vida a lo que una vez sirvió al
propósito de Dios, y ya no es válido por más tiempo, si es que ya ha cumplido
la intención de Dios. La paja no crece de alguna cosa mala que haya acosado al
hombre interior. La paja es lo que Dios usa durante un tiempo para producir
vida para ti o para otros... pero en el tiempo de la cosecha ya no es
necesario. Y porque no es necesario o útil para Dios, lo consumirá en los
fuegos de la cosecha. El verdor ha dado lugar a la sequedad... y el tiempo de
la cosecha es tiempo de trillar, de quitar del grano todo lo que ya no es necesario para Dios y Sus propósitos.
Ya hay un
fuego encendido para destruir la paja en la era. Los instrumentos de la trilla
de Sus juicios están siendo afilados y preparados. El aventador ya está en Su
mano. Esos hermosos tallos altos de grano, una vez esenciales absolutamente
para el crecimiento y el desarrollo de la planta, están comenzando a
experimentar los afilados dientes de Sus juicios, y están siendo reducidos a
paja. ¿Entendemos lo que Dios está diciendo? No sólo tus pecados, fracasos y
faltas... sino lo que Él mismo produjo dentro de ti por medio de Su vida y
bendición. Todo ello se convierte en paja
en el día de la cosecha. ¿Por qué? Porque todo lo que Él busca ahora es el
grano que se ha reproducido conforme a la semejanza de la semilla de trigo que
cayó a la tierra y murió.
¿Qué hacemos
entonces? Como individuos y como asambleas que se congregan en Su Nombre, Su
Señorío absoluto debe establecerse en cada vida que pretende moverse con Él en
esta hora. Entonces, Él, con ojos “de llama de fuego”, nos mostrará lo que
quiere que hagamos. Debemos dejar de decirle a Dios lo que debe hacer, y
comenzar a “consultar con Él”. ¿Pero no será esto causa de divisiones en la
Iglesia, si cambiamos nuestra dirección demasiado drásticamente? Muy
probablemente. Porque no puede acumularse el trigo en el granero sin mucha
previa separación del trigo y de la paja. Tiene que cortar, y golpear, y
trillar tan concienzudamente que los vientos de Sus juicios puedan barrer todo
excepto el grano puro.
Con el grano
en el granero, todo lo que queda fuera es paja y Él la consume con Su Fuego
santo. Precisamente éste es el “bautismo del Espíritu Santo y fuego”. Nos
inclinamos a encogernos ante un lenguaje tan devastador como éste. Algunos
teólogos nos dicen que este “bautismo” no tiene nada que ver con la experiencia
cristiana, sino que corresponde al juicio de Dios sobre los pecadores. Pero no
es así, porque Jesús, antes de Su partida, dijo a Sus discípulos, “Juan bautizó
con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos
días.”(Hechos 1:5). ¿Juicio? Si. Porque los juicios de Dios han de comenzar
primero por Su Santuario. Juzgará al mundo con el mismo fuego; pero el pueblo
de Dios necesita este poderoso bautismo de fuego, para que queme toda la paja y
los cubra con Su gloria y poder. ¿Nos preguntamos por qué hay muchos millones
de Cristianos que profesan haber sido bautizados en el Espíritu... y sin
embargo se quedan en nada en comparación con lo que experimentaron los primeros
discípulos? Creo que es por haberse conformado con mucho menos de lo que Dios
quería. ¿Nos reunimos en Su Nombre de “un solo acuerdo”, como aquellos primeros
discípulos? (Hechos 2:1). ¿Hemos sentido el soplo de esos poderosos vientos de
Dios que Él envió para apartar la paja? (Hechos 2.2). ¿Hemos visto nosotros
esas lenguas santas de fuego, descansando sobre nosotros y consumiéndonos en Su
presencia? (Hechos 2:3)... Sin mencionar que en muchos casos, el pueblo de Dios
ha sido enseñado cómo hablar en lenguas, en lugar de hablar bajo la unción y el
poder del Espíritu Santo. Por todas estas razones, me temo que nuestra
experiencia de “Hechos 2:4” en la
mayoría de los casos carece tristemente de esos ingredientes de la gracia, la
verdad y el amor que caracterizaron al pueblo ungido de la iglesia temprana.
Necesitamos continuar buscando a Dios para que podamos ser barridos
completamente por esos vientos santos de Dios, y ser bautizados con ese fuego
santo y limpiador del Espíritu Santo.
Lo que
necesitamos hoy es un “bautismo de debilidad”... un bautismo que consuma la
escoria del orgullo y de la arrogancia, con el fuego del purificador. Y
seguramente esto es lo que proclamó Juan el Bautista cuando dijo de Jesús, “Él
os bautizará en el Espíritu Santo y Fuego...” fuego que consuma la paja de la
era en la cosecha, fuego que consuma la escoria del oro, fuego que queme cada
trazo de pecado y de carnalidad.
Es el Amanecer de un Nuevo Día
Amanece un
nuevo día en el pueblo de Dios. Algunos ya están comenzando a sentir la
estrella de la mañana levantándose en sus corazones... y sabemos que esto sólo
es el preludio del amanecer del Sol de Justicia, con sanidad en Sus alas.
Muchos son conscientes de que un cambio está produciéndose en sus vidas, “de
gloria en gloria, como por el Espíritu del Señor”: Ya hay un rompimiento y un
derretir del hielo y de la nieve en las montañas, y las corrientes están
comenzando a fluir en el Huerto del Señor. El invierno está dando lugar a la
primavera en esta hora, cuando Dios hace una obra rápida en la tierra. Y la
primavera da lugar al verano. Y el verano al otoño. Dios está diciendo a Su
pueblo, “Buscad Mi rostro”, y con David, responden, “Tu rostro buscaré”. No
discuten el asunto con el Señor. “Pero Señor, Tu sabes que no puedo ver Tú
rostro hasta que vengas de nuevo, y eso es lo que estoy esperando.” Quieren ver
Su rostro antes de ese día, y caminar a la luz de Su rostro hoy.
¿Crees que
este clamor por vida de resurrección, que este profundo trabajo y gemir por la
redención completa, es sólo una repetición de falsos dolores de parto? ¿Crees
que se trata solamente de un evento histórico que ha de suceder, en lugar del
gemir del Espíritu por producir un pueblo desde el vientre de una creación que
gime? ¿Una creación que ha estado gimiendo estos miles de años desde la Caída?
(lee Romanos 8:19-23).
El gusano ha
yacido quieto y dormido todos estos días, rodeado y confinado en el capullo de
su propia creación, aunque no suyo, sino conforme al espíritu de vida dentro de
él. No está preocupado por los horarios y las fechas como otros gusanos que se
mueven alrededor. Cuando su hora haya llegado, luchará y clamará por salir...
pero no es él, sino el espíritu de vida dentro de él. Y de repente, ese capullo
se rompe... no porque se hubiera quedado mirando al calendario, sino por causa
de que la presión de la nueva vida dentro de él ya no puede seguir restringida
por el capullo que la mantenía en esclavitud. El capullo se abre de par en par,
por causa de su lucha.. Pero no es suya, sino la lucha del espíritu de vida
dentro de él, y él encuentra su nuevo
elemento en la atmósfera por encima de él. Y mientras tanto, los otros gusanos
le están reprobando, porque saben a ciencia cierta que a los gusanos no les
brotan sus alas simplemente y vuelan.
Mira la Higuera y los otros árboles
“Mirad la
higuera y todos los árboles. Cuando ya brotan las hojas, al verlo, sabéis por
vosotros mismos que el verano ya está cerca.” (Lucas 21:29,30)
Ahora bien,
si la higuera es la nación de Israel, en consecuencia “todos los demás árboles”
son las otras naciones. ¿Qué quiere decir esto, que los árboles “brotan”? Jesús
nos dice claramente lo que necesita. “Así también vosotros, cuando veáis que
suceden estas cosas, sabed que el reino de Dios está cerca.” (v.31) ”Estas
cosas...” ¿Qué cosas? Vamos a referirnos a ellas brevemente: Jerusalén rodeada
de ejércitos. Gran angustia en la tierra, e ira sobre este pueblo. Señales en
el sol, la luna y las estrellas. Angustia en las naciones, con perplejidad. El
mar y sus olas rugiendo. Los corazones de los hombres desfalleciendo por temor.
Los poderes de los cielos sacudidos. Y finalmente, la revelación del Hijo del
Hombre del Cielo, en poder y gran gloria.
Gran parte de
esta “angustia” tuvo lugar en el año 70 DC, cuando los romanos saquearon
Jerusalén y el templo. Pero la angustia de “la higuera y de todos los árboles”
sigue intensificándose, y llegará a ser completa.
No nos
deleitamos en la destrucción que se acerca, pero hay un sentido de expectativa
en conocer que Dios va a tratar con la horrible violencia que cubre la tierra,
como lo hizo en los días de Noé. El apóstol Pablo asemeja estos juicios a los
dolores de parto que sufre la mujer cuando va a dar a luz (1ª Tes. 5:3). ¿Por qué? Porque hay nueva vida que brotará
de Sus juicios. Porque al tiempo de las “siete últimas plagas” de la ira de
Dios, los vencedores estarán cantando el Cántico de Moisés y el Cántico del Cordero.
Ambos son cánticos de triunfo. Les oímos cantando, ¿Quién no Te temerá, Oh
Señor, y glorificará Tú Nombre? Porque sólo Tu eres santo: porque las naciones
vendrán y adorarán ante Ti; porque has hecho manifiestos Tus juicios.” (Apoc.
15:4). La ira de Dios es de temer. “Pero la higuera y todos los árboles”
estarán humillados ante Su pedestal, cuando los juicios de Dios estén en la
tierra.
De este modo
no desesperamos cuando vemos las tensiones radicales que cubren la tierra, cada
uno matando a su hermano para la gloria de su dios; y cada uno ignorando
completamente las verdaderas riquezas de Cristo. En medio de todo ello, Dios
está preparando a los hijos del Reino para que vayan a las naciones con las
“hermosas sandalias” del Evangelio de la Paz.
El hombre,
desesperado, ambicioso, egoísta, orgulloso, arrogante, está tratando de
mantener su propia identidad egoísta por medio de las maniobras políticas y la
guerra, los tumultos y las rebeliones... todo el tiempo de esto, convocándose
conferencias de paz, negociaciones, pactos de paz, ceses de fuego, ... solo
para dar lugar a demostraciones cada vez más enojadas de odio y de violencia.
CREANDO CONFUSIÓN
Pero Dios
interviene en la escena, atrayendo al remanente de Israel y a todos los
árboles, al quebrantamiento y a la desolación, y finalmente a los pies de la
Cruz. Los elegidos de Israel (las ramas que fueron “desgajadas”) han sido
injertadas de nuevo en el olivo, junto con sus vecinos los gentiles (Rom.
11:22-24). Y entonces hacen el sorprendente descubrimiento de que son en
realidad hermanos de sangre porque han sido lavados en la Sangre de Cristo, y
son ahora miembros de una Nación Santa. ¿Entonces por qué estamos luchando
contra nuestro hermano, y contra Dios? Y entonces leemos estas hermosas palabras:
CREANDO LA PAZ
Fue en la
Cruz donde Dios hizo la paz: hizo la paz con los hombres rebeldes de todas las
naciones. Y nadie va anular ese gran Pacto de Paz, en el que Dios, “derribando
la pared intermedia de separación...crea en sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz”
(Efe. 2:14,15).
Este es el
papel de los hijos del Reino, proclamar el Pacto de Paz que Dios hizo para
todas las naciones. Entonces se dirá de ellos: “¡Qué hermosos son sobre los
montes los pies del que trae buenas nuevas, del que
anuncia la paz, del que trae las nuevas de gozo, del que anuncia la
salvación, y dice a Sión: Tu Dios reina!” (Isaías 52:7).
“Porque el
anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los
hijos de Dios.... de que la creación misma será también liberada de la
esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.”
(Rom. 8:19,21)
Capítulo 6 –El
Labrador espera el Fruto
Gloria
en Lugar de Ceniza Parte V – El Huerto
de Dios – George H. Warnock
CAPÍTULO 6 – EL LABRADOR ESPERA EL
FRUTO
En este proceso que dura toda la vida
por el cual tratamos de caminar con Dios, hay necesariamente una vuelta a los
principios primeros en las áreas donde los hemos dejado escapar. Dios recuerda
nuestro “primer amor” y siempre quiere llevarnos de vuelta a eso. No es una
mirada hacia atrás para restauración de esas preciosas experiencias que
conocimos en el pasado, hacia un deleite en sentimientos y manifestaciones
espirituales que solíamos tener, o hacia algunas de esas operaciones de gracia
en la Iglesia que pudimos ver en días pasados. Es un regreso al “primer amor” y
un “avance” con Dios, hacia nuevas dimensiones de Su amor y verdad que necesariamente requiere un cambio de nuestros
deseos. Él quiere guiarnos hacia un lugar donde “nos deleitamos en el Señor...”
y en nada más.
Poco después de que las flores de la
gracia se marchiten en nuestros árboles, y los pétalos comiencen a caer al
suelo, el labrador viene para ver si se está formando el fruto. Es extraño decirlo...
aunque nosotros estemos languideciendo en el suelo y preguntándonos de qué va
todo esto... El no está en absoluto inquieto por ello. Él mira y ve el comienzo
del fruto y se regocija. Se deleita en los que continúan sujetos a Sus extraños
tratamientos, incluso aunque no entiendan. No hay nada extraño sobre esto en lo
que se refiere a Su preocupación puesto que Él está obrando todas las cosas
según el consejo de Su propia voluntad.
Pero son cosas muy extrañas para nosotros. Todo el tiempo pensamos que
Él buscaba a un joven hombre o mujer, celosos, que estarían dispuestos a viajar
por todo el mundo predicando el Evangelio a las naciones, con poder, señales y
prodigios. Nunca nos dimos cuenta de que Su intención real era la de
conformarnos a la “imagen de Su Hijo”. Y entonces recordamos como nuestro Señor
Jesús había llegado a una posición en la que era completamente aprobado por el
Padre, antes de ser enviado a Su
gran ministerio mesiánico. Consideremos esto cuidadosamente:
Antes de que Jesús hiciera algunas
obras poderosas...
Antes de que fuera predicando y
profetizando o enseñando a la gente...
Antes de sanar a algún enfermo y de
resucitar a algún muerto...
Antes de reunir a Sus discípulos a Su
alrededor y de enseñarles el Evangelio del Reino y de enviarles a predicar....
Antes de hacer alguna de estas obras maravillosas,
Vino una voz del Cielo diciendo: “Este es mi Amado Hijo, en quien tengo
complacencia”.
Yo siempre pensé que era por causa de haber hecho todas estas
cosas, que Dios estaba complacido con Él. Pero ahora entiendo que todas estas
obras maravillosas que Él obró no eran la causa de la aprobación del Padre,
sino el resultado de ello. Y si
somos persuadidos de que esto es verdad, pediremos a Dios que nos mantenga
escondidos bajo Su mano poderosa, en lugar de que nos envíe en un poderoso
ministerio. Oraremos, “Señor, hazme un vaso aprobado para Dios”, en lugar de
“Señor, úsame... ¡Úsame!” De joven, recuerdo haber orado muy en serio:
“Señor, no me envíes al ministerio
hasta que Tú sepas que estoy preparado... hasta que Tú sepas que no voy a
naufragar:” Y recuerdo que pensaba que esto podía costar otros dos o tres año.
Sin embargo, estoy agradecido de que no gratificara mi deseo secreto de hacer
grandes cosas para Él, cuando Él sabia perfectamente que mi corazón no estaba
preparado para soportar las presiones y las tentaciones que acompañan a una
investidura de poder si no había sido purificado por los fuegos de la gracia
santificadora.
El
Fruto de La Vid verdadera
Tenemos que saber lo que Dios considera
que es “buen fruto”. Un siervo de Dios se regocija por algo nuevo que siente
que Él está haciendo.... mientras que otro huye de ello. Uno dice; “Sé que esto
es de Dios porque veo buen fruto...” Y otro dice, “No lo quiero porque veo
mucho mal fruto”. Y cada uno de ellos citará la Escritura: “Por sus frutos los
conoceréis”. Así que es muy evidente que tenemos que saber lo que Dios
considera como el “buen fruto” que crece en el “buen árbol”, si es que vamos a
juzgar por “sus frutos”.
Después de esto, tenemos que
comprender que nuestro Señor Jesús es el árbol bueno, la Vid verdadera, y que
no hay tal cosa como “buen fruto” excepto lo que procede de una unión vital con
Él. Nos dice muy claramente” Separados de Mí, nada podéis hacer.” No está
diciendo que no podamos hacer nada sin Su ayuda. Nos está diciendo claramente
que “separados de ÉL”, si no somos una rama o pámpano de la vid, que obtiene su
vida de Él... nada podemos hacer. (Lee
Juan 15:1-16). Podemos estar haciendo cosas maravillosas bajo el criterio de
los hombres, pero si no procede de nuestra unión con Él, Dios dice que entonces
es nada. Por tanto, sólo los que
entran en esta unión permanente con Él conocerán lo que significa “buen fruto”.
Se necesita una gran operación de Dios en nuestros corazones para guiarnos a
esto. Jesús dice: “Yo Soy la Verdad.” Él nos dice claramente: “Observadme,
Miradme, considerad Mis caminos, escuchad Mi voz... y descubriréis la Verdad,
porque Yo soy la Verdad”. Él enseña los principios del Reino de los Cielos a todos
los hombres; pero sólo al caminar con Él
comenzamos a entender que Él mismo es la personificación de todo lo que
Él enseñó. Escuchamos Su hermoso “Sermón del Monte” y nos fascina enormemente
la simplicidad de todo ello. Entonces, repentinamente comenzamos a darnos
cuenta de que Él está hablando desde Su corazón... de lo que Él mismo es.
“Bienaventurados los pobres en
espíritu”, dice. ¿Estaba poniendo una carga pesada sobre nosotros diciéndonos
que hiciéramos lo imposible? No, está queriendo cambiar nuestros deseos y
nuestras metas. Él era “pobre en espíritu”... y si vamos a ser como Él, Él nos
muestra el camino. He aquí Alguien que no tenía nada en Sí mismo... planes,
programas, agenda propia qué cumplir, porque Él era “pobre en espíritu.”
Dependía completamente del Padre en toda Su vida y ministerio en la tierra. Al
escuchar del Padre, así hablaba. Al observar los caminos del Padre, así mismo
caminaba en esos caminos. Al conocer el deseo del Padre, se movía bajo la
unción que cumplía los deseos del Padre.
“Bienaventurados los que lloran”. Le vemos como alguien que “lloraba”.
No por Él mismo sino por el dolor de Su pueblo. El verdadero “gozo” no se apaga
cuando el pueblo de Dios llora por el dolor de Sión. Esto es lo que nutre el
verdadero gozo del Señor. Porque Dios da el “óleo de alegría en lugar de
llanto, y el manto de alabanza en lugar del espíritu apesadumbrado.” Jesús fue
“Varón de dolores, familiarizado con el sufrimiento” (Isaías 53:3). Pero todo
esto era por causa del “gozo” puesto delante de Él, que “sufrió la cruz,
menospreciando el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios” (Heb.
12:2). Sus discípulos Le vieron llorando por la apostasía de Su pueblo,
llorando sobre la Ciudad de Jerusalén, al predecir su inevitable juicio. (Luc.
19:41-42).
“Bienaventurados los mansos”. Jesús
predicó esto a otros porque sabía cuánto era Él bendecido por ser “manso y
humilde de corazón”. No era débil, porque era fuerte en virtud y carácter, sino
manso y humilde de corazón. ¿Por qué? Porque estaba bajo la disciplina completa
del Padre Celestial, y Su único deseo era “hacer la voluntad del que Le envió”.
Le vemos cumpliendo la profecía que habló del Rey, que venía en humildad,
“Mira, Tú Rey viene a ti, humilde y montando en un asna y en un pollino hijo de
bestia de carga”. (Mat. 21:5). Sus discípulos pensaron para sí, “Finalmente se
está cumpliendo. ¡Está a punto de revelarse como el Mesías de Israel!”. Y así
era de hecho. Pero en ese momento estaba llegando a Jerusalén, manso y humilde.
Los discípulos se regocijaban con las muchedumbres, porque todos pensaron que
estaba en camino de tomar el trono de Herodes cuando de hecho, estaba camino de
la Cruz. Porque esto había de ser la primera fase de Su coronación como Rey.
Sentarse sobre el trono de Herodes, o sobre el Trono del César estaba muy lejos
de Su corazón. Entró por las puertas de Jerusalén montado a un asno, sabiendo
que en breve moriría “fuera del campamento”, en una Cruz,...y que resucitaría
para sentarse en el trono más alto de todo el Universo, “muy por encima de todo principado, autoridad, poder,
dominio y de todo nombre que se nombra, no sólo en este siglo sino también en
el venidero.” (Efe. 1:21).
Vemos a un
hombre que “amó la justicia y aborreció la iniquidad”. Aborreció la iniquidad
con todo lo que había dentro de Él, y sin embargo, ¿Cuántos conocieron Su
corazón dolorido? Porque incluso cuando se encontraba atacando a la iniquidad,
tenía dolor por el pueblo que no conocía el día de su visitación. Incluso sus
enemigos conocían esta extraña combinación de Su amor hacia Dios y su odio por
la iniquidad. Y así, maquinaron una trama maligna para cogerle en Sus palabras
y acciones. Le trajeron a una mujer adúltera “cogida en el mismo acto”. Sus
enemigos religiosos sabían que Él mostraba mucho amor y misericordia. Y sabían
que Él apoyaba la justicia. Ahora Le probarían de forma tal sutil que cada uno
sabría que Él iba a caer en la trampa que habían maquinado contra Él. ¿Cómo
evitaría Jesús esta trampa? Parece que tendría que ir por un lado o por otro: o
bien perdonar a la mujer y despreciar la Ley de Moisés, o acusarla y
convertirse en uno como ellos, sin misericordia. Pero Jesús se agachó y escribió algo en la
tierra. Hizo esto dos veces. Me recuerda de un famoso sermón de un viejo amigo
que ya se ha marchado. El Sermón lo tituló: “Jesús se agachó dos veces”.
Mencionaba como Dios se “agachó” en Sinaí para dar las tablas santas de piedra,
con dedo de fuego... una ley que trajo juicio a toda la nación y sobre todos
los que han intentado guardar la Ley desde ese día. Después, en el cumplimiento
del tiempo, se “agachó” de nuevo, esta vez con gran sufrimiento y
humillación... para cancelar los pecados de Su pueblo, convirtiéndose en una
maldición por ellos... y tomando su pecado sobre Él mismo... “para que pudiéramos
ser hechos la justicia de Dios en Él.” (2 Cor. 5:21). Una sola palabra de
sabiduría de Aquel que es la misma sabiduría de Dios, fue suficiente para
conseguir que los acusadores de la mujer se escabulleran de la propia trampa
que habían preparado para el Maestro, y que ahora se cernía sobre ellos
mismos.” “El que no tenga pecado entre
vosotros,” dijo, “tire la primera piedra” (Juan 8:7)... Y silenciosamente sus
acusadores se apartaron, redargüidos por su propia conciencia.
Qué altura y
profundidad infinita las de nuestra Redención, que el Dios Altísimo y Santo,
que odia el pecado con cada atributo de Su Ser... en el cumplimiento del tiempo
se “agachó” a nuestro nivel de debilidad, y murió en la Cruz como nuestra
ofrenda por el pecado, para que pudiéramos ser levantados con Él en “novedad de
vida”: justificados y limpiados por su preciosa sangre, y revestidos con Sus
propias vestiduras de gracia, verdad y justicia.
Por sus frutos los conoceréis
“Por sus
frutos los conoceréis...” Pero deberíamos aprender más sobre el Buen Árbol y el
Buen Fruto tal y como lo vemos en Jesús, o de otro modo nunca distinguiremos el
buen fruto del malo... No sabremos la diferencia entre el Maná y las
codornices... Nunca sabremos lo que es Espíritu y lo que es carne. Nunca sabremos
lo que es Verdad y lo que es error. Nunca sabremos lo que son “higos y uvas” y
lo que son “abrojos y espinos”.
¿Acaso se
recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? (Mat. 7:16). Ciertamente
esto está suficientemente claro. Pero solo cuando Sus discípulos anduvieron
cerca de Él, llegarían a conocer la diferencia entre el buen fruto y el malo.
Sus conceptos tenían que ser cambiados drásticamente, y el Señor tuvo mucha
paciencia con ellos, como la tiene con nosotros
Aprendiendo de Él
Tenían que aprender de Él. Entonces
entenderían que era “fruto malo” cuando querían que descendiera fuego del Cielo
sobre los Samaritanos malignos que rechazaron a Jesús. Les dijo que estaban
siendo motivados por un espíritu incorrecto, al sugerir cosas como esas. (Luc.
9:55).
Tenían que saber que era una señal de
“fruto malo” cuando enviaron a las madres con sus hijos, mientras se ocupaban
“preparando” la cruzada de este gran profeta de Dios. (Marcos 10:14-16).
Tenían que aprender que era “mal
fruto” si Él hubiera de levantar un Reino carnal para Israel en Jerusalén, para
expulsar a los Romanos que les oprimían, y con el pecado reinando todo el
tiempo en sus corazones.
Fueron lentos en comprender que el
Hijo, que tenía la aprobación total del Padre, debe confrontar a la gente con
al Verdad y la Luz del evangelio... y después morir en una Cruz, como el
verdadero Cordero de la Pascua. Y que desde este acto de obediencia, se
produciría mucho fruto bueno.
Tenían que aprender que no eran
llamados por Dios para ganar el apoyo popular de la gente, sino a hacer la
voluntad del Padre. Nuestro Señor sabía como manejar la aclamación de un pueblo
con mente carnal. Cuando vinieron para hacerle Su rey por la fuerza,
simplemente se apartó de todo ello. Los dejó al engaño de sus propios corazones
y se “marchó a un monte solo.” (Juan 6:15). Conocía la agenda de Dios para Él,
que era que muriera en una Cruz... no para ejercer señorío sobre una generación
perversa.
Jesús sabía lo que era el “buen fruto”
porque hizo sólo las cosas que agradaban al Padre. Sabía que Su muerte en la
Cruz sería una victoria de tal magnitud que aplastaría la cabeza de la
Serpiente y redimiría a los hijos de la raza de Adán del poder y dominio del
maligno. Sabía que el “grano de trigo” no produciría ningún fruto bueno hasta
“caer en tierra y morir”. Nosotros también tenemos que aprender el secreto de
la Cruz, si vamos a producir “buen fruto”.
Buen
Fruto... Una Reproducción de Su Vida
Es tiempo de cosecha y Él viene a Su
Huerto para ver si Sus bendiciones abundantes sobre nosotros han producido algo
semejante a Él mismo, algo que deleite Su propio corazón. Él no quiere recibir
algo distinto de lo que Él dio. No va a desenterrar la semilla para ver si
sigue viva. Quiere algo como Él mismo que brote de esa Simiente. Apenas podemos
comprender esto. ¿Cómo podemos devolverle algo a Él, a excepción de lo que Él
dio? Sólo cuando comenzamos a comprender que los dones y bendiciones que Él nos
da, tienen como propósito alimentarnos con la gracia y la obediencia, para que
brote fruto bueno desde el corazón. Sólo cuando hay una reproducción de Su
propio carácter y naturaleza en nosotros, en respuesta a las muchas bendiciones
que Él ha derramado sobre nuestras vidas.
No viene para ver lo bendecidos que estamos, lo felices que estamos, lo
bien que funcionan Sus dones en nuestras vidas... o cuánto gozo sentimos con la
lluvia que Él está enviando desde el Cielo. En su lugar, Él vienen para ver si
la lluvia y el sol, y Su cuidado de nosotros, ha reproducido más de Su Hijo en
nuestras vidas, más de la hermosura de Jesús. Va de árbol en árbol buscando una
sola cosa. Va de viña en viña... y si Él encuentra “sólo hojas”, Su corazón se
entristece. Él no pretender ver si la tierra está húmeda. No está ahí para
admirar las flores o para ver si las hojas siguen verdes. Busca el fruto. “Entre mi amado en su huerto y coma sus mejores
frutas.” (Cantar de los Cantares 4:16) Busca algo compatible con Su propia
naturaleza y carácter. Porque sólo lo que proceda de Su propia imagen, puede darle
reposo, deleite y gozo.
Buen Fruto... No en obras maravillosas
Todos estamos
muy familiarizados con la advertencia de Jesús de que muchos en el día del
juicio, dirán "Señor,
Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y
en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: "Jamás os
conocí; apartaos de Mí, lo que practicáis la iniquidad.” (Mat.7:22). Algunos
dicen que estas personas profesaban haber hecho estas obras, pero estaban en
realidad mintiendo. Pero esto no tiene nada que ver con eso. Fíjate en el
contexto en que Jesús dijo estas palabras. “Todo árbol que no da buen fruto, es
cortado y echado al fuego” (Mat. 7:19). “Por sus frutos los conoceréis” sólo
puede tener significado si sabes lo que Dios considera como “fruto”. No es la
manifestación de los dones que Dios da gratuitamente a todos, sino lo que se
produce en las vidas de aquellos que “hacen la voluntad de Mi Padre que está en
los Cielos.” (Mateo 7:21). No está en las señales y prodigios. No está en los
milagros. No está en el expulsar a los demonios. El Señor lo deja muy claro a
ellos y a nosotros, que Sus juicios justos no se basarán en la operación de
obras milagrosas, sino se basará enteramente en si es “buen fruto” del “árbol
bueno”.
Estas observaciones
que estamos haciendo son muy solemnes. Dios dijo a Su pueblo de antaño, “Israel
es viñedo frondoso, dando fruto para sí mismo.” (Oseas 10:1). El
Labrador mira desde el Cielo y ve los frutos de los logros humanos en los que
los hombres se glorifican a sí mismos en lugar de al Señor. Israel fue por su
propio camino, haciendo su propia cosa, trayendo fruto para su propia gloria. Y “según la abundancia
de su fruto, así multiplicaba los altares (idolátricos).”(Oseas
10:1). Tenemos que andar cerca del Señor y conocer Su corazón, o no sabremos la
diferencia entre el buen fruto y el fruto corrupto. Me temo que gran parte del
pueblo de Dios está llenando sus cestas con espinos y abrojos, pensando que han
cosechado higos y uvas... por causa de las grandes obras que ven.
Aprobando las Cosas excelentes
Escuchamos
esta frase con mucha frecuencia: “¡No juzguéis!”. Pero entendamos que el juicio en su propia perspectiva. Sé que
Jesús dijo, “No juzguéis para que no seáis juzgados”. (Mat. 7:1). No hemos de
ser vengativos, sino que hemos de ejercer el “juicio justo” en nuestras
asociaciones con los hombres en la Iglesia o el mundo a nuestro alrededor. Él
dijo, “No juzgo a ningún hombre, Y si juzgo, mi juicio es verdadero.” (Juan
8:16, Juan 5:30). Y a Sus discípulos les dijo, “No juzguéis conforme a las
apariencias, sino juzgad con juicio justo”: (Juan 7:24). Ciertamente es
evidente en este y en otros muchos pasajes, que Dios quiere que Su pueblo
“juzgue” en el sentido de saber lo que está bien y lo que está mal... y después
hacer lo que Él quiere que hagamos sobre eso, o dejarlo simplemente. Hemos de
juzgar justamente, no conforme a las apariencias y no como alguien que condena
a otro. Porque si eso hacemos, ciertamente nos dejamos a nosotros mismos
completamente abiertos a ser juzgados del mismo modo (lee Mat. 7:2).
Tenemos que
llegar a conocer a Dios tan bien que sabremos lo que Él aprueba, amaremos lo
que Él ama, y podremos discernir lo que es bueno delante de Él, y lo que es
malo. Y es por causa de falta de esta clase de juicio (o discernimiento), que
hay tanta contaminación barriendo la Iglesia. No vamos por ahí pronunciando
juicios contra el pueblo de Dios. Lo mejor es que nos convirtamos en sacerdotes
misericordiosos en Su Casa, antes de que Dios nos confíe la autoridad para
tratar con la impureza que hay ahí fuera. He visto mucha crueldad en algunos
siervos de Dios que sintieron que por causa de su autoridad, era su
responsabilidad arrojar juicios sobre los que estaban en error, o sobre quienes
ellos consideraban que estaban en error. Un sacerdote misericordioso en la Casa
de Dios hará un profundo examen de corazón antes de juzgar a otros... y estará
dispuesto a poner su vida (como nuestro Sumo Sacerdote) por el hermano en
error. Que el fiel sacerdocio de Dios reflexione mucho sobre lo que dijo Jesús,
“Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados, y con la medida con la
que medís, seréis medidos.” (Mat. 7:2).
Ciertamente
Dios levantará un nuevo sacerdocio santo de Sadoc, cuyo juicio será justo, puro
y misericordioso. Y juzgarán justamente porque Dios dijo “Se acercarán a mí para servirme, y estarán delante de mí.” (Ezeq. 44:15).
Será desde esta hermosa relación sacerdotal con Dios que enseñan al pueblo de
Dios “a discernir entre lo sagrado y lo profano, y harán que ellos sepan
distinguir entre lo inmundo y lo limpio.” (v. 23). Este sacerdocio justo “puede
obrar con benignidad para con los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo
está sujeto a flaquezas.” (Heb. 5:2). Habrán aprendido “misericordia” porque
ellos mismos han sido heridos, juzgados injustamente, incomprendidos y acusados
falsamente. Pero hizo que se acercaran a Dios, y que le ministraran, y que
estuvieran delante de Él.
El Fruto del Conocimiento y del
discernimiento
Ahora
bien, reconozco que hay en los dones del Espíritu, palabras de ciencia dadas
por Dios, y discernimiento de espíritus. Pero muchos de los que son investidos
con esta clase de don y capacitación, no han conocido lo que es mostrar
misericordia. Si el conocimiento y el discernimiento de alguien no brota de una
relación de amor con Dios, su juicio es muy probable que sea afilado, cruel y
destructivo. De esta forma, el apóstol oró por los filipenses para que
persiguieran un ámbito más alto de juicio: “Y esto
pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento
verdadero y en todo discernimiento” (Fil. 1:9). Está hablando del “fruto” del
discernimiento, un conocimiento y un discernimiento que brota de la relación de
amor de cada uno con Dios.
¿Comprendemos
lo que está diciendo? “Quiero que vuestro amor crezca más y más para que desde
un corazón de amor... amor por Dios y por el pueblo de Dios... vuestro
conocimiento y discernimiento sea puro, y brote desde un corazón puro.” Porque
podéis estar seguros de que cuánto más nos acercamos a Dios y cuánto más Le
amamos, más conoceremos Su corazón, y más claramente comprenderemos lo que Le
agrada. Y así, el apóstol sigue diciendo: “A fin de que escojáis lo mejor, para
que seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo”. (Fil. 1:10). Cuando
sabemos aprobar esas cosas que son “excelentes” delante de Él, entonces seremos
iluminados para evitar el camino malo, o el camino que es inferior, para andar
por el camino de Dios.
Primero
nuestro amor debe “abundar más y más”. Después, al amarle y andar por Su
camino, podemos discernir y juzgar con justo juicio... y así, llegar a un lugar
en el que sabemos lo que es excelente y agradable a Dios. No podemos discernir
el mal a menos que sepamos lo que es bueno. No vamos dando tumbos de alguna
manera hasta llegar a la verdad, mediante el estudio de lo falso. No andamos en
la luz investigando los reinos de la oscuridad.
Y al
permanecer en Amor y saber lo que agrada al corazón de Dios... el resultado
final es “buen fruto”. “Llenos del fruto de justicia que es por
medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios. (v.11). Dios busca
“frutos de justicia”. Y cuando comprendemos que sólo Cristo es nuestra
“justicia”, entonces, podremos confinarnos más y más a Él. Porque solo desde
una unión con Cristo, podremos producir en nuestras vidas el fruto que busca el Labrador.
Capítulo 7 – El Trigo
y la Cizaña
Gloria
en Lugar de Ceniza – Parte V – George H. Warnock
CAPÍTULO 7 – EL TRIGO Y LA CIZAÑA
“El
reino de los cielos puede compararse a un hombre que sembró buena semilla en su
campo pero mientras los hombres dormían, vino su enemigo y sembró cizaña entre
el trigo, y se fue.” (Mat. 13:24,25).
En el mismo
contexto de esta parábola había otra en la que el Señor nos advierte a no dejar
que los “espinos” ahoguen la Palabra. El Señor describe los “espinos” como “los
afanes de este mundo” y el “engaño de las riquezas” (v.22). Pablo también nos
advierte sobre los “espinos y abrojos” que pueden infestar nuestro jardín (Heb.
6:8) y que hemos de tratar de erradicar. Pero de los “abrojos”, el Labrador
dice, “Un enemigo hizo esto... Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega.”
(Mat. 13:30). Las manos de los obreros del campo querían hacer esto
inmediatamente. Sabían lo suficiente sobre el “trigo” para discernir la
diferencia. Pero el agricultor sintió que no sería sabio arrancar los abrojos
porque al hacerlo, podría fácilmente arrancar algunas raíces tiernas de trigo.
Y de esa forma decidió, “Trataremos con la cizaña en la siega.”
“Los abrojos
y espinos” son identificados claramente como “los afanes de este mundo y el
engaño de las riquezas.” Pero Jesús nos advierte que los “abrojos” son mucho
más difíciles de identificar. Generalmente, los líderes de la Iglesia necesitan
que los ricos y prósperos paguen sus programas y construyan sus templos. Pero a
lo largo de los siglos, el pueblo de Dios ha sido perseguido, maltratado,
desterrado, torturado, quemado en la hoguera, condenado a la guillotina,
crucificado... todo ello en el nombre de erradicar los “abrojos” de la Iglesia.
El Carácter de los abrojos
Dios, por
causa de Su gran paciencia y longanimidad, y por Su propio designio, ha seguido
permitiendo a los falsos “ungidos” tener su día en la Iglesia. Sé que Dios
quiere que Su pueblo tenga discernimiento del “bien y del mal”, y que trate con
el mal que se ha deslizado dentro de la Iglesia, mostrándoles la forma de
hacerlo. Pero el hecho es que hay un área de la “cizaña” que no será tratada
hasta el “tiempo de la siega”. El Señor conocía el corazón de Judas todo el
tiempo. Y cuando los discípulos miraron atrás, después de la caída de Judas,
recordaron su corazón ambicioso, y quizás algunas otras cosas relacionadas con
eso. Pero en sus momentos juntos, él era simplemente “uno de los doce”, y
ninguno de los once tuvo el mínimo sentimiento solapado de que Judas tuviera un
corazón perverso. ¿Cómo lo sé? Porque cuando Jesús anunció “Uno de vosotros me
va a traicionar”, hubo consternación y desmayo. Cada discípulo, uno a uno, dijeron,
“¿Soy yo? “ Y cuando Jesús dijo a Judas, “Lo que vas a hacer, hazlo más
pronto”... incluso entonces ignoraron completamente lo que Jesús quería decir
(Lee Juan 13:28,29).
El
diccionario Bíblico de Unger tiene esto que decir sobre la “cizaña” en los tiempos
bíblicos. Dice que era abundante en los campos de grano, y que se dejaba en el
suelo hasta que los tallos habían crecido bastante unos junto a otros. Y
entonces, poco antes de la siega, los trabajadores caminaban cuidadosamente por
los campos y arrancaban todo menos el trigo y la cebada. Nos dice que la más
común de las diferentes variedades de cizaña, era venenosa y casi imposible de
distinguir del trigo en las fases tempranas de crecimiento, aunque al
convertirse en el grano, podían separarse sin dificultad.
Esta
descripción está bien confirmada por el labrador en la parábola mencionada. Y
puesto que lo real y lo falso son tan parecidos, no siempre sabemos con certeza
lo que es de Cristo y lo que es anticristo. Pero a través de todo esto, Dios
nos ha dado un camino seguro y positivo de seguir lo que es bueno. Sólo nuestro
Señor Jesús es bueno, en el análisis final. Sólo Él es nuestra justicia, paz y
gozo. Dios nos anima a hacer que Él sea nuestro único y exclusivo deseo...
seguirle, seguir tras Él, llegar a conocerle, hablar de Él, vivir en el
Espíritu, andar en el Espíritu, amarle, obedecerle, y meditar en Él de día y de
noche. No podemos equivocarnos si los deseos de nuestros corazones son sólo y
exclusivamente para Él. El Espíritu Santo vino a revelar a Cristo... y a
exaltarle sólo a Él (Juan 16:13,14). La radiación de Cristo desde Sus siervos
manifestará a Cristo. Y los verdaderos siervos de Cristo que siguen al Cordero,
reconocerán el espíritu del Cordero en los que profesan ser Sus seguidores.
Esto es lo
que está diciendo nuestro Labrador,” Dejad
que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega diré a los
segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla, pero el
trigo recogedlo en mi granero.” (Mateo 13:30). Creo que es certero que estamos
muy cerca del tiempo de la siega ahora, y sabemos que el Labrador lo tiene todo
bajo control. Jesús dijo, “la siega es el fin del mundo, y los segadores son
los ángeles.” (Mateo 13:39). Y nos dice que los abrojos han de ser recogidos en
manojos primero, antes de recoger el trigo en el granero. En cualquier Iglesia
o congregación en la tierra donde se reúna el pueblo de Dios en Su Nombre,
puedes estar seguro de que el enemigo estará buscando un lugar para sembrar la
cizaña. Pero si nuestro corazón es recto, y nuestra búsqueda es exclusivamente
de Él, Dios no va a permitir que seamos abatidos por lo falso. A veces puede
ser que seamos plenamente conscientes de lo falso, y aún así, no saber qué
hacer al respecto.
La cizaña es completamente
falsa, pero se parece mucho al trigo, los verdaderos cristianos, los ungidos.
No hay nada tan falso como un billete de 20 dólares falsificado. Tiene todas
las características de un billete verdadero, pero es totalmente falso. Y hasta
que no lleguemos a un punto en el que no juzguemos por lo que veamos o por lo
que oigamos (el mismo Espíritu en el que Jesús se movía)... no vamos a poder
juzgar con la calidad afinada del discernimiento que Dios quiere que tengamos.
Nuestro Señor Jesús no juzgaba por lo que oía o por lo que veía, pero su juicio
era verdadero, “Porque”, dijo, “No busco lo mío, sino la voluntad del Padre que
me envió.” (Juan 5:30, Isaías 11:3,4).
Discerniendo el bien y el mal
“Pero el
alimento sólido es para los adultos, los cuales por la práctica tienen los
sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal.” (Heb. 5:14).
Cuando el
nuevo empleado de banca vino al director para pedirle algunos billetes falsos
con el fin de poder estudiarlos, el banquero contestó: “No vas a conocer los
billetes verdaderos mediante el estudio de los falsos... estudia lo que sabes
que es el billete verdadero y entonces podrás detectar la falsificación.” El
antídoto de Dios para lo falso, es la Verdad. Jesús dijo: “Yo soy la Luz del
mundo: el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida.” (Juan 8:12). El remedio de Dios contra el anticristo, es el Cristo, el
Ungido, la Unción de Dios. “Pero
vosotros tenéis la unción del Santo, y todos vosotros lo sabéis.” (1ª Juan
2:20). Esta es la provisión de Dios para nosotros. Ahora bien, la unción no es
solo un tipo de sensación poderosa que uno pueda tener, sentir (aunque
reconozco que se puede sentir la Unción). La unción es esa provisión de Dios
para cubrirnos, equiparnos para vivir la vida de Jesús y capacitarnos para
ministrar a Cristo a los demás. Es la misma radiación de Jesucristo, que es la
Verdad. Y por eso, Juan dijo, “Pero la unción que está en vosotros, que habéis
recibido de Él... ES VERDAD...” (1ª Juan 2:27).Cristo, el Ungido es Él mismo la
Verdad viviente.
Al
caminar en el Espíritu, el Espíritu es
fiel en hacernos andar en la Verdad; porque Jesús dijo; “Las palabras que Yo os
hablo, son espíritu y son vida.” (Juan 6:63). Al andar en esta unción, y
ponernos la “mente de Cristo” seremos inmunes al anticristo y conoceremos su
número. Nuestras “manos” serán libres de sus obras perversas; nuestras
“frentes” serán libres de su mente maligna. ¡Qué locura pensar que si sabemos
un poco de aritmética y podemos contar hasta 666, tenemos la sabiduría de Dios
para resistir al anticristo y vencerle! Con el “sello del Dios viviente”
escrito en nuestras frentes, no hay “número de hombre” que pueda borrar el
sello indeleble del Dios viviente (Ezeq. 9:4, Apoc. 7:3, 14:1).
Anticristo en el Templo
Lo que Jesús
nos está diciendo en la parábola del trigo y de la cizaña es simplemente esto:
Hay una operación perversa del espíritu del anticristo en la Iglesia... y no
será manifestada claramente al pueblo de Dios hasta el “tiempo de la siega”. Juan
reconoció al anticristo en su día. Afirmaban ser parte del pueblo ungido, pero
Juan dijo: “Salieron de nosotros” (1ª Juan 12:19). Parece que Juan no tuvo que
tratar con esto porque los ungidos de Dios tenían la “unción del Santo” y a su
debido tiempo, la compañía del anticristo ya no podía soportar la unción que
descansaba sobre ellos, y por tanto, se marchó.
Pero el
anticristo no se rendirá fácilmente. Seguirá tratando de tener un lugar de
señorío en medio del pueblo de Dios. En los tiempos de Nehemías y de la
reedificación de los muros de Jerusalén, había un hombre llamado Tobías que odiaba a los judíos
e hizo todo lo que pudo para interrumpir la obra de Dios. Pero se las arregló
para hacerse de un nombre para sí mismo entre los muchos nobles de Judá.
Después de todo, su nombre significaba “Bondad de Jehová”. Y sus “buenas obras”
persuadieron a los nobles, y se unieron a él. De alguna forma, se las arregló
para hacerse de un habitáculo en el mismo templo de Dios (lee Nehe. 6:1; 17-19;
13:7,8). Entró ahí para dañar al pueblo de Dios, no para ayudarles. El
anticristo quiere introducirse en medio del pueblo de Dios para que no adore a
Dios, sino para ser adorado. No está interesado en un templo de madera y de
piedra. Ya ha servido en un altar, y ha sido responsable de llevarlo a la
desolación. Ahora bien, hay un nuevo templo, la Iglesia del Dios viviente. Y es
aquí dónde Él busca un lugar de señorío, exactamente donde se encuentran los
“ungidos” de Dios. No para adorar a Dios en “espíritu y en verdad”, sino para
introducir lo que pueda con el único fin de corromper la verdadera adoración.
Pero hará que tenga muy buen aspecto. Y hará un nombre para sí, con “sus buenas
obras”... tal y como hizo en el antiguo templo. Para empezar, se establecerá en
un pequeño habitáculo. Se deslizará en su interior y esperará pacientemente la
oportunidad de afirmarse a sí mismo. “Anticristo” significa “en contra de
Cristo”, pero también significa “en lugar de Cristo”, en lugar de la Unción. Es
increíble cuantas cosas han invadido la Iglesia para tomar el lugar de la
Unción. “Toda clase de cosa que se arrastra” (como Ezequiel vio, cap. 8:18) ha
entrado disfrazada de la “unción”, para expulsar a la Unción: música salvaje...
risas burlonas, payasos y comediantes... magos... equipos poderosos.... ponle
el nombre que tú quieras. Sin mencionar los muchos artilugios artificiales y
trucos, el efecto del escenario, el efecto de color, que se usa para embellecer
“el culto de adoración”. Y después, por supuesto, “las doctrinas de los hombres”,
que envenenan el corazón y la mente... y el espíritu controlador que ata a la
gente en cautividad al sistema completo.
El Anticristo
está obrando en el Templo de Dios para expulsar a Cristo, para expulsar la
Unción, y para ocupar ese lugar él mismo. “La unción del Santo” es la provisión
de Dios para Su pueblo. Así pues, el anticristo no tuvo éxito en el día de
Juan. “Salieron de nosotros”, dijo. Pero en generaciones siguientes tuvo un
gran éxito, hasta que obtuvo casi un control absoluto en la Casa de Dios. Y
aunque recibió lo que muchos en la Reforma esperaban que fuera una “herida
mortal”, la herida se está sanando completamente en nuestros días. Ahora está
muy ocupado con todo el movimiento ecuménico, que tiene por intención la unión
de todas las religiones “cristianas” en un solo cuerpo, bajo su control. Está
teniendo un gran éxito en todos los segmentos de la Iglesia Cristiana,
incluyendo al que muchos sienten que es el más espiritual de todos... el
Movimiento Carismático.
Las
Escrituras hablan del Anticristo tanto en singular como en plural (1ª Juan
2:18). Porque el “hombre de pecado” es un hombre colectivo... igual que Cristo
unido a Su cuerpo, es mencionado como un “hombre perfecto” (Efe. 4:13). Puede
haber una “cabeza” sobre esta nueva iglesia falsa que está emergiendo, o podría
ser una cabeza colectiva, ¿Quién sabe? Pero el anticristo es un movimiento, un
espíritu, un cuerpo colectivo. Lo veremos claramente sólo en la consumación del
tiempo de la siega. Pero no seamos engañados para pensar que el “anticristo”
está acechando en algún lugar, en un sitio secreto y escondido, esperando que
se reedifique un templo en Jerusalén para poder tomar su trono ahí mismo. Ahora
mismo está muy activo tomando posiciones fuertes en la Iglesia... y expulsando
a Cristo el Ungido, y a muchos del
pueblo de Dios que no aprecian la diferencia. O el pueblo de Dios se arrepiente
y regresa a una clase de reunión simple en el Nombre del Señor Jesús, en la que
Él participa con el ejercicio completo de Su Señorío, o el anticristo vendrá en
medio de ella con una falsa unción. Y no sabrán apreciar la diferencia. Y
cuando el “misterio de la iniquidad” haya llegado a su consumación, entonces se
sentará en el Templo, “presentándose como si fuera Dios.” (2ª Tes. 2:4).
Dios quiere purgar
los corazones de Su pueblo de todo lo falso, para que puedan convertirse en “un
templo santo en el Señor... para morada de Dios en el Espíritu” (Efe. 2:21,22).
Y muchos de Su pueblo anhelan eso y preparan sus corazones para ser Su morada
en la tierra. Pero muchos otros, por ignorancia o negligencia, están siendo
sometidos en silencio y siguen al movimiento del anticristo. Tenemos esta
confianza. “El Señor conoce a los que son Suyos” y sabemos que Él guardará a
los Suyos hasta el final. Pero nuestra responsabilidad es esta: “Que se aparte
de la iniquidad todo aquel que menciona el nombre de Cristo (El Ungido) .” (2ª
Tim. 2:19).
La Mano Restrictiva de Dios
Ahora bien,
Dios está restringiendo la completa manifestación del “hombre de pecado”, como
ha hecho desde el principio. Pero cuando Su Señorío es negado, y la Santa
Unción es sustituida con el número del hombre (666... la mente apóstata del
hombre llegando a la consumación de su madurez)... van a traer cada vez más y
más de estas “cosas que se arrastran” en la Casa de Dios. Tienen que tratar de
guardar la “unidad” en medio de ellos. Deben divertir a las muchedumbres para
que la gente siga viniendo. Han de mantener contentos a los jóvenes, y a los
viejos mantenerlos al menos tolerantes. Sus inversiones son pesadas, con una
gran carga comercial que seguirá caracterizando a la Casa de Dios de un modo
que avergonzaría a los cambistas de los días de Jesús. Los líderes seguirán
comprometiendo su fe a cambio de la unidad a cualquier precio. Y como resultado,
el Espíritu Santo que vino a manifestar a Cristo y a glorificarle sólo a Él, es
entristecido y se marcha. Dios no tiene otra opción en este asunto. Poco a poco
aparta Su mano restrictiva y lo entrega a la abominación, como hizo con el
viejo Templo en Jerusalén.
El anticristo
seguirá teniendo más y más ascendientes hasta el tiempo del fin. Así, la
cizaña, esa planta que se parece mucho al trigo, ha infestado los campos en
todas la partes de la cristiandad. Pero Dios tiene todo bien sujeto bajo Su
control. Tiene “fruto precioso” en los campos. Primero está recogiendo “la
cizaña” en manojos, y después recogerá el trigo en Su granero. No tenemos que
decidir quienes son Suyos. “Conoce el Señor a los que son Suyos”. Está
preparando ambas siegas. Envía un “gran engaño” a los que “no reciben el amor
de la verdad” (2ª Tes. 2:10,11). Y está trayendo el trigo a la semejanza de la
Simiente que se sembró. Es una siega de dos naturalezas. “La cizaña” está
llegando al clímax de su madurez. Y el buen trigo está llegando al “grano
completo en la espiga en la tierra”, mediante la radiación del amor de Dios y
de la verdad en los hijos del Reino. El Señor de la gloria consumirá al “hombre
de pecado” con el “Espíritu de Su boca... y con el resplandor de Su venida.”
(2ª Tes. 2:8). Y los manojos de cizaña se reunirán para ser quemados.
En todos
estos temas, hemos de saber que nuestra victoria viene en nuestra derrota... si
entiendes lo que estamos diciendo, Jesús fue inmolado en la Cruz a manos de
hombres perversos. Pero fue allí dónde Él conquistó al pecado y a la muerte,
porque fue allí en la voluntad de Dios. No fue dando tumbos hasta la Cruz.
Deliberadamente llegó hasta ella, a plena luz del día. Se entregó por amor a Su
pueblo. Su amor hizo que escogiera la voluntad del Padre, en lugar de la Suya
propia. Regresó a Judea, sabiendo que Sus enemigos Le estaban esperando. Es por
el “Espíritu Eterno” que Su sacrificio fue ofrecido a Dios como un Cordero sin
tacha (Lee Juan 11:7-9; Heb. 9:14). Dios quiere que sigamos al Cordero por donde
quiera que Él pueda guiarnos. Y esto requiere que “no amemos nuestras vidas ni
hasta la muerte”, como nuestro Maestro. (Apoc. 14:1,4).
Capítulo 8 –
Victoria y Tragedia
Gloria
en Lugar de Ceniza Parte V – El Huerto de Dios – George H. Warnock
CAPÍTULO 8 – VICTORIA... Y TRAGEDIA
“Porque no quiero que
ignoréis, hermanos, que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos
pasaron por el mar; y en Moisés todos fueron bautizados en la nube y en el mar;
y todos comieron el mismo alimento espiritual; y todos bebieron la misma bebida
espiritual, porque bebían de una roca espiritual que los seguía; y la roca era
Cristo. Sin embargo, Dios no se agradó de la mayor parte de ellos, pues
quedaron tendidos en el desierto.” (1ª Cor. 10:1-5)
Después de
decir estas cosas, el apóstol continúa advirtiendo a los corintios que estas
cosas sucedieron a Israel como ejemplo para nosotros... para que pudiéramos
aprender del fracaso del pueblo de Dios en tiempos pasados, y evitar las
trampas que trajeron una maldición sobre
ellos, en lugar de una bendición. Aquí, el apóstol nos muestra claramente como
la bendición de Dios, que tenía por fin proveer su pan diario y saciar sus
almas sedientas, se convirtió finalmente en una maldición... porque sus corazones
se habían endurecido contra Dios. Y para evitar que los que estén seguros de sí
mismos, hagan caso omiso de esto como una advertencia innecesaria para ellos,
él les amonesta aún más claramente:
“Por tanto,
el que cree que está firme, tenga cuidado, no sea que caiga.” (v.12) Quiero
hablar de unos pocos casos excepcionales en la Escritura en los que las
bendiciones de Dios fueron seguidas de Sus juicios porque el pueblo no se lo
tomó a pecho.
La trampa del Corazón no preparado
No me
gustaría llamar a esto “La trampa de la bendición”... pero parece que si el
corazón no está preparado, lo que Dios se había propuesto que fuera una
bendición a Su pueblo en el desierto... alimento y agua para sostener sus
corazones cansados y nutrir sus cuerpos... esa bendición se convirtió en una
maldición por causa de sus corazones amargados. Asaf nos dice que era una “una
generación porfiada y rebelde,
generación que no preparó su corazón, y cuyo espíritu no fue
fiel a Dios.” (Salmos 78:8). Dios mismo se lamenta por la rebelión de un pueblo
que testificó milagros, obras maravillosas y bendiciones, como ninguna otra
nación antes o después había testificado... y sin embargo, en los momentos
posteriores a todo esto, endurecieron sus corazones y dejaron de aprender los
caminos de Dios (lee Salmos 95:7-11). No es cosa ligera, que aquello con lo que
Dios pretendía alimentarnos, y nutrirnos, fortalecernos y bendecirnos...
pudiera de hecho convertirse en nuestra caída si el corazón no es humilde y
fielmente establecido en Él. La Palabra de Dios a ti y a mi es esta: “SI
oyereis hoy Su voz, no endurezcáis vuestros corazones” (Heb. 3:8-15; 4:7).
Fuego Extraño en el Lugar Santo
Un día en el
desierto, Moisés dijo a los sacerdotes que ofrecieran ciertos sacrificios ante
el SEÑOR porque Dios iba a visitarles ese mismo día. “Porque hoy se aparecerá
el SEÑOR a vosotros." (Lev. 9:4). El Mesías no había de aparecer por
cientos de años aún, pero el Señor de la Gloria apareció a Su pueblo muchas
veces antes de Su primera venida. ¿Por qué, entonces habría de preocuparse el
pueblo de Dios cuando hablamos del Señor de la Gloria que viene en medio de Su
Iglesia, antes de Su “segunda
venida”? ¿Y por qué insiste en que cuando los escritores del Nuevo Testamento
hablaban de la “manifestación” del Señor,... que esto no pueda suceder hasta la
“segunda venida”? De cualquier forma, el hecho es que Él vino a ellos. Vino en
Su impresionante Gloria, en el desierto. No fue alguna clase de visión. Moisés
dijo, “Hoy se aparecerá el Señor a
vosotros”... y después que el pueblo se hubiera humillado en sacrificio y
ofrenda, el Señor se “apareció” a ellos. “Y salió fuego de la presencia del
SEÑOR...al verlo, todo el pueblo gritó y se postró rostro en tierra.” (Lev.
9:24). Cuando el pueblo “caía sobre su rostro” en las escrituras, era en un
profundo temor, arrepentimiento y adoración, al humillarse ante el Señor. Creo
que vamos a ver al pueblo de Dios “caer sobre su rostro” de nuevo, cuando Su
Santa Presencia venga en medio de nosotros.
Pero después
de eso, dos de los sacerdotes cuyos corazones no habían sido cambiados por esta
impresionante revelación de la gloria de Dios, decidieron que encenderían su
propio fuego. Un día estaban siguiendo diligentemente las instrucciones del
Señor en la preparación de los sacrificios. ¡Pero unos días después estaban
descaradamente haciendo su propia cosa! Que Dios trate con nuestros corazones
en esta hora impresionante, no sea que nos ocupemos en hacer nuestra propia
cosa, que encendamos nuestros propios fuegos artificiales, y mientras tanto, en
medio de todo esto, estemos disfrutando de las bendiciones y ministraciones
multiformes del Espíritu. Nadab y Abiú, “hijos
de Aarón, tomaron sus respectivos incensarios, y después de poner en ellos
fuego y echar incienso sobre él, ofrecieron delante del SEÑOR fuego extraño,
que El no les había ordenado. Y de la presencia del SEÑOR salió fuego que los
consumió, y murieron delante del SEÑOR.” (Levítico 10:1,2).
El Señor de
la Gloria va a aparecer en medio de Su pueblo una vez más... y lo mejor será
que tú y yo preparemos nuestros corazones ahora para la gloria de Su Aparición.
Dice a la Iglesia de Éfeso, “VENDRÉ a ti”, si no te arrepientes. A la Iglesia
de Pérgamo, “VENDRÉ a ti”; si no te arrepientes. A la Iglesia de Sardis,
“VENDRÉ a ti como ladrón en la noche. ¿Por qué tenemos que discutir sobre si
esto es o no “la segunda venida”, si sabemos que el Señor de Gloria viene a Su
Templo, para tratar con la iniquidad que hay en Su Iglesia?
Codornices en lugar de Maná
El pueblo de
Dios estaba camino de Canaán. En medio de tremenda murmuración y queja, Dios
había estado dando fielmente toda la provisión para ellos: maná del cielo que
proporcionaba todo lo suficiente para la salud y la fortaleza física. Agua de
la Roca... pura y fresca, y tan mezclada con la vida de Dios que fue llamada
“bebida espiritual”. La Nube de Su presencia los cubría de día y de noche. En
pocas palabras, Moisés declaró:
“No te ha
faltado nada.” Pero se cansaron de todo ello. La visión de Canaán se convirtió
en algo extraño y lejano. El precioso alimento que Dios les daba se convirtió
en algo que aborrecieron. Ya no satisfacía a sus apetitos carnales. No parecía
que les llenara. (Hemos tratado esto extensamente en el escrito “Gloria en
Lugar de Ceniza Parte II – Un camino en el Desierto”)
Se quejaron a Moisés y Moisés contó a Dios todo el asunto…. Dios dijo, “Les
enviaré carne para satisfacer los deseos de sus corazones... Enviaré mucha,
tanta que no sabrán como controlarla.” ¡Qué advertencia tan fuerte para
nosotros en este día! Si abandonamos la visión de esos frutos “lejanos” de
Canaán, y seguimos clamando por bendiciones temporales... ¡Dios puede escuchar
nuestro clamor! Dios les envió tanta bendición carnal que parecía caer como
lluvia del cielo—pero fue una bendición que se convirtió en una maldición. El
profeta Miqueas dijo, “Si no escucháis, y si no
decidís de corazón dar honor a mi nombre--dice el SEÑOR de los
ejércitos--enviaré sobre vosotros maldición, y maldeciré vuestras bendiciones.”
(Mal. 2:2). Incluso cuando Dios les bendecía y contestaba sus oraciones, ellos
“pecaban contra Él”, “Le provocaban”... “Le tentaban”... “hablaban en contra de
Él”... “Le limitaban”. (Lee el Salmo 78). Sé que Dios está bendiciendo a Su
pueblo hoy con lluvias copiosas por todas partes. Pero en muchos casos, hay
resentimientos y murmuraciones contra Dios y contra el hombre, sentimientos
duros, actitudes de falta de perdón del corazón. Y quizás la mayor parte de
esto surja de falta de visión de las verdaderas riquezas. La vida más profunda que
viene cuando permanecemos en unión con Cristo se queda en nada a cambio del
disfrute de las bendiciones temporales que pronto se secan.
Por la
mañana, Dios “llovía” maná del cielo sobre ellos. Y por la tarde, Él “llovía”
carne sobre ellos por un viento de este. (En las Escrituras, el “viento del
este” habla de miseria, sequía y juicio). Y mientras contestaba a sus
oraciones, Su ira se encendía contra ellos.
Él “abrió las puertas de los cielos e hizo que
lloviera maná sobre ellos... Él llovió carne sobre ellos como polvo, y aladas aves como la arena del mar (Salmos 78:21-27).
No es algo que enviara el diablo. Dios lo envió... porque insistieron en que se
estaban muriendo de hambre con ese abominable maná. De hecho nunca habían
estado tan sanos en toda su vida. No había “débil entre ellos”, mientras
caminaban con Dios y participaban de Su provisión con corazones agradecidos. La
plaga que pensaban que tenían, los había mantenido sanos y fuertes. Pensaron
que estaban “débiles” al comer el maná; pero cuando comieron las codornices,
Dios “envió una
plaga mortal sobre ellos.” (Salmos
106:15).
Fíjate en
este impresionante hecho: mientras estaban todavía mordiendo la comida que Dios
les enviaba, “la ira de Dios se alzó contra ellos y mató a algunos de los
más robustos” (Salmos 78:31).
Ahora bien,
si todo este suena extraño y perplejo es porque no entendemos los justos
juicios de Dios. Podemos ver una representación de esta misma historia en medio
de nosotros hoy. Una vez más, en medio de la iglesia hay una “multitud
mezclada” con “deseos mezclados” (lee Números 11:4). Lo mejor será que
busquemos muy en serio al Señor para que purgue de nuestros corazones cada
deseo que no sea de Él. Porque si queremos a Dios, pero también queremos
bendiciones carnales junto con ello—Dios puede enviar el maná por la mañana y
las codornices por la tarde. “Purga nuestros corazones, Señor, de todo mal
deseo, para que podamos deleitarnos sólo en Ti”.
Avivamiento en medio de la Rebelión
En medio de
la multitud mezclada... donde la inmensa mayoría deseaba la carne... Dios trajo
un avivamiento. Al menos hubo un genuino movimiento profético por todo el
campamento el mismo día que el pueblo deseaba la carne. Creo que este fue el
primer movimiento profético mencionado en la Escritura. Los profetas eran
hombres de Dios. Moisés había llegado a tal frustración, que clamó al Señor
pidiendo ayuda. Le contó al Señor que la carga que llevaba era demasiado pesada
para él. Y de este modo, el SEÑOR bajó y tomó del mismo Espíritu que había en
Moisés y distribuyó este poder y unción sobre los 70 ancianos en Israel. La
profecía llegó a ellos en gran unción... incluso sobre dos de los hombres que
no habían llegado al tabernáculo. Esto molestó a Josué y corrió a Moisés a
decírselo para que los frenara. ¡La idea misma de que los hombres profetizaran
en sus tiendas, sin que hubiera un profeta oficial para juzgar lo que estaba
pasando! La respuesta de Moisés simplemente fue, “¡Ojalá todo el pueblo del
SEÑOR fuera profeta, que el SEÑOR pusiera su Espíritu sobre ellos!” (Números 11:29).
Moisés se alegró de tener el refuerzo de los 70 ancianos y se gozó por la nueva
unción que había caído sobre ellos. Pero sin embargo, ese mismo día, llegaron
las codornices desde el este... hordas y hordas de ellas, y cada hombre recogió
tanto como podía... mucho más de lo que podía controlar. Incluso trabajaron por
la noche, ya que había una provisión tan grande de carne.
¿Quién envió
el avivamiento de la profecía? Dios. ¿Quién envió el maná por la mañana? Dios.
¿Quién envió la abundancia de codornices por la tarde? Dios. “Un viento del
SEÑOR” trajo a las codornices. El mismo Dios que trajo el avivamiento de la
profecía, y que envió el maná, envió las codornices el mismo día.
Hay una
“multitud mezclada” en la Iglesia hoy, y tienen “deseos mezclados”. Y lo mejor
será que pidamos a Dios que purifique nuestros corazones y nuestras mentes para
que nuestros deseos sean para Él y sólo para Él. Dios está bendiciendo a Su
pueblo cuyos corazones tienen hambre de Él. Y al mismo tiempo, Él está
bendiciendo al pueblo que está cansado del maná, cansado de escuchar Su
Palabra, y que tiene un antojo de la excitación del deseo carnal. En medio de
esta extraña mezcla, oímos estas palabras:
“La ira de
Dios se alzó contra ellos y mató a algunos de los más
robustos, y subyugó a los escogidos de Israel.” (Salmos 78:31)
¿Estoy oyendo a alguien discutiendo... “¡Pero Dios, Fuiste Tú quién trajo la
carne sobre ellos!”? Y la respuesta simple de Dios a esto es: “Si Mi pueblo
rehúsa ir por Mi camino, les bendeciré conforme a los deseos de sus corazones.
Pero si Mis palabras no penetran en sus corazones, y no producen la obediencia,
humildad, mansedumbre, y el fruto
que Yo deseo,... mis bendiciones terminarán en Mis juicios santos. Dios mató a
“los más robustos de ellos”. No necesitaban esa carne. Nadie en Israel la
necesitaba realmente, y mucho menos los que estaban floreciendo. El maná fue la
provisión completa de Dios para cada necesidad. Moisés lo dejó muy claro: Él
envió el maná “para humillarte, y probarte... para hacerte entender que el
hombre no sólo vive de pan, sino que vive de todo lo que procede de la boca del
SEÑOR.” (Deut. 8:2,3). Dios sabía que parecería “comida escasa”; pero sabía
también que si lo recibían como el pan del Cielo, descubrirían este fruto
precioso: que sus vidas y su fortaleza dependían mucho más de escuchar cada
palabra que procediera de Su boca, que en el pan que Él les daba para comer...
y esta es la razón por la que Él hizo que el maná pareciera como una comida
escasa. Era como un aperitivo que aumentaba cada vez más el hambre de Su
Palabra viva.
Estas son
instrucciones muy solemnes para nosotros en esta hora en que la gente dice:
“Solía venir a la Iglesia a escuchar sermones, etc. etc... pero ahora vengo a
la Iglesia a divertirme.” ¡Cómo necesitamos el alimento celestial del corazón
de Dios! Cómo necesitamos participar de esas riquezas en gloria que están en
Cristo Jesús. “Señor ¡Aliméntanos para siempre con Tu pan de vida!”
¿Cuál fue el
fin de esta bendición mezclada, derramada sobre una multitud mezclada, y
seguida por la ira de Dios? El lugar donde la Nube de Gloria había reposado...
el lugar que Dios pretendía que fuera un lugar de reposo en el desierto... se
convirtió en un enorme cementerio. Le llamaron Kibrot-Hataava... que en
lenguaje llano significa, los sepulcros de los deseos, o Los sepulcros de los
Deseos Carnales... “Porque allí sepultaron a los que habían sido codiciosos.”
(Núm. 11:34).
Antes de
abandonar este pensamiento, siento que tengo que decir esto: Dios está enviando
una Palabra desde Su corazón en este día que es suficiente para hacer que Su
pueblo llegue a la medida completa de la “estatura de Cristo”. Él ha hecho cada
provisión necesaria para que “crezcamos en la gracia y en el conocimiento de
nuestro Señor Jesucristo.” Pero esta Palabra conlleva una gran
responsabilidad... andar con Él, conocer Su voluntad y hacerla, y liberar a la
Casa de Dios de todos esos adornos carnales de la adoración y de ese fuego
extraño que Él no ordenó. Quiere que nos tomemos este asunto de oír la voz de
Dios muy en serio y hacer Su voluntad. Pero muchos de entre el pueblo de Dios
dicen: “No queremos esa cosa lejana... ¡Danos carne! Danos poder y sabiduría y
dinero para embellecer Tu casa con hermosa extravagancia de alabanza y adoración...
algo que atraiga a las masas.” Por supuesto, no lo van a decir así, con tantas
palabras. ¡Pero eso es lo que Dios está oyendo! ¡Y en muchos casos parece que
Dios está respondiendo a sus oraciones!
Danos un Rey en lugar del Señor Dios
Por supuesto,
nadie diría eso tampoco... ¡no en voz alta! Pero es lo que Dios escuchó...
porque sólo Él puede oír los pensamientos no verbales del corazón. Dios había
hablado fielmente Su Palabra a su pueblo por medio de Samuel, y los protegió de
sus enemigos.... y ellos lo sabían. Pero Samuel envejecía, y no parecía que
otro profeta fuera a ocupar su lugar, y comenzaron a tener miedo. Pidieron a
Samuel un rey, y Samuel consultó con Dios al respecto. Y Dios dijo, “No te han
rechazado a ti, Samuel, me han rechazado a Mí... Ve y prepárales un rey...
dales lo que quieren”.
Y cuando el
rey fue ungido por el profeta y puesto delante del pueblo... Samuel pidió a
Dios un milagro... y era un milagro que les sobresaltaría. Era el tiempo de la
siega del trigo. Todo el mundo sabe que la lluvia no es algo deseable en el
tiempo de la siega. En ese momento lo que se necesita es un clima seco y mucho
sol... Pero Samuel dijo, “Pediré a Dios que os envíe truenos y lluvia, y esto
confirmará vuestra maldad al pedir un rey.” Una gran lluvia cayó, en medio del
tiempo de la siega, cuando lo último que se necesitaba era precisamente lluvia.
“Y todo el pueblo temió grandemente al SEÑOR y a Samuel.” (1ª Samuel 12:18).
Sí,
necesitamos la lluvia de Dios a su debido tiempo, pero no durante la siega.
Creo que hemos de ver todavía un poderoso diluvio de la “lluvia temprana y la
tardía”, pero entendamos su propósito. La Lluvia Temprana es la Lluvia Simiente
que comienza a hacer que broten los campos, y la Lluvia Tardía es la Lluvia de
la Cosecha... que finalmente produce la madurez de los campos. Hemos tenido una
porción de la Lluvia Tardía en este siglo. Pero hay una nueva generación al
completo en la tierra que necesita la lluvia desesperadamente. Al caer la
lluvia, comprendamos que sólo dura un breve período de tiempo. El propósito de
Dios con la lluvia es hacer que el “buen fruto” madure. Después cesa la lluvia.
El Sol de Justicia se levantará con luz y con calor. La cosecha de la tierra
madurará y se secará. Y después se arrojará la hoz para recoger el fruto. Si
hay Lluvia Temprana y Lluvia Tardía en la misma estación... entonces podemos
estar seguros de que va a haber una siembra de la buena semilla, y una cosecha
de la misma, en una rápida sucesión de eventos. Porque Dios de hecho “hará una
obra rápida en la tierra y la acortará en justicia.”
Un ídolo... de los despojos de la Victoria
Quizás no
haya nada más sutil que el espíritu idólatra que en secreto se arrastra hasta
los corazones del pueblo de Dios Cuando Gedeón fue alcanzado por el Señor, una
de las primeras cosas que hizo fue derribar el altar de Baal en la casa de sus
padres, y quitar la imagen de Asera. Y entonces, después de la gran victoria
que Dios le había dado, el pueblo quiso hacerle rey... y humildemente
respondió, “No reinaré sobre vosotros, ni
tampoco reinará sobre vosotros mi hijo; el SEÑOR reinará sobre
vosotros.” (Lee Jueces 6:27,28; 8:23). Pero poco después le escuchamos diciendo
a la gente que trajera algunos de los despojos de la batalla. Me pregunto lo
que él tenía en mente. Voluntariamente trajeron oro y ornamentos, y hermosas
vestiduras. ¿Qué iba a hacer con todo eso? Quizás era una petición muy inocente
para que pudieran gloriarse en la gran victoria que Dios les había dado. Pero
tomó los despojos de la batalla e hizo la más hermosa vestidura sacerdotal que
pudieras imaginar, un maravilloso “efod”, “con el cual todo Israel se
prostituyó allí”. El fruto de esta tremenda victoria se convirtió en ruina para
“Gedeón y su casa”.(Jueces 8:27). Recuerdo que sucedieron cosas semejantes a
estas en la Iglesia. En una iglesia que se hizo famosa a nivel mundial, tenían
una habitación llena de sillas de ruedas y muletas... y otras reliquias de las
poderosas sanidades que habían tenido lugar. La gente llegaba y las miraba con
asombro y admiración—no juzgo, sólo me pregunto: “¿Estaban diciendo lo grande
que Tú eres?”, o “¿Estaban idolatrando a la persona maravillosa que Dios usó
para obrar esas sanidades?” Dios anhela
traer ríos de aguas sanadoras. Pero cómo anhela preparar los corazones de Su
pueblo con gracia, no sea que Sus bendiciones se conviertan en ídolos.
Simplemente
no conocemos el anhelo inherente de quedarnos con la gloria nosotros mismos si
Dios no revela “los pensamientos y las intenciones del corazón”. Sólo la
Palabra viva de Dios que es como espada aguda de doble filo, puede dividir
completamente y revelar lo que Dios ve enterrado en lo más profundo del
corazón. (Heb. 4:12). ¿Tenemos el coraje de pedirle sincera y seriamente que
use la Espada del Espíritu en nuestros corazones?
Un hombre de gran sabiduría se vuelve a la
idolatría
Quizás esta
sea una de las historias más trágicas de la Biblia... la historia de Salomón,
un hombre que llego al trono en humildad y construyó un templo para el nombre
de Dios, y más tarde se volvió a la idolatría. (Lee 1ª Reyes 11:5,6). Dios
conoce la sutilidad del corazón humano mucho mejor que nosotros. Y ojalá oremos
muy en serio: “Señor, Tú que eres el que conoce los corazones de los hombres
mejor que nosotros, escudríñame y conóceme. Pruébame y conoce mis pensamientos
y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame por el camino eterno.” Dios
advirtió a Israel lo que podría suceder
cuando entraron en Canaán, la tierra del fruto y de la abundancia. “Cuídate”;
dijo Él, “no sea que te enriquezcas y prosperes y que entonces tu corazón se
enorgullezca, y te olvides del SEÑOR tu Dios”. (Deut. 8:14). No estoy hablando
meramente de la prosperidad natural. Hay una prosperidad espiritual de la que
se jacta la Iglesia en estos días, y Dios mira hacia abajo y ve la extrema
pobreza espiritual. Dios revelará en el Día del SEÑOR, en el Día de Su gran
fuego, si nuestras obras han traído gloria a Su Nombre, y cuánto de ello es
“oro, plata, y piedras preciosas” y cuánto es “madera, heno y hojarasca”. Damos
gracias al Señor por cada don bueno y perfecto que Él nos concede; pero que
nuestras oraciones no se detengan aquí. Tenemos que encontrar la gracia para
ponerlo todo a Sus pies, en un amor sacrificado para Él. Porque a menos que
hagamos eso, no podremos ser Sus discípulos (Lucas 14:33).
Capítulo
9 En Busca de una sola Cosa
Gloria
en Lugar de Ceniza Parte V – El Huerto de Dios – George H. Warnock
CAPÍTULO 9 -- EN BUSCA DE UNA SOLA
COSA
“Una cosa he
demandado á Jehová, ésta buscaré: Que esté yo en la casa de Jehová todos los
días de mi vida, Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su
templo.” (Salmos 27:4).
Este era el
enfoque total de su deseo. Quería habitar en la casa de Dios pero su propósito
no era ver la hermosura de la casa, sino “la hermosura del SEÑOR”.... Y al
verle, “meditar” en Él, “inquirir” de
Él.
“Pero una
sola cosa es necesaria, y María ha escogido la parte buena, la cual no le será
quitada.” (Lucas 10:42).
¿Está afirmado
tu corazón? ¿Estás convencido de estar buscando “una sola cosa”? Nuestro Señor
nos da muchas bendiciones y muchos dones buenos y preciosos. Y Le damos gracias por todo ello.
¿Pero qué es lo que estamos buscando realmente? Dios nos guarde de estar buscando
un tesoro, una bendición, que no sea la bendición de ojos claros para verle, y
de oídos afinados que Le escuchen, y un buen corazón para producir buen fruto.
“Señor, que nuestros ojos sean transfigurados a la luz de Tu gloria, porque
sabemos que esto y solamente esto, producirá esa transformación de corazón y
mente que nosotros anhelamos.”
He probado las cisternas rotas, Señor;
Pero, Oh, se acabaron las aguas;
En cuanto me agaché para beber
huyeron,
Y se burlaban mientras yo gemía...
Ahora sólo Cristo puede satisfacer...
¿Es que Él no
es suficiente? No vayamos por ahí buscando más bendición, o más de Sus dones,
sino más de Él. Le damos gracias por Sus dones, pero sigamos buscando al Dador,
el que es la Fuente-Cabeza de todo don bueno y perfecto. No vayamos por ahí
buscando más poder... a excepción de la investidura de poder que invadirá
nuestro ser con el carácter y la hermosura del Señor Jesús mismo.
Poder
ilimitado en las profundidades de Su amor
“Pues su
divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad,
mediante el verdadero conocimiento de Él...” (1ª Ped.2:3). ¿Qué clase de poder quiere el Señor que
estemos buscando? La clase de poder que nos da todo lo que necesitamos para
llegar a “la vida y la piedad”. ¿Por qué tenemos que seguir a otros aspectos
del poder? ¿Otros reinos de poder? ¿Poder para hacer cosas maravillosas para
Dios? ¿Un poder tan grande que los demás reconozcan lo grande que somos? Es en
estos ámbitos de poder donde Dios quiere debilitarnos; porque estas áreas de
poder son tierra fértil para el orgullo y la altivez. De este modo, en este
pasaje, el apóstol Pedro nos anima a seguir el “poder divino” de Dios que
ministra todo lo que necesitamos para “la vida y la piedad”.
“Por esta
razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la
virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio
propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y
a la fraternidad, amor.” (2ª Pedro 1:5-7).
Si hallamos
gracia para alcanzar esta estatura, el apóstol nos dice que “no os dejarán
ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.”
(v. 8). Nos convertiremos en ese “buen árbol” del que habló Jesús, “el buen
árbol” que produce “buen fruto”. Por otro lado, no importa lo grande y poderoso
que el hombre pueda llegar a ser en dones y ministerio....”el que carece de
estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de
sus pecados pasados.” (v.9). Meditemos bien en esto: si nos faltan los
ingredientes de la gracia, estamos ciegos, y nos falta visión espiritual,
habiendo perdido de vista el propósito de la redención, al purgarnos de los
viejos caminos de nuestra vida anterior.
La gente
sigue diciendo, “¿Es que no sabes que ahí fuera hay un mundo lleno de
necesidad, y que tenemos que hacer lo mejor para ayudarlo...?” ¿Pero es que no
saben que hay una sola forma de conseguir esto, y es fluir en los ríos del amor perfecto? Sólo entonces vamos a
producir un impacto vital en un mundo que odia. De este modo Pablo oró por la
Iglesia en Éfeso, para que fueran “fortalecidos con poder por su Espíritu en el
hombre interior; de manera que Cristo more por la fe en vuestros corazones; y
que arraigados y cimentados en amor, seáis capaces de comprender con todos los
santos cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad,
y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el
conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de
Dios.” (Efesios 3:16-19).
Cuando el
pueblo de Dios alcance estas inconmensurables profundidades y alturas del amor
de Dios, no habrá límite a las obras poderosas de Dios en ellos. De este modo
añade, ahí en el mismo contexto: “Y a aquel que es poderoso para hacer todo
mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que
obra en nosotros...” (v.20). Esta clase de poder no puede guiar al orgullo y a
la altivez, porque es un poder que obra “por Su Espíritu en el hombre
interior”. Esta clase de poder fluye del amor de Dios. Ésta es una dimensión
del AMOR que se edifica en Su pueblo por las operaciones de Su gracia. No es un
“amor” pasajero que sube y baja con la marea. Es una calidad de “amor” que se
convierte en parte vital de aquellos que “crecen en Él en todas las cosas
(v.15). Esta clase de amor—o quizás debería decir, esta calidad y dimensión de
amor, es el fruto del amor de Dios que crece desde el Árbol de la Vida en el
que fuimos injertados, y no es simplemente la “bendición” del amor que
experimentamos en tiempos de devoción muy especial. Los que alcanzan el “perfecto amor” son los
que alcanzan una unión permanente con el Señor Jesús, y por tanto, viven y se
mueven en la humildad y en la gracia de Jesús. Es el mismo amor que había en
Jesús, y ahora está en ellos, como cuando Él oró: “... que el amor con el que
me has amado esté en ellos, y Yo en ellos.” (Juan 17:26).
Sé que estoy
hablando de un “alto llamamiento”, pero la palabra realmente quiere decir, “un
llamado hacia arriba”. Podemos ver lo alto que es y decir...”Es demasiado alto
para mí”. Pero si sé que es un “camino hacia arriba”... entonces simplemente
seguimos a nuestro Señor paso a paso... y Él nos guiará hasta ahí. El deseo de
Dios es guiarnos al embalse de las riquezas inescrutables de Cristo, en este
reino del amor de Dios donde hay poder para hacer “mucho más abundantemente de
lo que pedimos o entendemos.”
Sé que a
veces sentimos como si nos estuviéramos alejando, y pienso que el apóstol Pablo
debió haberse sentido así al escribir sobre todas estas cosas. Porque de hecho,
es algo muy distante, muy, muy distante en los océanos de Su amor. Pero es ahí
dónde Él nos llevará si permanecemos “arraigados y cimentados en amor” y si
avanzamos en este poderoso océano de Dios. Oigámoslo otra vez, “para que seáis
capaces de comprender con todos los santos cuál es la anchura, la longitud, la
altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa el
conocimiento, para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de
Dios.” (v.18-19).
Distracciones en el camino
“Elías dijo a
Eliseo: Te ruego que te quedes aquí, porque el SEÑOR me ha enviado hasta
Betel.” (2ª Reyes 2:2)
No estoy
diciendo que Elías estuviera tratando de distraer a Eliseo de su visión. Estoy
seguro de que el Señor le empujó a decir esto a su siervo Eliseo, no que
distrajera al que había de tomar su manto, sino que le probara en este asunto
de la obediencia y de la entrega. Tenemos que recordar esto. Hay muchas cosas
que Dios hace que sucedan en nuestras vidas y que nosotros cuestionamos, y por
las que nos hacemos muchas preguntas. Pero Él simplemente prueba nuestra fe y
nuestra confianza en Él. Dios está buscando a un pueblo para Sí mismo, un
pueblo que busque una sola cosa. Un pueblo que siga mirando a Jesús, para poder
crecer en la gracia y alcanzar la medida completa de la “estatura de Cristo.”
Eliseo había
sido escogido para ocupar el lugar de Elías cuando Elías fuera arrebatado.
Eliseo lo sabía... y no se echaría a un lado de su visión... ni por una palabra
del hombre de Dios. Vemos aquí una palabra del profeta... pero más una petición
que una orden. “Te ruego que te quedes aquí”. Pero el corazón de Eliseo estaba
afirmado. “No me apartaré de ti”. Y los
dos hombres siguieron caminando juntos. La misma prueba se repitió una y otra
vez, y cada vez la respuesta de Eliseo era la misma, “No te dejaré”. Al
acercarse el momento del arrebatamiento de Elías, se volvió al joven profeta y
le dijo: “Pide lo que quieras que yo haga por ti antes de que yo sea separado
de ti.” La respuesta de Eliseo fue rápida:
“Te ruego que
una doble porción de tu espíritu sea sobre mí.” Su corazón estaba afirmado. El
profeta contestó, “Has pedido una cosa difícil. Sin embargo, si me ves cuando
sea llevado de ti, así te sucederá; pero si no, no será así.” (2ª Reyes 2:10)
Creo que la
prueba es así de simple para cada uno de nosotros. Pero nuestros corazones
deben estar afirmados... o de otro modo las pruebas que lleguen podrán hacer
tambalear a nuestros corazones. Tenemos que estar seguros en nuestros corazones
en cuanto a lo que realmente buscamos. Si nos hemos afirmado en esto, entonces
no importa lo que venga... nuestros corazones estarán afirmados. Tenemos que
desear al Señor tanto que ninguna cosa en nuestro camino, por reluciente que
parezca, aparte nuestra atención de Él. Porque si nuestros corazones no están
“afirmados”, será muy fácil conformarse con algo bueno, pero no con lo mejor.
Entonces,
¿Qué sucedió? Al caminar juntos hablando
el uno con el otro, apareció un carro de fuego que bajó ardiendo del cielo y se
colocó entre los dos hombres separando a ambos. “Y Elías subió al cielo en un
torbellino.” Eliseo
sintió el torbellino y vio al carro y clamó, Padre mío, padre mío, los carros
de Israel y su gente de a caballo.” (2ª
Reyes 2:11,12). Pero ante este
gran fenómeno, no apartó sus ojos de Elías. No miró ni a derecha ni a izquierda
para ver a dónde iba el carro. Podría haberse quedado mirando sobrecogido de
asombro... y con esto, haberse perdido la ascensión de Elías. Elías no subió al
carro, sino que fue cogido por “un torbellino al cielo”. Eliseo vio como
sucedía todo, y tomó el manto que cayó de los hombros de su maestro. Su corazón
estaba afirmado, y recibió la doble porción.
No creo que
ninguno de nosotros pueda jactarse de lo muy afirmados que están nuestros
corazones en el Señor Jesús. Confío en que vamos a ver milagros como este hoy
día... e incluso mayores. Y me pregunto cuantos volverán sus ojos del rostro de
Jesús, para admirar los milagros. Sólo una cosa nos guardará de caer en eso: Nuestro
deleite en el Señor debe ser tan grande que ni siquiera un carro de fuego pueda
apartar nuestra atención de la gloria de Su rostro.
Entonces,
¿Para qué envió Dios el carro de fuego? Dios no nos dice el por qué. Dios pudo
haberlo enviado para separar a los dos hombres por medio de la prueba de
fidelidad del corazón de Eliseo. Porque Dios no dudará en probar nuestros
corazones con fenómenos grandes y milagrosos, para revelar el estado de
nuestros corazones, si nuestro deleite se halla completamente puesto en Él.
¿Qué es lo que más deseamos? ¿Una manifestación de obras poderosas? O.. ¿Ver la
gloriosa manifestación de Su rostro?
Señor, purga
nuestros corazones de todo deseo malo, y de todo deseo bueno que pueda hacer
que fallemos al “camino aún más excelente”.
El Deseo del Humilde
Dios conoce
los deseos de nuestros corazones Y al querer caminar por Sus caminos, y andar
en humildad de corazón y de mente, Él mismo preparará nuestros corazones y nos
llevará a una fidelidad en la visión. David dijo, “Oh SEÑOR, tú has oído el
deseo de los humildes; Tú fortalecerás su corazón e inclinarás tu oído.”
(Salmos 10:17). Pero incluso queriendo andar por Sus caminos, tenemos que
aprender a través de muchas experiencias extrañas que los pensamientos de Dios
no son nuestros pensamientos, ni Sus caminos, nuestros caminos (Isa. 55:8).
Sabiendo que
es la voluntad de Dios que prosperemos en Sus caminos, lo buscamos—y como Su
siervo José, nos hallamos a nosotros mismos, prosperando... pero en una prisión
que no escogimos. Y sin embargo, somos libres. Porque, ¿Quién es más libre y
más próspero que aquel que es un esclavo del Señor? (Gen. 39:3; 1ª Cor. 7:22;
Ef. 4:1).
Sabiendo que
Él nos haría co-herederos con Él en Su Reino eterno, preguntamos la forma de
conocer el camino, y Él nos hace ser los más bajos de todos, y los siervos de
todos. Porque el que es el Rey de reyes, se hizo esclavo, para poder mostrarnos
el camino al trono. (Mat. 23:11, Fil. 2:7-9).
Le pedimos
que nos haga amorosos, amables y pacientes con los demás—y pone en nuestro
camino gente amargada con la vida, gente falta de amor y despreocupada, para
que las fuentes de amor y de la caridad puedan fluir en corrientes para
sanidad. Porque el amor todo lo soporta, y es amable, y el amor nunca falla.
(1ª Cor. 13:4-8).
Le pedimos
poder llevar fruto abundante en El Reino de Dios, y Él nos deja en el polvo,
porque sabe que “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo;
pero si muere, produce mucho fruto.” (Juan 12:24).
Le pedimos
paz y reposo genuinos... y Él nos envía a un mundo donde todo es confusión y
conflicto, para que podamos conocer Su paz en medio de la tormenta. Y nos anima
a tomar Su yugo sobre nosotros, para que al trabajar con Él, podamos conocer Su reposo.
(Juan 16:33; Mat. 11:29).
Le pedimos un
espíritu perdonador, y nos encontramos con que nuestros amados se vuelven en
contra de nosotros, para que la virtud del perdón pueda ser alimentada y
liberada. Y al fluir el perdón, nos encontramos con que hemos sido sanados y
liberados, incluso antes de haber sentido el dolor por su mal, o el gozo del
perdón.
Le pedimos un corazón humilde y bajo—y Él nos lleva a valles de gran debilidad
y decepción para que la bajeza del Cordero pueda someter al león orgulloso y
altivo en nuestro interior, y hermosear a los santos con Su propia naturaleza.
Le pedimos
que podamos oír Su voz más claramente en un mundo lleno de tantos sonidos
confusos—y nos lleva a un desierto y nos alimenta con maná del cielo para que
podamos oír Su voz, y saber que el hombre no vivirá sólo de pan sino de toda
palabra que sale de la boca del Señor. (Deut. 8:2,3).
Le pedimos Su
presencia permanente... para caminar más cerca de Él... y Él envía conflicto.
Hace que Sus olas nos sobrecojan, de forma que pueda atraernos cada vez más cerca
de Él, para que en las olas de Dios podamos descubrir las profundidades de Su
amor, de Su verdad y de Su fidelidad. “Un
abismo llama a otro abismo a la voz de tus cascadas”, cuando somos sobrecogidos
en las cataratas de inquietud, y
clamamos a Aquel que busca un lugar de morada en el de corazón contrito y
humillado. (Salmos 42:7, Is. 57:15)
Pedimos
crecimiento en Dios, y Él nos confina y nos restringe, y nos encierra por todas
partes. Y a veces podemos nosotros mismos preguntarnos si los demás están en lo
cierto cuando juzgan que estamos perdiendo nuestro tiempo y nuestros esfuerzos
para finalmente no conseguir nada de provecho ni para Dios ni para el hombre.
(Is. 49:4).
Porque Él
sabe que sólo cuando nos encontramos restringidos en nuestros caminos, confinados
en Su voluntad, y reducidos a Dios, sólo entonces experimentaremos los
crecimientos y las profundidades que hay en Él, así como una puerta abierta
enlos Cielos...
Porque los
que en serio se acercan a Dios en un servicio sacerdotal, no encuentran placer
en ninguna cosa que la vida pueda ofrecer, ni siquiera en los dones que Él les
haya dado. Su verdadero deleite está sólo en Él, y en hacer lo que Él les
muestra que hagan. Así, el Señor recuerda a Su pueblo sacerdotal, “No tendrás
heredad en su tierra,... Yo soy tu porción y tu herencia.” Los que buscan la
Ciudad donde el Cordero es la Luz, no pueden nunca quedar satisfechos con
ninguna otra heredad. (Núm.18:20, Fil. 3:8).
De este modo,
si deseamos en verdad ser revestidos con estas virtudes de Cristo, no importa
lo débilmente que hayamos podido intentar encajar nuestros deseos en una
oración efectiva, si ese deseo de Él y sólo de Él y por Él, ha estado ahí, ese
deseo de caminar con Él y de permanecer en Él... Él ha visto ese deseo, El ha
oído ese deseo, como si fuera una oración ferviente de labios y de corazón. Y
Él será fiel en preparar nuestros corazones y en guiarnos por el camino
correcto, con todo lo extraño que pueda parecer a nuestros propios ojos o a los
ojos de aquellos que no comprenden los caminos del Señor.
“Oh
SEÑOR, Tú has oído el deseo de los
humildes; Tú fortalecerás su corazón e inclinarás Tu oído.” (Salmos 10:17). &
-- George H. Warnock--
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